El “abuelo” de los cocodrilos modernos: Investigador UNAB es parte de importante hallazgo paleontológico
• El Dr. Manuel Suárez, académico de geología UNAB, fue parte de una expedición conjunta de científicos chilenos y argentinos que descubrió restos del esqueleto de un cocodrilo de 148 millones de años, en la Cordillera Patagónica del sur de Chile. • El nuevo reptil, bautizado Burkesuchus mallingrandensis, constituye uno de los pocos cocodrilos que habitaban tierra firme junto a los dinosaurios.
Una nueva especie prehistórica fue descubierta en la cordillera de la región de Aysén, en medio de una expedición conformada por científicos chilenos y argentinos. Se trata de un reptil hasta ahora desconocido, ancestro de los cocodrilos modernos, que hace aproximadamente 148 millones de años habitaba la Patagonia junto a los dinosaurios.
Bautizado como Burkesuchus mallingrandensis, ocupa un lugar clave en la historia de estos animales, como lo revela la estructura del cráneo y de sus patas traseras. La descripción de sus características y los alcances de este descubrimiento fueron publicados en la revista Scientific Reports del grupo Nature.
América del Sur es famosa por la riqueza en restos de cocodrilos marinos de gran tamaño, sin embargo, “es todavía escaso el conocimiento del que disponemos –a nivel mundial– sobre aquellos cocodrilos que correteaban entre las patas de los dinosaurios”, afirma el Dr. Fernando Novas, Investigador del Conicet y jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (Buenos Aires).
“Los cocodrilos jurásicos que habitaban tierra firme no superaban el tamaño de un gato doméstico y, a diferencia de sus temibles primos marinos, su dieta se basaba en pequeños invertebrados. Nada conocíamos en Sudamérica de esos diminutos cocodrilos habitantes de charcos y lagunas, hasta que dimos con los restos del Burkesuchus”, detalla el paleontólogo.
El hallazgo
En cercanías de Mallín Grande, Aysén, a unos 1.500 metros de altura en plena Cordillera de la Patagonia, se encuentra la Formación Toqui, un formidable yacimiento fosilífero de reptiles jurásicos con una antigüedad aproximada de 148 millones de años. El hallazgo del extraño dinosaurio herbívoro Chilesaurus diegosuarezi, en 2004, fue la “punta del iceberg” que promovió numerosas exploraciones en esta región, lideradas por el Dr. Manuel Suárez, investigador y académico de la carrera de Geología de la Universidad Andrés Bello, y Rita de la Cruz, geóloga del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin). Los geólogos contaron con la colaboración del LACEV, y en 2014 visitaron nuevamente la zona para continuar con sus investigaciones, y la suerte hizo que descubrieran los restos del Burkesuchus.
“Los últimos años han sido testigo del auge que la paleontología del mesozoico ha tomado en Chile, y animales como el Chilesaurus y el Burkesuchus ayudarán a cambiar nuestro entendimiento sobre la evolución de los reptiles que dominaron la Tierra en la Era Mesozoica”, señala Manuel Suárez.
El Dr. Federico Agnolín, investigador del LACEV, fue quien encontró los primeros huesos expuestos en la superficie de la roca, hallazgo que fue seguido de una sorpresa aún mayor cuando el mismo Agnolín, excavando con maza y cinceles alrededor del fósil, quebró un fragmento de roca y vio, con gran asombro, lo que atesoraba en su interior: la parte posterior de un cráneo, preservado de modo admirable.
Una vez terminada la travesía, los bloques de roca que contenían los fósiles fueron transportados a Santiago, y luego de contar con los permisos necesarios, pudieron ser transportados al Museo de Buenos Aires para su preparación y estudio.
Un nuevo cocodrilo jurásico
Burkesuchus mallingrandensis, el nombre con el que los investigadores bautizaron a este nuevo animal, significa “el cocodrilo de Burke procedente de Mallín Grande”. Se trata de un homenaje al estadounidense Coleman Burke (1941-2020), amante de la Patagonia y apasionado por la paleontología, quien tuvo un rol fundamental en las diversas actividades del LACEV. “Coleman y su esposa Susan nos brindaron su apoyo y entusiasmo para llevar adelante exploraciones y nuevos descubrimientos paleontológicos, incluido el cocodrilo que hoy lleva su nombre”, explica Fernando Novas.
Burkesuchus tenía el tamaño de un lagarto, y no superaba los 70 centímetros de largo. Su cuello, lomo y cola estaban cubiertos por una doble hilera de placas óseas de función protectora, superpuestas de modo similar a un tejado.
El estudio de sus relaciones evolutivas muestra que esta especie está muy cercana al ancestro común de los cocodrilos modernos. La estructura del cráneo revela que el Burkesuchus, al igual que sus parientes actuales, poseía una solapa carnosa que al cerrase protegía al oído cuando el animal se sumergía en el agua. “Burkesuchus nos habla de los orígenes de los cocodrilos modernos y cómo, ya hace 150 millones de años, comenzaron a modificar su anatomía, adoptando un modo de vida anfibio”, afirma Federico Agnolín.
Los geólogos Manuel Suárez, Jean-Baptiste Gressier y Rita de la Cruz concluyeron que el ambiente en que el convivieron cocodrilos y dinosaurios era cercano a volcanes activos y conos aluviales vecinos a un mar de fines del Jurásico. El Burkesuchus formaba parte de una fauna de reptiles que incluía, además del Chilesaurus de tres metros de largo, a grandes dinosaurios de cuello largo, parientes del Diplodocus y de los enormes titanosaurios herbívoros.
El trabajo publicado en Nature sobre Burkesuchus estuvo encabezado por Fernando Novas y Manuel Suárez, y contó con la participación de Rita de la Cruz, Federico Agnolín, Sebastián Rozadilla, Gabriel Lío, Marcelo Isasi y David Rubilar. Este nuevo descubrimiento reafirma la importancia que tiene el sur del continente sudamericano en temas evolutivos y biológicos a nivel mundial.