Revista Nueva Minería| La economía circular en nuestra sociedad
“Tenemos aún mucho que aprender de este nuevo concepto, y su aplicación en beneficio de la sociedad pasará, indudablemente, por integrar de manera transversal individuos e instituciones”, dice el investigador Mario Sánchez en el artículo publicado por Revista Nueva Minería
Hablar de economía circular es cada vez más recurrente en el mundo de hoy, y creo percibir que hasta el hombre de la calle, alejado de términos técnicos específicos, tiene, al menos, una vaga idea de su significado.
Como muchos de los conceptos que se han ido acuñando a lo largo de la historia, la economía circular integra varios conceptos, hasta ahora diseminados y no conectados entre sí. Los seres humanos tenemos la virtud de crear nuevos prototipos (que pueden ser sólo mentales, no necesariamente matemáticos), converger a visiones más globales y resolver de mejor manera los nuevos desafíos.
El desarrollo de las ciencias ha seguido este protocolo y el advenimiento de nueva información y la observación más acuciosa de los fenómenos naturales (incluyéndonos como parte de la naturaleza), ha permitido crear modelos más sofisticados para predecir el futuro de nuestro desarrollo.
Sin embargo, esta nueva visión tiene aún muchas falencias. De otra manera, tendríamos predicciones más claras de los fenómenos sociales y sus explosiones, así como de las grandes enfermedades y pandemias que asolan nuestra sociedad, como las que hemos sentido en carne propia.
Así, la implementación del concepto de economía circular en nuestra cultura corresponde a una mejor comprensión de los mecanismos que rigen los fenómenos de nuestra sociedad, entre ellos los procesos industriales. Sin embargo, no es la solución definitiva a nuestros problemas.
La “economía circular” aparece en contraposición a la hoy llamada “economía lineal”, heredada de la revolución industrial, donde la atención se centraba fundamentalmente en el producto final de un proceso, y no en sus efectos secundarios.
La economía lineal corresponde a una época en que la Tierra y el océano circundante se consideraban con capacidad infinita para absorber los efectos colaterales, y los desechos y residuos generados por la industria se consideraban que no tenían efecto negativo para el planeta. Las limitaciones de área disponible para vivir hoy están muy claras, y la tierra, el agua y el aire, son preocupación fundamental para una vida sustentable.
La Fundación Ellen MacArthur, dedicada a trabajar, gestionar y difundir este concepto, ha postulado una gran verdad: “los procesos naturales no generan residuos, todos son reabsorbidos por la propia naturaleza”, y agrega, “los residuos y desechos son un invento del ser humano, producto de su desarrollo”.
Hemos ido transformando la naturaleza en nuestro beneficio sin tener en cuenta los efectos colaterales de este desarrollo. La economía circular basa su arquitectura, entre otras cosas, en los principios de la termodinámica, que permiten estudiar la evolución de los sistemas y su estabilidad, y predecir también su ocurrencia.
Mi llegada a la economía circular ocurrió desde la metalurgia y los procesos industriales para obtener metales. Nuestro grupo de investigación se preocupó por la gran cantidad de pasivos que generaba la industria del cobre ante el imperativo de sustentabilidad en el mundo actual. Nuestros minerales tienen contenidos ya menores al 1% del metal, y había que preocuparse por el 99% restante.
¿Qué hacer con ripios, relaves y escorias? Descubrimos el valor de componentes metálicos y no metálicos remanentes en estos desechos, lo que fue motivo de estudios con resultados valorados a nivel internacional. La aplicación de la economía circular se mueve hoy a otros ámbitos de la metalurgia, como la recuperación de valores de los desechos eléctricos y electrónicos: la llamada minería urbana.
En fin, se extiende también a otras áreas industriales, al reconocer el gran valor agregado que posee un producto ya terminado, y generando también el concepto de “uso en cascadas”, para no degradarlo súbitamente al estado inferior de desecho una vez terminado su ciclo de vida. Las vestimentas, los muebles, la maquinarias, etc., pueden recuperarse antes de su muerte y prolongar así su vigencia social.
Tenemos aún mucho que aprender de este nuevo concepto, y su aplicación en beneficio de la sociedad pasará, indudablemente, por integrar de manera transversal individuos e instituciones. Su aplicación eficiente ocurrirá sólo cuando exista el cambio cultural que permita corregir muchas de las anomalías que aún persisten en nuestra sociedad.