Académica de Facultad de Medicina analiza los desafíos éticos y biojurídicos en el contexto del COVID-19
Sandra Tapia Moreira, abogado, magíster en Bioética y profesora de Ética de la Facultad de Medicina de la U. Andrés Bello analiza la Pandemia con una carta a miembros de la Comunidad Médica y Profesiones de la Salud.
La Pandemia del nuevo coronavirus ha puesto a la humanidad de un golpe ante variables éticas, jurídicas, sociales, económicas y culturales, que se reconfiguran en un proceso asimilable a una refundación de nuestra vida humana. Asistimos, a escenarios de riesgo sanitario que hacen patente la presencia permanente de la muerte en nuestras actividades cotidianas y a un riesgo de discontinuidad en nuestros proyectos, lo que nos sitúa en una escena de encuentro con el presente y con recuerdos de un pasado que nos lleva a confrontar nuestra historia personal.
Esta falta de seguridad en el futuro, en la fragilidad de nuestra salud, presupuesto básico para el goce de todos los demás derechos, ha generado que estemos de frente a una realidad que siempre ha estado ahí, pero distraídamente no afrontábamos, “la vulnerabilidad de la vida” y ello implica una gran oportunidad para reconocer nuestra naturaleza humana y mejorar nuestras existencias individuales y colectivas.
Enfrentarnos a esta situación ha generado fuertes desafíos para la ética médica. Los elementos de protección personal limitados, el temor al contagio y la vocación fuertemente arraigada en nuestra cultura de que los médicos y el personal de salud deben salvar vidas, los ha hecho asumir riesgos más allá de lo acostumbrado, afectando sus entornos cercanos, familia y seres queridos, en una decisión diaria que es todo o nada. La medicalización de la vida en torno al coronavirus parece avanzar hacia todos los aspectos de ésta.
Asimismo, la pandemia del coronavirus y su rápido avance por el mundo ha develado nuevas formas de discriminación, de la que también ha sido víctima el personal de salud, que románticamente aparece como el gran héroe de estos tiempos, pero al que también se le discrimina en sus vecindarios y entornos cercanos, por trabajar cerca del temido virus. Esta situación requiere entereza y valores muy claros por parte del estamento sanitario, y también el adecuado cuidado de la salud mental de aquéllos, ejerciéndose en sus entornos la ética del cuidado con nuestros cuidadores sanitarios, responsabilidad social que se debe asumir educando a la población.
Por otro lado, la limitación de recursos humanos y equipamiento para tratamientos invasivos para manejar COVID19, han evidenciado la diversidad de realidades a lo largo del territorio nacional y ha puesto sobre la mesa un concepto poco conocido para la ciudadanía, no así para el equipo de salud, denominado limitación de esfuerzo terapéutico, que no es más que la adopción de tratamientos proporcionales, evitando procedimientos fútiles en un paciente grave y que a mi juicio corresponde a una buena práctica clínica, pero esta vez, con Pandemia, una nueva variable se introduce en la discusión. De esta forma, emerge la toma de decisiones frente a un Triage, en que las condiciones médicas y de calidad de vida a futuro puedan ser similares, discutibles y complejas y sin perjuicio de ello, podría ser imperioso tomar una decisión respecto a quiénes se les proporcionarán los tratamientos y quiénes no tendrán esa posibilidad, en escenarios de escasez de equipos y recursos humanos especializados.
En este punto, el personal de salud deberá analizar estas situaciones desde el punto de vista de la autonomía del paciente, de sus propias preferencias, pronóstico y calidad de vida, principios éticos de no maleficencia, justicia, procurando evitar procedimientos desproporcionados que causen más daños que beneficios al paciente, dada su condición de salud, maximizando los cuidados que produzcan mayores beneficios al paciente, evitando o mitigando el dolor, ejecutando la empatía, la comunicación con la familia y jamás caer en discriminaciones arbitrarias.
«La pandemia del coronavirus y su rápido avance por el mundo ha develado nuevas formas de discriminación, de la que también ha sido víctima el personal de salud, que románticamente aparece como el gran héroe de estos tiempos, pero al que también se le discrimina en sus vecindarios y entornos cercanos, por trabajar cerca del temido virus».
Esta decisión requiere fundamentación ética, argumentación filosófica y deliberación del equipo de salud, pero en este caso, fuera del aula, sin profesores, sin discusión académica, en la trinchera de la Medicina misma. Es por ello que es tan relevante el estudio de la Bioética en las Escuelas de Medicina del país, el análisis situacional en el pre y post grado, ojalá en el mismo campo clínico, ya que, estas decisiones fundamentales de la existencia humana han depositado en el personal de salud, garantía de conocimiento, de sabiduría y de las virtudes necesarias para realizar una estimación justa.
Para las corrientes filosóficas, por nombrar algunas, tales como, la epicúrea, estoica, aristotélica y utilitarista, el cálculo que debe realizar el hombre para lograr actuar correctamente exige conocimientos y educación en valores, por lo que mientras más preparados estén los médicos y personal sanitario del futuro para estas grandes decisiones éticas, tendremos garantía de una sociedad más ética.
Es muy importante para el personal de Salud, contar con recomendaciones y protocolos acordados por consenso nacional e internacional frente a estas delicadas materias, lineamientos que deben estar en el debate público, ya que, las decisiones que se tomen en estas materias deben evitar ser personales y discrecionales, sino más bien el fruto de consensos de una sociedad plural, en que deben estar representadas las autoridades sanitarias, la comunidad científica y médica , los expertos y la opinión de la comunidad internacional, de manera que exista la debida adhesión, confianza y legitimación de dichos criterios.
En otra dimensión, asistimos a otras dificultades que debe enfrentar el personal médico y profesiones de la salud en esta Pandemia, como lo es esta nueva manera de relación clínica, que impone barreras de comunicación con el paciente, por el uso de elementos de protección personal, a lo que se agrega la atención de salud de población migrante, quienes por su diversidad cultural y barreras idiomáticas muchas veces no alcanzan a comprender la dimensión de la Pandemia y el mayor riesgo que asumen, sin embargo, el personal sanitario debe estar ahí para educar y contener en escenario tan difíciles.
En este escenario el equipo de salud es un catalizador social, representa la más importante instancia de educación y contención del ser humano vulnerable en su enfermedad, enfrentándose a maravillosas, pero dificilísimas oportunidades para el logro de la verdadera inclusión de estas personas en sus procesos de salud. Los médicos y las profesiones de la salud, abren puertas con su asistencia y son capaces de sortear las barreras idiomáticas, culturales, etarias, políticas, etc., valiéndose de todos los elementos a su alcance, tecnológicos, signos, señas, lenguaje verbal y no verbal.
Asimismo, y si todo lo comentado fuera poco, la investigación científica para el estudio del COVID19 se ha transformado en un imperativo científico y ético para lograr el control de esta Pandemia, pero aquéllo también ha traído reflexiones, interrogantes éticas, y preguntas al ordenamiento jurídico imperante, respecto a valores involucrados, protección de los derechos de los sujetos participantes, formas de otorgamiento de Consentimientos Informados.
La necesidad y urgencia de investigar en Covid 19, no puede implicar dejar la Ética de la Investigación de lado. La historia ha enseñado a la humanidad que nunca más puede ver al ser humano como un medio para lograr avances científicos que implicarán mejorar el tratamiento de una enfermedad. Hemos superado casos como Tuskegee y Nuremberg. Nuestra sociedad y la humanidad completa, se encuentra en un estadio de mayor madurez, que debe tener siempre presente los derechos fundamentales y los principios éticos, única receta para la supervivencia de la Humanidad.
«En otra dimensión, asistimos a otras dificultades que debe enfrentar el personal médico y profesiones de la salud en esta Pandemia, como lo es esta nueva manera de relación clínica, que impone barreras de comunicación con el paciente, por el uso de elementos de protección personal, a lo que se agrega la atención de salud de población migrante».
Las recomendaciones contenidas en la Resolución N°1/2020 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, establecen que se debe garantizar el consentimiento previo e informado de todas las personas en su tratamiento de salud en el contexto de las pandemias, así como la privacidad y protección de sus datos personales, asegurando un trato digno y humanizado a las personas portadoras o en tratamiento por COVID-19. Está prohibido someter a las personas a pruebas médicas o científicas experimentales sin su libre consentimiento.
Asimismo, la gran cantidad de datos relativos a la salud de las personas, administrados en banco de datos hospitalarios, de entidades de salud previsional, autoridad sanitaria, entre otros, hacen reflexionar sobre lo sensible que es esta información, que la ley N° 19.628 en el año 1999 denominó datos sensibles, sin que la ciudadanía reparara en el significado de esa “sensibilidad”.
En el contexto de Pandemia, los datos sobre esta enfermedad, sus tratamientos, cuarentenas, y aspectos relacionados, pueden ser datos que, tratados y transmitidos ilegalmente, causen segregación, discriminación, pérdida de beneficiosos, incluso de fuentes laborales y previsionales, con el consiguiente daño y sufrimiento de las personas afectadas y sus familias.
Por lo anterior es muy relevante generar conciencia y educación sobre la importancia del respeto a los datos sensibles de los pacientes y de las personas en general, los que deben ser defendidos con alma y cuerpo, ya que, ello implica el respeto a la dignidad humana y a la identidad personal, valores ético – jurídicos en que descansan los derechos fundamentales.
En este escenario tan complejo se ha revelado al médico, al profesional de la salud y a los alumnos de dichas carreras, los fines reales de la Medicina y la responsabilidad moral que implica ser médico y personal sanitario, reencontrándose en esta pandemia con el ser humano que es, que posee grandes conocimientos, pero también es vulnerable; y por otro lado, con el ser humano al que debe tratar, como un fin en sí mismo, intentando sostener su dignidad humana en la enfermedad, en el sufrimiento, en su recuperación y el momento de su muerte. En este encuentro ha demostrado profesionalismo, corrección y resiliencia, informando al mundo su quehacer vital e irremplazable para la humanidad.
Sandra Tapia
Profesora de Ética Facultad de Medicina U. Andrés Bello