ORGULLO UNAB | Terapeuta Ocupacional cuenta el lado difícil de la pandemia para niños con necesidades especiales
Danitza Araya trabaja como Terapeuta Ocupacional en el centro de terapias infantiles Apren-d. La profesional, titulada en la Escuela de Terapia Ocupacional de la U. Andrés Bello, atiende niños y niñas con diagnósticos como Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), Síndrome de Down, entre otros. Acá relata cómo ha sido la experiencia de los pequeños en este periodo de pandemia.
“Mi labor, principalmente, es favorecer el desarrollo integral de cada uno de los niños, facilitar su participación y acompañar a la familia en momentos de dificultad”, describe la terapeuta Danitza Andrea Araya López, titulada en la Escuela de Terapia Ocupacional de la U. Andrés Bello en 2019.
A sus 25 años, esta santiaguina se desempeña como Terapeuta Ocupacional en el centro de terapias infantiles Apren-d, donde atiende niños y niñas con diagnósticos como TEA, TDAH, Síndrome de Down, entre otros.
Si bien los meses de pandemias ha sido un periodo difícil para todos, para los niños con necesidades especiales y para sus padres la situación ha sido aún más compleja.
¿Cómo definirías estos meses de pandemia?
Han sido meses complejos. Creo que todos nos hemos tenido que reinventar, tanto uno como profesional, como también las familias. Para los niños ha sido especialmente complejo, el ser privados del juego libre con otros, junto con la preocupación del virus y de las dificultades económicas que puedan vivir sus familias, los tiene con un nivel de estrés y de ansiedad bastante alto. Además que los constantes cambios de fase no nos han permitido establecer una rutina estable, nuestro día a día cambia según la fase de la comuna en la que vivimos, un día puedes estar con tu familia, porque tiene teletrabajo, otro día hay colegio, luego nuevamente lo cancelan. Creo que este constante cambio y sentido de incertidumbre, nos tiene a todos en un estado de alerta mayor al que manteníamos antes de la pandemia, lo cual claramente está afectando nuestra calidad de vida.
¿En qué crees que esta pandemia te cambió en lo personal y profesional?
Como profesional tuve reinventarme. Cuando empezó la pandemia yo mantenía un trabajo estable en un colegio por media jornada, y el resto de mis horas atendía niños de forma particular. Cuando inició la primera cuarentena, cancelé todas mis atenciones particulares por seguridad y me tuve que adaptar a esta nueva forma de atención online en el colegio. Si para un adulto es difícil mantenerse concentrado frente a una pantalla, para un niño con dificultades, lo es mucho más. Tuve que pensar cómo hacer mis sesiones divertidas, pero también tener en cuenta de que las familias no tenían los recursos como para tener un computador. Muchos papás no sabían cómo utilizar Zoom o meet y tuve que realizar las atenciones a través de llamadas de Whatsapp. Por otra parte, me faltaban los ingresos que generaba de manera particular, lo que me llevó a gestionar talleres online de estimulación temprana. Tenía que gestionar las inscripciones, promocionar mi taller por Instagram y, por supuesto, estudiar y preparar el contenido de cada taller. Toda esta experiencia me ayudó a ser una profesional más empática y adaptable. También me ayudó a percatarme de que tenía una capacidad de autogestión que no conocía hasta el momento. En lo personal, me dio más confianza, recibir los comentarios de papás contentos con tu trabajo, hace que uno se sienta orgulloso. Finalmente, te das cuenta de que por más dudas que hayas tenido en el camino, al final todo el esfuerzo valió la pena.
«Son muy pocas las veces que hablamos de la inclusión como un derecho. Actualmente, la mayoría de los cambios que se han desarrollado a nivel país, tiene que ver con integrar personas con alguna situación de discapacidad, a algún entorno».
¿Por qué optaste por el trabajo en educación y en terapia infantil?
Siempre me gustó el trabajo con niños, es dinámico, alegre y lleno de energía. Por otra parte, quería ayudar a garantizar los derechos de las personas, en especial de aquellas que muchas veces no son escuchadas. La combinación de ambas, me llevó a trabajar con población infanto-juvenil. Por una parte, en el área de educación podía ayudar a romper las brechas que tienen los niños con alguna situación de discapacidad. Mientras que, el área clínica me ayudaba a darles mayores herramientas a los niños, para vencer sus dificultades.
¿Cómo ha sido la experiencia de desempeñarte en esta área?
La experiencia ha sido maravillosa, me he topado con equipos comprometidos, con padres luchadores, que se les cae la baba con cada avance de su hijo y con niños con personalidades únicas: alegres, desordenados, inteligentes, creativos, tímidos, apasionados, etc. Cada uno de ellos me ha enseñado cómo ser una mejor terapeuta.
«Para los niños ha sido especialmente complejo, el ser privados del juego libre con otros, junto con la preocupación del virus y de las dificultades económicas que puedan vivir sus familias, los tiene con un nivel de estrés y de ansiedad bastante alto».
¿Cuál es tu opinión respecto a la Inclusión en Chile?
En Chile es complejo hablar de inclusión, muchas veces es un concepto que utiliza la gente con el fin de mostrar que son moralmente correctos. Sin embargo, son muy pocas las veces que hablamos de la inclusión como un derecho. Actualmente, la mayoría de los cambios que se han desarrollado a nivel país tiene que ver con integrar personas con alguna situación de discapacidad, a algún entorno. Por ejemplo, los colegios con PIE, la cuota de “inclusión” de las empresas, etc. Pero realmente, nadie garantiza que la diversidad de personas que viven en Chile, tengan un acceso real a la educación, trabajo, participación social, entre otros.
¿Cuán difícil es trabajar en la rehabilitación de los niños?
El trabajo con niños, como cualquier trabajo que implique la atención de personas es complejo. Cada caso es un mundo distinto, si bien hay bases que uno debe seguir con cada usuario, las estrategias que se van a utilizar son completamente distintas para cada uno. Desde notar si debemos hablar bajo o fuerte, hasta ver si nos tenemos que mover más rápido o más despacio va a depender de las señales que nos dé el niño. Creo que el poder conocer e identificar las señales (corporales, verbales, etc.) que nos puedan dar es lo más complejo, pero también lo más interesante, ya que te lleva a estar más atento y a ser más dinámico en las sesiones. Es difícil, pero al menos para mí es lo más desafiante y entretenido.
¿Por qué elegiste estudiar TO?
Creo que nos pasa a muchos, que cuando entramos a la carrera, no tenemos muy claro en que nos estamos involucrando. En mi caso, buscaba una profesión en el área de la salud, sin embargo, no me convencía ninguna. Un día, mientras cursaba tercero medio, encontré la carrera de Terapia Ocupacional, y me imaginé de inmediato trabajando con niños. En ese entonces, pensaba que la carrera era como una mezcla entre Psicología y Kinesiología. En mi primer año de universidad, me di cuenta de que era mucho más que eso, que el TO jugaba un rol fundamental en la inclusión y que comprende a sus usuarios de una forma mucho más integral y dinámica. Ahí fue cuando me enamoré de la carrera.
¿Cómo te imaginas en unos 10 años más?
En 10 años más pienso seguir estudiando, espero tener la oportunidad de hacerlo siempre. En lo profesional, me imagino siendo docente, ya sea de cátedra o de práctica. Y en lo clínico, espero seguir trabajando con población infanto-juvenil, ojalá, con un proyecto propio, el cual tenga como misión garantizar sus derechos y visibilizar sus voces en un mundo tan adultocentrista.