ORGULLO UNAB | El duro trabajo de un kinesiólogo en turnos de refuerzo por COVID-19
Su vida cambió, como la de miles de chilenos. A sus 25 años, Diego Rosales se tituló este 2020 en la Escuela de Kinesiología de la U. Andrés Bello e inmediatamente comenzó a trabajar en el Hospital y CRS El Pino de San Bernardo, haciendo turnos de refuerzo por la Pandemia.
“Hoy, el rol del kinesiólogo incrementó de manera considerable”, subraya Diego Rosales Ríos kinesiólogo titulado en la Escuela de Kinesiología de la U. Andrés Bello.
A sus 25 años, este santiaguino trabaja en el Hospital y CRS El Pino de San Bernardo – campo clínico de la UNAB-, haciendo turnos de refuerzo por la Pandemia por COVID-19.
¿Por qué estudiaste Kinesiología?
Desde pequeño me vi muy interesado en la Anatomía, sobre todo, cuando sufrí una fractura de clavícula. El kinesiólogo a cargo de mi terapia, al notar que me gustaba dibujar, me mostró el Netter que es uno de los libros más conocidos para estudiar esta ciencia, una de las bases de la kinesiología. Ahí fue donde me enamoré de esta profesión.
¿Cuál ha sido la importancia de tu labor en este tiempo de pandemia en el hospital?
Los kinesiólogos han sido pilares fundamentales de la rehabilitación en las personas. Hoy, este rol incrementó de manera considerable. Desde el manejo de usuarios en condiciones críticas de salud en UPC (Unidades de Paciente Crítico) hasta las tomas de PCR, la kinesiología se ha visto desafiada una vez más para suplir las necesidades en un sistema de salud en jaque. Mi trabajo comenzó en marzo, tomando muestras para PCR, y en unidades intermedias a cargo de la Terapia Física y Respiratoria de personas contagiadas con COVID, junto con el apoyo a las atenciones de personas hospitalizadas. Actualmente, estoy trabajando en el Servicio de Cirugía del Hospital, junto con la toma de muestras para PCR. Turnos de 24 horas.
¿Cuál fue el momento más difícil de estos meses de pandemia?
Tener que participar en la intubación de una adulta mayor hospitalizada por COVID que físicamente se parecía mucho a mi abuela (con la cual vivo actualmente). Estaba muy asustada y lloraba, porque no sabía si iba a despertar de nuevo.
«Hemos adquirido nuevas herramientas y estrategias para fortalecer un gremio, que por mucho tiempo, fue mirado como dispensable. Converso con colegas de poca y de mucha experiencia casi todos los días, todos han visto cómo la kinesiología se ha empoderado y está en nosotros hacerla aún más bacán».
¿Crees que la gente se está relajando con el tema del COVID?
Por un lado, sí, porque ven que los contagios y muertes han variado respecto al periodo más difícil del COVID. También, porque luego de estar meses encerrados, el cuerpo nota el sedentarismo y requiere movimiento, es algo totalmente esperable. Por otro lado, la gente está muy desinformada, no saben cómo usar una mascarilla de forma correcta (llevan la nariz fuera de la mascarilla), la higiene de manos rara vez es la adecuada y, muchas veces, se ven condicionados a transportarse en situaciones donde el hacinamiento no logra el distanciamiento social mínimo para evitar contagios y situaciones de riesgo. Sin embargo, los porfiados siempre existen y es nuestra misión como educadores de la salud el velar por que estas situaciones se reduzcan dentro de lo posible.
¿Qué herramientas te entregó la UNAB para enfrentar este tiempo de pandemia en lo profesional?
De la UNAB destaco la comunidad, el cuerpo docente y su entrega. Sigo en contacto con muchos de los kinesiólogos que me formaron, amigos que se transformaron en colegas y hasta trabajo en conjunto con los “kines” que fueron profesores y compañeros de uno de mis internados. El trabajo en equipo entre distintas disciplinas es algo que mi carrera siempre enfatizó durante el periodo que estuve estudiando. Hoy, rehabilito junto a fonoaudiología y terapia ocupacional, discuto planes de cuidado y tratamiento con enfermería, medicina y nutrición, y aprendo constantemente de la importantísima labor de TENS y auxiliares. De todos me nutro en conocimiento y doy lo mejor de mí para generar en la persona hospitalizada una Alianza Terapéutica potente que la lleve a aprender y rehabilitar su condición de salud.
¿Te cambió tu vida personal trabajar en medio de una pandemia?
Totalmente. Me encanta andar en bici, salir con mis amigos a hacer deporte o carretear y pasar de eso a estar muerto de sueño, luego de un turno de 24 horas, y tener que seguir estudiando sobre el diplomado, los avances de terapia en COVID y las distintas patologías que para mí eran desconocidas, ha sido agotador. Creo que he podido refugiarme en mi familia, amigos, el deporte en casa y una de mis grandes pasiones, la música, para mantener mi salud mental de la mejor manera.
Una vez que termine la pandemia, ¿Crees que el rol del kinesiólogo cambiará?
Ya cambió. Ya no somos el “de los masajes” o el “que saca flemas”, somos los que rehabilitan, los que mantienen a una persona moviéndose y educándola de por qué hay que tenerle terror al sedentarismo. Hemos adquirido nuevas herramientas y estrategias para fortalecer un gremio, que por mucho tiempo, fue mirado como dispensable. Converso con colegas de poca y de mucha experiencia casi todos los días, todos han visto cómo la kinesiología se ha empoderado y está en nosotros hacerla aún más bacán.
¿Tres sueños que te gustarían cumplir en corto y mediano plazo?
Seguir trabajando en Atención Pública; aprender más aun, nunca se termina; y a volver a tirarme del cerro en bici.