Vivienda propia, salud y seguridad: las áreas donde las mujeres empeoraron respecto a sus madres
Un nuevo reporte del Estudio UNAB de Movilidad Social Multidimensional consignó que, en términos generales, las mujeres experimentaron un avance promedio de un 8% de movilidad neta en una generación, la mitad de lo logrado por los hombres (15,9%). Según la investigación del Instituto de Políticas Públicas la Universidad Andrés Bello se registraron avances importantes para ellas en las áreas de educación y trabajo, pero en vivienda propia, acceso a la salud y seguridad en el barrio es donde se encontró un nivel de deterioro preocupante en la generación actual de mujeres.
En la previa a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello publicó un nuevo análisis de la evolución de la movilidad social de las mujeres en Chile a partir de los resultados del primer Estudio UNAB de Movilidad Social Multidimensional 2024.
La investigación de la casa de estudios, cuya primera entrega se realizó en septiembre de 2024, desarrolló un nuevo modelo para medir los avances sociales y económicos que ha experimentado Chile en las últimas décadas considerando ocho dimensiones, el cual concluyó que el país alcanzó una movilidad social multidimensional promedio de 12% en una generación. Este ascenso, según el estudio, fue impulsado favorablemente por los niveles de movilidad social neta ascendente registrado en las dimensiones de nivel educacional (52,4%), habitabilidad (48%), acceso al consumo (31,9%), acceso a la salud (11,5%) y trabajo u ocupación (10,4%). Por el contrario, el interés público (-6,7%), la vivienda propia (-9%) y la seguridad en el barrio (-42,7%) fueron aquellas áreas que registraron movilidad social neta descendente al comparar la condición de las personas que hoy tienen entre 35 y 55 años con la que tenían sus figuras parentales principales en el pasado.
Asimismo, el reporte concluyó que, en general, la discriminación de género se presenta como un determinante negativo en todas las dimensiones a las que se les aplicó este análisis, es decir, se encontró una correlación negativa entre el hecho de ser mujer y el nivel alcanzado en todas las dimensiones, lo que se traduce en un efecto promedio general de ser mujer de un -7%. En el nivel educacional el efecto encontrado es de -5%, en interés público un -8%, en acceso al consumo un -9%, en trabajo u ocupación un -9% y en acceso a la salud un -11%.
Movilidad social multidimensional: hombres vs. mujeres
En primer lugar, el estudio realizó una comparación del nivel de movilidad social logrado por hombres y mujeres en las ocho dimensiones a lo largo de una generación. Así, se determinó que la movilidad promedio neta de las mujeres fue de un 8%, mientras que la de los hombres la duplicó al llegar a un 15,9%. Esta diferencia se explica debido a que un 39,6% de los hombres presentó movilidad ascendente mientras que la movilidad positiva de las mujeres fue de un 37,4%; un 36,7% de los hombres y un 33,2% de las mujeres evidenciaron movilidad nula y a que un 23,7% de los hombres y un 29,4% de las mujeres presentaron movilidad descendente promedio en todas las dimensiones evaluadas.
Luego, al analizar las brechas por dimensión, se detectó que, en ciertas áreas, se observaron movimientos similares entre hombres y mujeres, pero en otras los hombres avanzaron considerablemente más que las mujeres entre las dos generaciones estudiadas.
Por ejemplo, en nivel educacional, habitabilidad y acceso al consumo no se encontraron grandes diferencias. En el caso de la primera, el 61,2% de los hombres y el 61,1% de las mujeres tuvieron movilidad social ascendente. Luego, el 30,8% de los hombres y el 29,6% de las mujeres experimentó una movilidad nula y en el caso de la movilidad descendente, esta fue de un 8,1% para los hombres y de un 9,3% las mujeres. En habitabilidad, el 62,2% de los hombres y el 61,3% de las mujeres tuvieron movilidad social ascendente; el 25,3% de los hombres y el 23,9% de las mujeres presentaron movilidad nula y el 12,4% de los hombres y el 14,8% de las mujeres mostraron movilidad descendente. En tanto, en acceso al consumo un 52,5% de los hombres y un 50,7% de las mujeres tuvieron movilidad ascendente, mientras que la movilidad nula fue de 19,3% para los hombres y un 28,5% para las mujeres. Por último, la movilidad descendente se generó en un 18,3% de los hombres y en un 20,9% de las mujeres.
Donde sí se registraron diferencias sustantivas al distinguir por sexo fue en las áreas de acceso a la salud, trabajo u oficio, interés público, vivienda propia y seguridad en el barrio. En acceso a la salud, por ejemplo, el 44,6% de los hombres presentó movilidad ascendente, mientras que este porcentaje cae a un 36,1% en el caso de las mujeres. Por otro lado, la movilidad nula fue prácticamente igual entre ambos sexos (30,4% en los hombres y 31,7% en las mujeres), mientras que la movilidad descendente fue notoriamente mayor para las mujeres (32,2%) al comparar con los hombres (25%).
En interés público, por su parte, mientras que la movilidad ascendente y descendente fueron iguales para los hombres (32% ascendente y 31% descendente), en el caso de las mujeres la descendente fue considerablemente mayor, con un 39,2%, mientras que la movilidad ascendente fue de 25,6%. En la dimensión seguridad en el barrio también se consignó una diferencia considerable, puesto que el 10,3% de los hombres tuvo una movilidad positiva, pero en el caso de las mujeres esta descendió a un 7%. La movilidad nula fue de un 41,9% para los hombres y de un 38,4% en las mujeres y la movilidad negativa alcanzó a un 47,8% de los hombres, pero aumenta a un 54,7% en las mujeres.
Por último, en vivienda propia el panorama es menos dicotómico, puesto que un porcentaje más alto de mujeres presentó movilidad ascendente (20,5% de las mujeres vs. 15,1% en los hombres), pero también una proporción mayor de mujeres registró movilidad descendente (29,2% de las mujeres y 24,6% en los hombres).
Quiénes son las que menos avanzaron
El estudio del Instituto UNAB de Políticas Públicas también identificó a aquellas mujeres que presentaron una menor movilidad social o incluso un retroceso respecto a sus figuras parentales principales. Para ello, se distinguieron a las personas que tuvieron movilidad descendente en tres o más dimensiones, encontrándose que un 36,3% de las mujeres tuvieron movilidad negativa en tres o más dimensiones, cifra que desciende a un 28% en el caso de los hombres.
Al ahondar en la realidad de las mujeres, el estudio del IPP UNAB detectó una probabilidad levemente mayor de tener movilidad descendente en tres o más dimensiones si la persona de sexo femenino no trabaja: un 39,3% en el caso de aquellas que no trabajan y un 34,4% de ellas que sí lo hacen presentaron movilidad descendente en tres o más dimensiones.
Adicionalmente, se observó una brecha entre aquellas que viven o no con su cónyuge o pareja. Al comparar, se determinó que de las mujeres que viven en pareja, el 39,9% presentó movilidad descendente en tres o más dimensiones, mientras que este porcentaje se reduce a un 33,1% en el caso de aquellas que no. Dentro de las que comparten hogar con sus parejas, un 50% trabaja, pero este porcentaje aumenta a un 72,7% en el caso de mujeres que no viven con su cónyuge. Por otra parte, las mujeres que viven con su cónyuge tienden a pertenecer a grupos socioeconómicos más bajos en comparación con las mujeres que no: el 38,5% de las mujeres en el grupo C1 vive con su pareja o cónyuge, mientras que un 55,8% en el caso del grupo socioeconómico E.
Otro aspecto de composición familiar que el estudio detectó que podría impactar en el desarrollo de las mujeres es la posibilidad de que tengan hijos. A pesar de que en la encuesta no se preguntó directamente si los participantes eran madres o padres, sí se obtuvo información sobre la integración del hogar donde viven, donde un 67,8% de las mujeres vive con hijos, mientras que en el caso de los hombres esta cifra desciende al 43,6%. Así, al analizar una posible correlación entre tener hijos y lograr una menor movilidad social, se detectó que un 38,5% de las mujeres que vive con sus hijos tiene movilidad negativa en tres o más dimensiones, porcentaje que desciende a un 31,6% en el caso de aquellas que no viven con hijos.
Estos resultados evidencian, según el reporte, que la movilidad descendente en múltiples dimensiones afecta a un porcentaje significativo de mujeres, particularmente aquellas que no participan en el mercado laboral, viven con su cónyuge o tienen hijos. Estas condiciones no solo reflejan barreras económicas, sino que también cómo ciertas estructuras culturales condicionan el desarrollo de las trayectorias femeninas.
Movilidad social entre hijas y madres e hijos y padres
En un siguiente apartado, el Estudio UNAB de Movilidad Social Multidimensional incorporó una perspectiva innovadora en su investigación al medir directamente la movilidad de las mujeres en relación con sus madres y la de los hombres respecto de sus padres, aspecto que hasta ahora no se había concretado en las investigaciones previas realizadas en Chile sobre la materia, puesto que siempre las comparaciones se habían realizado exclusivamente con la figura parental masculina. Así, este enfoque metodológico permitió una medición más exacta de la movilidad social femenina, al controlar explícitamente las diferencias de género que han estado presentes a lo largo del tiempo.
En primer lugar, el estudio -al reconocer las diferentes estructuras familiares que existen en Chile- preguntó a los encuestados sobre la principal figura parental femenina y masculina durante la crianza. Así, se estableció que un 86,8% de la población identifica a su madre como su principal figura parental femenina, mientras que un 68,5% señala a su padre como la principal masculina.
Luego, se categorizó a las distintas dimensiones de dos formas dentro de la comparación intergeneracional. Primero, si hubo un avance o retroceso de las hijas respecto a sus madres y, segundo, si la brecha existente entre hombres y mujeres aumentó o disminuyó en la generación de hijas e hijos respecto a la generación de los padres. Con el fin de visualizar estos movimientos, se generaron cuatro cuadrantes: el más positivo en el que las hijas avanzan respecto a sus madres y la brecha hombre-mujer disminuyó; luego, uno en el que las hijas avanzan respecto a sus madres, pero la brecha aumentó; otro, en que las hijas retroceden respecto a las madres y la brecha disminuyó; y, por último, el más negativo donde las hijas retroceden respecto a las madres y la brecha hombre-mujer se incrementó.
Dentro del mapa anterior, el estudio de la Universidad Andrés Bello determinó que las dimensiones mejor posicionadas corresponden al nivel de educación y a trabajo u ocupación, que se posicionan en el cuadrante donde tanto las hijas mejoran respecto a sus madres, y además la brecha entre mujeres y hombres retrocede.
Respecto al nivel educacional, se determinó que un 37,2% de las madres tenía un nivel educacional mayor o igual a educación media completa, mientras que en las hijas este porcentaje alcanza un 80%. En contraste, un 52,6% de los padres tenían ese nivel educacional y los hijos llegan a un 82,9%. Por lo tanto, en esta área se aprecia una brecha entre el nivel educacional de los padres y las madres de 15,4 puntos porcentuales, la cual se redujo en la nueva generación a una diferencia de 2,9 puntos. Asimismo, se encontró un significativo avance femenino en esta materia: las mujeres, respecto a sus madres, aumentaron en 42,7 puntos el porcentaje con nivel educacional completo sobre educación media, mientras que, en el caso de los hombres respecto a los padres, el avance fue de 30,2 puntos porcentuales. Así, en esta dimensión, los avances permitieron acortar la brecha entre mujeres y hombres hoy.
En otro cuadrante se ubicó la dimensión trabajo u ocupación. En ella se encontró que solo un 4,7% de las madres tenía una ocupación dentro de los tres grupos más alto de ingresos en el pasado, mientras que en los padres este porcentaje aumentaba a un 15,8%, resultando en una brecha entre madres y padres de 11,1 puntos. Sin embargo, en la generación actual, un 25,7% de las hijas ocupa posiciones laborales en los tres grupos más altos de ingresos, mientras que un 28,4% en el caso de los hijos. De esta manera, se consignó un avance mayor por parte de las mujeres respecto a sus madres, lo que permitió reducir la brecha desde 11,1 puntos porcentuales a 2,7 puntos.
Luego, la dimensión de interés público es la única que se sitúa en el área donde las hijas empeoran respecto a sus madres, pero la brecha entre mujeres y hombres disminuyó. En primer lugar, un 22,1% de las madres participantes en el estudio revela un interés público medio-alto o alto, mientras que un 30,6% en el caso de los padres. En tanto, respecto a las hijas, un 20,9% de ellas tiene un interés público medio-alto o alto y en el caso de los hijos se eleva a un 27,6%. Esto resulta en que, en el caso de las mujeres, el porcentaje se mantenga estadísticamente igual, pero en los hombres se registró un retroceso de 3 puntos porcentuales, resultando en un acortamiento de la brecha desde 8,5 puntos a 6,7.
Por otra parte, las dimensiones de acceso al consumo y habitabilidad se ubicaron en el área donde las mujeres avanzan respecto a sus madres, pero no es suficiente en contraste con el avance de los hijos respecto a sus padres, generando un aumento de las brechas entre ambos. Al profundizar en el acceso al consumo, un 40,3% de las madres se encontraba en un nivel de acceso al consumo medio-alto y alto y un 43,7% de los padres se encontraba en esta misma situación. En la generación actual, en tanto, un 50,5% de las hijas se encuentra en el mismo nivel de acceso al consumo, mientras que en los hijos este porcentaje se incrementa aún más hasta el 60%. De esta manera, los hijos respecto a sus padres avanzaron más que las hijas respecto a sus madres, resultando en que la diferencia en esta temática entre hombres y mujeres aumentó en una generación.
Por último, en el cuadrante más preocupante se ubican vivienda propia, acceso a la salud y seguridad en el barrio, donde las mujeres no solo retrocedieron respecto a sus madres, sino que además las brechas con los hombres son mayores para esta generación.
En vivienda propia se refleja un panorama de retroceso, pero que afectó de igual forma a ambos sexos. Al analizar la generación de madres y padres, se encontró que el 71,5% de las primeras habitaban viviendas propias, mientras que así lo hacían el 76,2% de los padres. En contraste, cuando se analiza a las hijas e hijos, un 58,3% de ellas habita una vivienda propia hoy y un 64,6% de los hijos. De lo anterior se desprende que las mujeres tuvieron un retroceso de 13,2 puntos y que los hombres uno 11,5, generando que la distancia entre padres y madres que era de 4,7 puntos se haya incrementado a 6,3 puntos entre hombres y mujeres de la actual generación.
En la dimensión de acceso a la salud se analizó que un 34,4% de las madres y un 32,9% de los padres accedían a niveles medio-altos y altos de esta. En la actualidad, un 29,3% de las hijas tienen el mismo nivel de acceso a la salud, mientras que en los hijos este porcentaje alcanza el 43,3%. En este caso se observó un aumento en las brechas entre hombres y mujeres en la generación actual, que pasó a ser de 14,1 puntos porcentuales hoy. Además, en el caso de las mujeres existe un retroceso, debido a que el porcentaje de hijas es menor al de las madres, disminuyendo en 5,1 puntos, mientras que los hombres mejoran en 10,5 puntos.
Por último, en la temática de seguridad en el barrio, casi todas las madres (92,8%) manifestaron que vivían en barrios con alta seguridad en el pasado, proporción mayor al 88,8% de padres que consideraban lo mismo. Por el contrario, cuando se analiza la situación actual de las mujeres y de los hombres, la situación empeora dado que el porcentaje de personas que se encuentra en un nivel medio-alto o alto de seguridad bajó a 62% en las hijas y a un 73,5% en los hijos. Si bien el retroceso en esta dimensión afectó tanto a hombres como mujeres, el empeoramiento en las mujeres duplica al de los hombres (30,8 puntos de descenso en las hijas y 15,3 en los hijos), generando una brecha actual de 11,5 puntos porcentuales.
Así, el informe del IPP UNAB destaca que la posición de las dimensiones refuerza que el avance de las mujeres en relación con sus madres está positivamente asociado con la reducción de las brechas de género intergeneracionales. Es decir, en aquellas dimensiones en las que las hijas lograron una movilidad ascendente más pronunciada respecto a sus madres, la distancia con los hombres en la generación actual se ha reducido de manera más acelerada. Este patrón sugiere, según los investigadores, que el progreso relativo de las mujeres no solo es un factor de ascenso individual, sino que también actúa como un mecanismo de convergencia en equidad de oportunidades.
Conclusiones
El estudio destacó la importancia de analizar la movilidad social con una perspectiva de género, considerando no solo los avances intergeneracionales, sino que también la evolución de las brechas entre hombres y mujeres. Así, estos hallazgos dejaron en evidencia que, mientras el acceso a la educación y el empleo han demostrado ser herramientas sustanciales para la movilidad social femenina en las últimas décadas, el retroceso en áreas como vivienda, salud y seguridad revela que aún existen desigualdades que requieren atención para la política pública.
En ese sentido, Raúl Figueroa, director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello, sostuvo que este nuevo estudio “permite focalizar de manera más efectiva los esfuerzos de la política pública para lograr la inclusión de las mujeres en todo ámbito y promover su acceso a mayores oportunidades. Lo anterior, porque se identifica con más precisión en qué se ha avanzado y dónde persisten las necesidades, y también dado que permite evaluar los avances de las mujeres con sus figuras femeninas principales durante la crianza, sin centrarse exclusivamente en las brechas, que siguen siendo relevantes”.
Adicionalmente, la economista e investigadora del IPP UNAB, Francisca Espinoza, agregó que el estudio evidencia que la movilidad social de las mujeres “ha sido menos dinámica que la de los hombres, con diferencias relevantes según la dimensión analizada. Mientras en educación y ocupación se observa una reducción de la brecha intergeneracional, en áreas como salud, seguridad y vivienda propia las mujeres han presentado menor progreso relativo o incluso retrocesos respecto a sus madres, ampliando la distancia con los hombres. Comparar la movilidad de hijas y madres con la de hijos y padres permite identificar en qué dimensiones la convergencia de género ha sido más lenta, proporcionando insumos clave para diseñar estrategias que efectivamente promuevan mayor equidad en la transmisión intergeneracional de oportunidades”.
El informe del Instituto UNAB de Políticas Públicas se construyó a partir de la Encuesta UNAB de Movilidad Social Multidimensional 2024, la cual se realizó de manera presencial y cuenta con representatividad a nivel nacional. Ésta recolectó información de 2.124 personas de entre 35 y 55 años a lo largo de las 16 regiones del país mediante un cuestionario de 90 preguntas cerradas, la aplicación del Test de Raven -para medir habilidades del razonamiento abstracto- y una Escala de Capital Social. Para poder realizar el análisis, a los entrevistados se les preguntó por su condición actual y la de sus padres o figuras parentales principales cuando el encuestado tenía 14 años. El trabajo de campo de la encuesta se realizó entre el 22 de marzo y el 27 de junio de 2024 y estuvo a cargo de la empresa CADEM.
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