La Estrella Concepción | Cuando la propaganda ensucia más que convence
Yusef Hadi, director de Publicidad UNAB Concepción, abordó el uso de pancartas o "palomas" desplegados en la ciudad, con motivo de las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.
Hoy, al recorrer las avenidas de Concepción -y de tantas otras ciudades—, basta una mirada para notar cómo la propaganda política ha vuelto a colonizar los espacios públicos, transformando muros, postes y veredas en un collage improvisado de promesas que, más que informar o inspirar, saturan y desgastan.
El impacto de esta práctica es profundo y negativo.
Primero, porque genera una contaminación visual evidente: carteles sobre carteles,
lienzos colgando de los árboles, afiches que se desprenden con la luvia y terminan en las alcantarillas o en el Biobío.
La estética urbana, el sentido de pertenencia y el respeto por el espacio común se pierden ante la avalancha de propaganda impresa, muchas veces de corta vida y de larga permanencia en el paisaje.
El resultado es un entorno sucio, caótico y hostil.
Propaganda: ruido en las calles
Somos cada vez más conscientes de la sostenibilidad y la ética comunicacional, pero este tipo de propaganda resulta anacrónica.
Las nuevas generaciones y gran parte del electorado urbano valoran las marcas, las causas y los discursos que se construyen con coherencia, creatividad y respeto por el entorno.
Sin embargo, muchos equipos de campaña siguen operando bajo la lógica del ruido: mientras más afiches, mejor. Como si visibilidad fuera sinónimo de credibilidad.
No se trata solo de criticar, sino también de aportar, ya que existen caminos alternativos, más sostenibles y creativos.
Desafíos
La política podría aprender de la publicidad, del arte urbano, o incluso de las propias comunidades.
El desafío no es solo limpiar las calles, sino limpiar el lenguaje político. La ciudadanía está cansada de ser bombardeada con mensajes que no escuchan.
Hoy la confianza en la política es escasa y lo que se necesita no son más lienzos, sino más ideas.
No más promesas impresas, sino más empatía expresada con creatividad y responsabilidad.
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