25 Mayo 2021

Sembrando en el mar: el repoblamiento de especies marinas en Quintay

Si un recurso marino está en vías de extinción, la única solución parecía ser la veda. Pero existe una línea de trabajo del Centro de Investigación Marina de Quintay de UNAB que apuesta por el repoblamiento. Si hay semillas que siembran la tierra, también hay semillas para el mar. Erizos, ostras y algas se desarrollan en la caleta, y los pescadores aprenden junto a investigadores de la universidad cómo dar nueva vida al océano.

Por Marcelo Contreras

Los restos óseos de una ballena descansan en la explanada del Centro de Investigación Marina de Quintay (CIMARQ) a modo de bienvenida y recordatorio. En estas instalaciones, entre 1943 y 1967, el ser más majestuoso que habita los mares era procesado tras su brutal captura. Tecnología e industria enfrascados para explotar lo máximo posible cada ejemplar, y así obtener carne, grasa, harina y aceites. Hoy, el centro perteneciente a la Universidad Andrés Bello también se valida a través de la tecnología, pero su uso está en las antípodas del exterminio.

Es aquí donde se trabaja un proyecto que ya suma dos décadas, con la intención de repoblar especies que necesitan un respiro en medio de la explotación, junto con traspasar ese conocimiento a los pescadores de Quintay, caleta centenaria y legendaria. A distancia de su bitácora ballenera con rastros de sangre y grasa que contaminaban sus aguas y olores nauseabundos, hoy es un reducto de hombres de mar, uno de los atractivos turísticos más reconocidos de la costa de la región de Valparaíso, y un sitio de investigadores y alumnos de la Andrés Bello.

“Hay que ser justos y no juzgar con estos patrones actuales”, comenta el director de CIMARQ, doctor Juan Manuel Estrada, sobre el pasado de Quintay. “Los balleneros eran héroes para esta comunidad. En ese entonces la Corfo y el estado destacaban dos polos en la región, Puchuncaví y la ballenera”, ilustra el doctor, respecto de cómo han cambiado los tiempos en cuanto al valor de determinadas industrias.

Para el académico UNAB, los pescadores son trabajadores expuestos a un severo sacrificio, incluyendo largas horas en el mar bajo inclemencias y la posibilidad latente de zozobrar. El doctor habla por experiencia propia. “Me he dado vuelta en un bote. Es un trabajo para valientes”, ejemplifica.

El Centro de Investigación Marina Quintay (Cimarq) es un núcleo de investigación y formación académica, donde antes operaba una ballenera.

La alianza entre esta línea investigativa del centro con los pescadores de Quintay está lejos de miradas románticas y asistencialistas. Estrada considera que son clave en la cadena alimenticia nacional. “El 80% de los chilenos que comemos pescado, los proveedores son ellos. Reinetas, jureles y otros son productos con altísimo valor nutricional, y esenciales para el desarrollo del cerebro de los niños y para el aspecto cognitivo en el caso de los adultos. A los pescadores les debemos salud y hay que cuidarlos”, puntualiza.

Paciencia con las ostras

Mientras el viento arrecia en una mañana nublada, observamos erizos en crecimiento en un estanque en Quintay junto a Pablo Oyarzún, investigador del CIMARQ y director de la carrera de Biología Marina de la Universidad Andrés Bello. Al profesor Oyarzún le saca una sonrisa la analogía de “sembrar en el mar”, pero hace precisiones.

“Tiene que ver con eso, aunque no exactamente. La acuicultura, así como la agronomía en la tierra, siembra en el agua. Pero esto es sembrar para los demás, no para una empresa, sino para que el ecosistema se mantenga. En otros países está subvencionado fuertemente en algunas especies en particular. En Chile se da a través de proyectos de investigación, como la siembra de erizos que hacemos acá”.

El profesor Oyarzún cuenta que se crían en Quintay porque son de la zona, subrayando la imposibilidad de repoblar con una especie ajena. “No queremos introducir una nueva especie, no puedes tomar cualquiera y lanzarla al agua. Tiene que ser de importancia para la sociedad, en este caso para Quintay, y tenemos que poder manejarlo, cultivarlo antes en los laboratorios, y ser relevante para el ecosistema”.

El sentido del repoblamiento, cuenta Pablo Oyarzún, es lograr un recurso marino que perdure en el tiempo en una década como esta, donde el concepto de sustentabilidad es protagonista. “Necesitamos estos recursos como alimento, pero debemos extraerlos hasta cierto punto y hacer algo para que no sean sobreexplotados. Podemos restringir o sacar en determinada época, pero también podemos aportar biomasa al sistema. Eso es el repoblamiento”, señala.

El profesor Oyarzún se entusiasma cuando habla de las ostras. “Son fantásticas”, sentencia, junto con apuntar que se trata de un producto con categoría gourmet en todo el mundo. “Nosotros manejamos el ciclo de la ostra, por lo tanto lo podemos cultivar en el laboratorio”, cuenta mientras ingresamos a una sala de estanques con ostras en distintas etapas de crecimiento.

A simple vista, son todas minúsculas. Sin embargo, algunos cultivos ya suman dos años. En rigor, lo que el profesor experimenta en esa área, tiene que ver con los colectores para anidar las ostras. Algunos son naturales, como valvas de cholgas, otros son rejillas o piezas semi cónicas de plástico. Decenas, sino cientos de pequeñísimos moluscos de la especie, se adhieren a cada uno de esos elementos.

-Este cultivo, ¿Cuánto tiempo toma finalmente?

He probado mariscos en varias partes del mundo y diría que como los nuestros no hay. Son más sabrosos. Eso está fuertemente relacionado con nuestras condiciones marinas, entre ellas la temperatura. A la vez, produce una desventaja, porque la gran mayoría de nuestros recursos marinos crecen muy lento. A qué voy: una ostra comestible demora entre cuatro y cinco años. Bajo esa condición, no es mucho negocio. Por lo mismo, buscamos herramientas que nos permitan mejorar esas tasas de crecimiento.

Locos con los locos

El doctor Estrada sentencia que estas investigaciones y el involucramiento de los trabajadores de la caleta de Quintay no pretende “transformar a los pescadores artesanales”, sino traspasar estos conocimientos. Ese pase se denomina “transferencia tecnológica”.

“No basta con realizar investigación y desarrollar tecnología”, acota el doctor. “Hay que preparar un paquete tecnológico idóneo para ser transferido a los pescadores artesanales”. ¿Cómo se aterriza esto? Mediante cursos, capacitaciones, y la permanente interacción que se da entre los hombres de mar y el CIMARQ. Los pescadores utilizan sus instalaciones para reuniones y aprendizajes, en un ambiente donde hay académicos y estudiantes de pre y post grado.

Javier Álvarez, presidente del Sindicato de Pescadores Artesanales de Quintay SIPACQ, confiesa que por décadas desconocían las distintas etapas de gestación y desarrollo de los productos que sacan del mar. “Nosotros nos preocupamos de extraer, pero no teníamos conocimiento de cómo se reproduce el erizo, por ejemplo. Hoy en día los compañeros tienen ese saber”, señala.

El líder de los pescadores rememora los yerros del pasado, cuando la ambición casi acaba con uno de los productos más preciados de nuestras costas. “La primera área de manejo en Chile fue la caleta de Quintay. Entonces, ¿qué pasó? En ese tiempo, hace más de 20 años, teníamos mucha cantidad de locos y nos volvimos locos y saquemos, saquemos, hasta que empezaron a llegar los botes vacíos. Y eso fue a causa de agarrarle el gustito a las monedas, ver cantidad, y no el error que estábamos cometiendo”, reconoce.

A pesar de lo dura que es la vida de los pescadores, Javier Álvarez cuenta que hay un recambio generacional tras adoptar algunas medidas que permitieron el ingreso de nuevos socios. Junto a eso, destaca que la relación con la Universidad Andrés Bello va más allá del trabajo y aprendizaje junto a CIMARQ, gracias a becas para hijos y nietos de los pescadores, lo que ha derivado en vínculo estrecho entre las partes.

Desde el gobierno regional, Carlos Cubillos, profesional de la unidad de innovación, división de planificación, cuenta que el GORE dispuso 135 millones de pesos para la labor del CIMARQ con los pescadores repoblando especies. Por supuesto, no solo se facilita el aporte, sino que se hace un seguimiento al proyecto mediante periódicos informes técnicos y financieros, más visitas a terreno. “Nosotros como financistas queremos ver el bien final, cómo llega a los pescadores artesanales este trabajo”, apunta. Cubillos destaca la calidad de los informes de la Andrés Bello y las publicaciones ad hoc lideradas por el doctor Estrada. “Son referencia en el tema y para el país. Ha sido un gusto trabajar con ellos”, asegura.

Escrito por Natalia Cabrera