Muestra “Cosas Maravillosas” resalta lo extraordinario de reutilizar
La exposición, disponible actualmente en el Centro Cultural La Moneda, se desprende del proyecto Fondart “¡Larga vida a los objetos! Prácticas cotidianas para sortear la obsolescencia” de los investigadores y académicos UNAB Tomás Errázuriz, Ricardo Greene y Daniel Berczeller.
Hasta marzo de 2021 se puede visitar la exposición “Cosas Maravillosas” en el Centro Cultural La Moneda, la cual resalta las técnicas de intervención y conservación que emprenden las personas para mantener sus objetos en el hogar, rescatando así el ingenio y la creatividad popular.
Esta muestra nació del proyecto “¡Larga vida a los objetos! Prácticas cotidianas para sortear la obsolescencia” – ganador de un Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (Fondart) en la línea de Diseño – de los investigadores y académicos del Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello: Tomás Errázuriz, Ricardo Greene y Daniel Berczeller; además de la antropóloga Florencia Muñoz.
Debido a que la cultura del consumo rápido ha generado la proliferación de los objetos desechables, la basura ha aumentado, generando un impacto negativo en el medio ambiente. Además, el reciclaje ha demostrado ser insuficiente, siendo una respuesta más efectiva la reutilización.
Por ello, los profesores UNAB realizaron un catastro de las prácticas de reutilización a través de entrevistas a habitantes de la Región Metropolitana, tanto del área urbana como rural. Este resultado es el que hoy se puede ver en las seis vitrinas de la Galería del Diseño del Centro Cultural La Moneda donde se exploran espacios inspirados en hogares reales.
Sobre este proyecto Fondart, el proceso de investigación y sus resultados, conversamos con el académico UNAB Tomás Errázuriz:
– ¿Cómo fue el proceso de investigación y entrevistas?
Se hizo una investigación en 18 hogares de sectores económicos alto, medio y bajo, en Santiago. Trabajamos específicamente en el área de Vitacura, en el barrio Huemul de la comuna de Santiago y en el barrio Parinacota de la comuna de Quilicura. El objetivo del proyecto era conversar con las personas que habitan estos hogares sobre las relaciones que tienen con sus objetos cotidianos, buscando identificar prácticas que evitan el descarte y alargan la vida de éstos en el espacio doméstico. Nuestro interés recaía sobre todo en prácticas de cuidado, mantención, reparación y reutilización de los objetos. Hicimos entrevistas, recorridos guiados por los hogares y fotografiamos objetos.
– ¿Hubo algún hallazgo que les llamara particularmente la atención?
Uno de los aspectos más interesantes fue que, en una primera instancia, las personas solían decirnos que no acostumbraban a reutilizar ni reparar. Sin embargo, en la medida que íbamos conversando y nos iban mostrando sus casas, aparecía todo un mundo de cosas que claramente daban cuenta de estas prácticas. Esta situación era especialmente patente en sectores socioeconómicos medios y bajos. Por otra parte, en sectores socioeconómicos altos, identificamos cierta resistencia hacia prácticas de reparación y reutilización, sobre todo motivadas por los perjuicios estéticos que éstas tienen sobre el entorno doméstico.
– Hoy en el contexto de la pandemia hemos pasado mucho más tiempo en nuestros hogares y rodeados de nuestros objetos, ¿cómo crees que esto haya influido en el caso de reutilizar o desechar cosas?
Sin duda, la pandemia ha influido positivamente favoreciendo la reutilización y la reparación y evitando el descarte. Al respecto, escribimos un artículo recientemente en The Clinic titulado “Gracias COVID por favor concedido”. Ahí analizamos de qué manera situaciones como el confinamiento, la amenaza del desabastecimiento y la merma en los recursos del hogar han influido en las prácticas de consumo. Existe una clara tendencia a reparar y reutilizar más que antes, así como también a buscar soluciones a los problemas domésticos en base a lo que se tiene en el hogar. Esto los vemos como positivo ya que implica menores niveles de consumo y de descarte, desarrollo de la creatividad y empoderamiento.
Por otro lado, adquiere cada vez más fuerza la idea de un hogar productor y no meramente consumidor. Este giro permite una mayor autonomía con respecto a los mercados de consumo –hoy sumamente inestables– y además fortalece la idea de un consumidor-productor que accede a materias primas y establece otras dinámicas de consumo.
– Finalmente, ¿cuál es el valor que puede tener un objeto repensado y reutilizado para la disciplina del Diseño? ¿Representa algún desafío?
Hoy en día prácticamente todo lo que se produce se diseña con un solo uso. Esto implica que una vez que el objeto no es capaz de cumplir esa función, es muy posible que termine siendo descartado, contribuyendo a generar más basura. A esto se suma el hecho de que hoy es todavía una práctica habitual el diseño de productos con obsolescencia programada. Ya sea por la calidad de los materiales, el diseño de formas cerradas que no permiten la reparación, o la imposibilidad de hacer adecuaciones y renovaciones, la industria genera diseños que tienen un tiempo limitado de uso, lo cual asegura nuevas compras.
Hoy día este modelo es insostenible frente a la preocupante crisis ambiental que nos afecta. En este sentido, es imprescindible que la disciplina del Diseño colabore en la construcción de entornos sustentables. Si el modelo de consumo y descarte está obsoleto, lo que debe instalarse es un modelo del cuidado de las cosas y los recursos. Para que esto ocurra se debe diseñar pensando en que aquello que se produce sea fácilmente mantenido reparado y eventualmente reutilizado para otros fines.
*Crédito fotografías: Centro Cultural La Moneda