ORGULLO UNAB | Estudiante de Medicina fue clave en la creación de ventiladores mecánicos
Tiene tan solo 22 años y estudia en la Escuela de Medicina de la U. Andrés Bello, pero su compromiso social es a prueba de todo. Por ello, no dudó en sumarse como la única miembro del área de salud al proyecto de ingeniería de la PUC que buscó apoyar la cobertura de atención para pacientes COVID que requirieron soporte ventilatorio en pandemia. Esta es la historia de Camila Zapata.
“Desde muy pequeña quise estudiar medicina. Cuando mi mamá se enfermó, yo era una niña que iba muy feliz a verla a la clínica, nunca dejaron que fuera una mala experiencia para mí. Después que ella falleció, entrar a una clínica, me hizo revivir las tardes con ella y me sentí feliz”, abre el diálogo Camila Zapata Oteiza.
Estudiante de quinto año en la Escuela de Medicina de la U. Andrés Bello relató su experiencia como parte del equipo de la PUC, liderado por el ingeniero Felipe Lechuga, que buscó apoyar la cobertura de atención para pacientes COVID que requirieran soporte ventilatorio, ante la eventualidad que los hospitales de la red de salud vieran sobrepasadas sus capacidades.
¿Cómo surgió la idea de trabajar con este grupo de ingenieros que crearon respiradores?
Felipe Lechuga, el líder del proyecto, es colega de mi papá. Cuando a él se le ocurrió la idea y encontraron este proyecto español de ambuceadores, lo primero que hizo mi papá fue preguntarme qué opinaba, luego se transformó en conversaciones diarias en las onces en la casa sobre conceptos médicos hasta que finalmente me incorpore como parte del equipo.
¿Qué te motivó a hacerlo?
Ayudar por supuesto. Nuestro campo clínico es el Hospital El Pino en San Bernardo y me ha tocado ver la realidad que vive nuestro país en algunos sectores. Una vez en mi vida, me tocó ver cómo un paciente tenía que esperar por algo que necesitaba urgente por falta de recursos, una sola vez y jamás se me va a olvidar la impotencia y pena que sentí e imaginarme esa sensación reproducida en cualquier persona del personal de salud, porque no tenía ninguna alternativa que ofrecerle al paciente que necesitaba ventilador, me motivaba a hacer todo lo posible para evitarlo dentro de lo que estaba a nuestro alcance.
«Estos 6 meses fueron llenos de enseñanzas. Esta experiencia marcó un antes y después en mi forma de ver la carrera y el cómo me proyectaba como futura médico. (…) Me enseñó que la nobleza y la humildad son herramientas cruciales. Hasta la meta más noble tiene el camino lleno obstáculos, así que nunca hay que rendirse ni bajar los brazos por lo que uno cree correcto».
¿Cuál fue tu labor en este grupo?
Mi principal aporte en el equipo para sacar adelante el proyecto fue ser el puente entre la ingeniería y la medicina. El resto del equipo tenía el conocimiento físico matemático y yo el médico. Si bien tuve mucho que estudiar para poder estar a la altura del proyecto, muchas veces fui la traductora en ambos sentidos. Con Felipe íbamos juntos a visitar clínicas y hospitales, mostrando la máquina para presentárselas a los expertos en el tema y, finalmente, cuando nos dieron el visto bueno para producir el equipo, fui la encargada de revisar cada una de las máquinas y realizar la capacitación al personal de salud para que pueda ser utilizada en el servicio.
¿Qué fue lo más duro en este periodo?
El temor constante que uno vivía. Como equipo, estuvimos por un periodo, muy expuestos al virus, íbamos a visitas a hospitales y clínicas, venían a vernos doctores, viajábamos a hacer las pruebas al equipo y las capacitaciones, etc. Estábamos poniendo en riesgo a nuestra familia por ayudar a otros y eso me daba un temor constante. Sumado al cansancio y al estar todo el tiempo trabajando contra reloj, pues la pandemia no esperaba y cada vez avanzaba más rápido. Por otro lado, combinar el proyecto y la universidad simultáneamente no fue nada fácil, sin el apoyo de mis amigas, compañeras y de mi familia, jamás habría podido llevar el equilibrio.
¿Cómo defines estos meses de pandemia en tu vida?
Complicados. No siempre fueron difíciles, pero han sido como una montaña rusa de emociones buenas y malas. Lamentablemente, perdí a mi abuelo por COVID e ir su funeral fue uno de los momentos más difíciles de la pandemia.
¿Qué importancia le designas al proyecto en el contexto de la pandemia?
La mayor importancia que tiene el proyecto para la pandemia es poder darle a esos pacientes de sitios aislados, que deben esperar muchísimo para una ambulancia o a aquellos en la lista de espera para un ventilador convencional, la oportunidad de esperar. Hicimos cerca de 200 ambuceadores, cerca de 70 fueron distribuidos por la Asociación de Municipalidades de Chile a distintos servicios por todo el país y el resto se distribuyó en otros servicios. Nuestro mensaje siempre fue que ojalá no se llegue al punto donde tenga que usar nuestro equipo, pero las veces que ocurrió, el equipo logró ayudar a esas personas y eso es nuestra meta cumplida.
«Mi principal aporte en el equipo para sacar adelante el proyecto fue ser el puente entre la ingeniería y la medicina. El resto del equipo tenía el conocimiento físico matemático y yo el médico. Si bien tuve mucho que estudiar para poder estar a la altura del proyecto, muchas veces fui la traductora en ambos sentidos».
¿Cómo cambió tu vida este proyecto y la pandemia tanto en lo personal como en lo académico?
Estos 6 meses fueron llenos de enseñanzas. Esta experiencia marcó un antes y después en mi forma de ver la carrera y el cómo me proyectaba como futura médico. Durante la carrera tenemos varios momentos donde decimos “Esta es la clase de médico que quiero ser” y este fue uno muy importante y me marcó el camino. Me enseñó que la nobleza y la humildad son herramientas cruciales. Hasta la meta más noble tiene el camino lleno obstáculos, así que nunca hay que rendirse ni bajar los brazos por lo que uno cree correcto.
¿Por qué decidiste estudiar medicina?
Es una de las profesiones más gratificantes, ya que nos permite un acercarnos a la sociedad y poder ayudar a otros que lo necesiten. Así, también, es una carrera muy interesante y nunca se deja de aprender lo increíble del cuerpo humano.
¿Cómo te imaginas en 10 años más?
Esta es la pregunta más difícil. Con la incertidumbre, cuesta proyectarse a corto plazo y al largo plazo parece imposible. Primero, contando la pandemia como anécdota y ya viviendo todo normal. Por otro lado, egresada trabajando en un sistema de salud con grandes mejoras, en vista de lo que hemos aprendido en esta pandemia y los cambios importantes que se vienen en el país.