08 Febrero 2021

El Mostrador | Democracia, vacunas y educación superior

"Ante la proliferación de teorías conspirativas, fake news y una masiva desconfianza en la autoridad, no nos queda sino cuestionarnos cuánto hemos hecho desde la educación" expresa Ruth Espinosa en su columna de opinión.

La Dra. en Filosofía, magister en Educación y directora del Departamento de Humanidades y Formación General de la Universidad Andrés Bello, Ruth Espinosa, escribió una columna de opinión para El Mostrador sobre democracia, vacunas y educación superior.

La puedes leer completa aquí y a continuación:

Democracia, vacunas y educación superior

En los próximos meses presenciaremos dos hitos históricos en nuestro país: La vacunación masiva contra el Covid-19 y la elección constituyente. Aunque la relación entre ambos no es evidente, es profunda y decisiva.

Ambos procesos demandan para su éxito una ciudadanía bien informada, motivada por el bien común, abierta al debate y, sobre todo, una que confíe en la autoridad, ya sea política o científica. Así, en gran medida, el bienestar de la democracia reposa en la capacidad, por parte de quienes toman decisiones de gran impacto para el país, de contribuir activamente a la formación de una cultura ciudadana.

No deja de ser llamativo que en la llamada “sociedad del conocimiento” la II Encuesta Nacional de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología en Chile muestra que más del 60% de los encuestados cree en espíritus, 48% que hay personas con poderes psíquicos y más del 36% considera que la acupuntura y la medicina ancestral son ciencias. El mismo instrumento muestra que la actividad política es la que goza de menor prestigio, con un 15%, muy por debajo de los deportistas y empresarios con 60% y 40% respectivamente.

Por su parte, la última encuesta CADEM Plaza Pública indica que hay un 20% de personas que no se vacunaría contra el coronavirus y un 29% que lo haría… más adelante. Las razones: un gran porcentaje manifiesta miedo o desconfianza. Y si bien el 50% manifiesta su disposición a vacunarse, solo un 30% confía en que la vacuna no le traerá consecuencias negativas.

Ante la proliferación de teorías conspirativas, fake news y una masiva desconfianza en la autoridad, no nos queda sino cuestionarnos cuánto hemos hecho desde la educación para formar la materia prima que la democracia requiere: una comunidad de individuos libres, en el sentido más pleno de la palabra.

Es aquí donde la educación superior chilena debiera asumir un rol cada vez más activo. En primer lugar, dada la masificación que ha tenido lugar en los últimos 30 años; y, en segundo, porque la urgencia del medio laboral hacia la profesionalización del curriculum, ha desvalorizado las disciplinas humanísticas, sostén clave de la cultura democrática. Potenciar una ciudadanía plena requiere, al menos, que la formación de los nuevos profesionales abrace seriamente y con metodologías nuevas los antiguos ideales de la ilustración.

La responsabilidad social y el pensamiento crítico, como mínimo, constituyen pilares esenciales para la formación de quienes desempeñarán un rol profesional que impactará para bien o para mal en el futuro de toda la sociedad.

Se deben procurar instancias de formación de calidad más allá de los conocimientos complejos y las competencias estrictamente profesionales o técnicas, para la adquisición de capacidades esenciales para transformar la desconfianza ciega ante la autoridad, en una actitud crítica, capaz de juzgar cada asunto en su mérito.

Si bien muchas instituciones han emprendido acciones para subsanar esta carencia, el desafío de superar la desigualdad en el desarrollo humano en educación superior, en pos de una formación integral para todos y todas con equidad, supera la capacidad de cualquier institución particular, pues requiere de enormes esfuerzos y de la colaboración, sin exclusiones, de todos los actores de la educación superior. Sin embargo, antes que cualquier otra cosa, la superación de este reto dependerá de que quienes toman las grandes decisiones en el país comprendan que invertir en una educación integral es invertir en nuestra democracia.

Escrito por Daniella Girardi