ORGULLO UNAB | La tecnóloga médica que vivió la pandemia desde el trabajo con niños
“Los niños son un mundo, conocerlos, creerles, dejar de mirarlos desde el adulto centrismo, también me ha ayudado a poder guiar en cierta manera a algunos padres, finalmente uno es más que la Tecnóloga Medica en Oftalmología en esos 20 o 30 minutos ‘clínicos”, reconoce Daniela Egaña, titulada en la Escuela de Tecnología Médica de la U. Andrés Bello en 2016 y hoy se desempeña en el Hospital de Niños Roberto del Río.
Daniela Francisca Egaña Gutiérrez tiene 34 años y se tituló en la Escuela de Tecnología Médica de la U. Andrés Bello el 2016.
Actualmente, trabaja en el área de oftalmología del Hospital de Niños Roberto del Río, desde donde analiza cómo los pequeños han vivido la pandemia y de cómo se ha visto el rol del Tecnólogo Médico en medio de esta crisis sanitaria
¿Por qué decidiste estudiar Tecnología Médica?
A pesar de lo extraño que es elegir, en plena adolescencia una profesión, donde en la mayoría de los casos no logras vislumbrar sus alcances ni desarrollo, mis habilidades o gustos desde el colegio se encontraban más apegadas a las ciencias química, biología, física. De igual forma, me gustaban las artes y bueno, en esas creencias medias culturales, donde hay “carreras que no dan dinero o felicidad”, decidí desarrollar mi lado “artístico”, que creía tener en talleres de baile, teatro, música, y bailando en grupos de folclore. Resolviendo a esa edad: “Puedes practicar lo artístico y aprender las ciencias” (risas). Por otro lado, desde muy chica, cerca de los 14-15 años, tuve la oportunidad de conocer el Laboratorio del CRS Maipú por la mamá de mi gran amiga Tecnóloga Médica, a quien admiro y recuerdo, mi tía Sally Ramos, gran profesional y tremenda mujer. Esto quizás es más largo de explicar, pero fantaseaba con la investigación y, por cierto, soñaba mucho. La tía Sally me orientaba de acuerdo a la especialidad que, para ella, era mejor para mí una vez que yo ya había decidido estudiar la carrera.
Actualmente estás en Hospital de Niños Roberto del Río ¿Cómo es trabajar con niños desde tu área?
Es el rencuentro con la infancia. Fue salir de esa zona de confort que todo profesional vive, cuando manejas al dedillo ciertas materias y áreas de desarrollo. Para mí, trabajar con niños ha significado afrontar inseguridades profesionales y entender que el camino ya estaba avanzado, que podía enfrentar ese desafío como muchos otros ya enfrentados. Colocar en práctica las fortalezas personales y desarrollo profesional, justamente estaba en una apertura a nuevos conocimientos y áreas. Trabajar con niños en el Servicio Público es un hermoso camino que recién construyo, aprendo mucho de ellos y venzo mis propias limitaciones profesionales. Me lleva a seguir perfeccionándome: Este año, tomé dos cursos en Baja Visión muy potentes, como charlas donde se habla de TEA, y busco fortalecerme a diario, algo así como enfrentar esos ramos que te enseñan en la universidad y que dejas para un “nunca lo hare” (risas). Aquí estoy, aprendiendo a desafiarme y celebrando mis avances y logros. Los niños son un mundo, conocerlos, creerles, dejar de mirarlos desde el adulto centrismo también me ha ayudado a poder guiar en cierta manera a algunos padres. Finalmente, uno es más que la Tecnóloga Médica en Oftalmología en esos 20 o 30 minutos “clínicos”, lo principal que hago es dar resolución a los vicios de refracción y eso te permite explorar mucho en sus realidades.
A tu juicio, ¿cuál crees que ha sido el rol del tecnólogo médico en esta pandemia?
Nuestra carrera es en general bien vilipendiada, algo oculta, medio en el anonimato, diría que incomprendida o desconocida dentro de las carreras de la salud. Sin embargo, escuché el nombre “Tecnólogo Medico” en discursos públicos por primera vez, más veces de lo que hubiese imaginado. El agradecimiento por parte del Ministro de Salud a mis colegas que han sido piedra angular en enfrentar la pandemia, en analizar exámenes para los colegas de laboratorio, morfofisiopatología e imagen, en proponerse y cumplir, aumentando la capacidad resolutiva, porque no solo pasa por manos de los que deciden los cambios. La no resistencia y el colocar el hombro al 100% es una de las características de nuestra profesión, que están y estuvieron a la hora de tener que dar el ancho. Mi especialidad oftalmología como la de otorrinolaringología por no ser de carácter urgente, quizás pudo detener un poco sus atenciones en algún momento. Sin embargo, hoy atendemos al completo. El rol de la profesión ha sido crucial, yo diría que es un rol preponderante, el eje vertical de que hoy puedan llevar estadísticas de PCR-COVID, como verificar la existencia de neumonía o no, que se informaban a diario y se siguen informado. Tras ello, están nuestros colegas a full, pero estamos como profesión también en alerta, para que se nos reconozca en el código sanitario y se nos salde lo que llamo yo la “deuda invisible”, somos prácticamente cinco carreras en un nombre común, y no deben las autoridades pasar por alto ello.
¿Cómo analizas la experiencia de los niños en medio de esta pandemia?
Creo que tienen una tremenda capacidad de adaptación. Sin embargo, he visto, no puedo separarme de mi rol profesional, cómo se ha dejado al albedrio de las y los niños el uso de tecnología sin control parental, lo que termina afectando en el desarrollo cognitivo, social y familiar, como también en la salud visual. Muchos niños y niñas con síntomas visuales netamente por exceso de pantallas, o niños en quinto básico sin saber leer, dos años en casa y con la preparación de nuestra sociedad donde en la escuela se daba gran parte de ese avance cognitivo. Y por otro lado, a estas alturas, ya a casi dos años del comienzo de esta pandemia, creo que la interacción es clave, que requieren de sus pares para desarrollar otras habilidades y de la cercanía, por cierto.
«La no resistencia y el colocar el hombro al 100% es una de las características de nuestra profesión, que están y estuvieron a la hora de tener que dar el ancho».
¿En qué crees que cambiará Chile con esta pandemia?
A nivel general, la forma de replantearse lo que es crucial, importante, inmediato, de lo que podría prescindir. La visión de lo importante y de lo necesario, pudimos pasar meses sin necesitar de un Mall, o de que sus trabajadores como los de los supermercados se pudieran retirar más temprano. En resumen, creo que nos podemos adaptar a una sociedad más justa, más inclusiva, menos individualista. Creo que el estallido social y esta pandemia nos vino a remecer más en las raíces que en lo aparente. El desafío en ello está en no olvidarnos, en comprender que todo se debe replantear, hoy los recursos naturales son clave, como cuidarlos y defenderlos también, así como hacer buen uso de las platas públicas. Entender que sin salud o con una atención de salud precaria no hay calidad de vida. Espero que nuestro país sepa cambiar, por mientras nos vamos ajustando.
¿Tuviste miedo de contagiarte por Covid?
Sí, principalmente porque vivo con personas mayores con enfermedades crónicas. Dejamos meses de visitarnos con mis hermanos, sobrinos, cuñados por protegernos entre todos. Pero es el miedo a lo desconocido también, de este virus poco y nada se conocía al comienzo, de hecho, para poder saber un poco más hice cursos online de España, y el de seguimientos de casos de la U. de Chile, eso me ayudó a estar alerta, traspasar esa información también y bajar esa ansiedad propia de lo desconocido.
En lo personal ¿cuánto te ha cambiado la pandemia?
Creo que los cambios son a diario. Me cambió la piel de las manos, la forma de respirar (risas). Fuera de bromas, no podría saber a ciencia cierta si fue un evento el que me cambio, esta pandemia aún no se termina. Pero quizás, si pudiera definirlo, es practicar en lo personal y lo colectivo el cuidado, cuidado en uno mismo, con el otro y entre los otros. Una especie de conciencia en práctica, suena medio hippie. Creo que en mi vida había añorado tanto un espacio de naturaleza, el mar era casi como un objetivo, y el campo. Santiago me quedó incomodo en esta pandemia creo.
¿Qué herramientas crees que te proporcionó la UNAB para llevar a efecto todo tu trabajo?
¿En lo profesional? Soy de la convicción que las universidades te entregan las herramientas básicas, todo el resto depende de uno. En salud es bien concreta la educación, es teoría y práctica de la mano, y ambas me las proporcionó la UNAB. Si no hubiese tenido la visión que me permitió mi internado, o mis prácticas clínicas desde tercer año, quizás no me hubiese picado el bichito del sector público, por ejemplo. La UNAB tiene, al menos en mi experiencia, una malla curricular bien completa.
¿Cuáles son tus sueños próximos en lo profesional y personal?
Es un anhelo, más que un sueño. Soy de mente bien inquieta y de la convicción que siempre se puede seguir aprendiendo, por lo que me gustaría en postpandemia mejorar mis atenciones, estudiar terapia visual como hoy se conoce, la encuentro mucho más motivadora de la que yo aprendí. Me gusta mucho un máster de España, por lo que no descarto ir por ello, y por uno que es más cortito a Perú. Respecto a desarrollo en lo profesional, la Gestión de procesos y mejoras, me vuela la cabeza. Siempre estoy viendo de qué forma unas u otras cosas se podrían mejorar incluso la gestión de personas. Quizás algún día llegar a algún departamento y con mayor conocimiento poder implementar ciertos cambios estructurales que hoy veo necesarios, o poder plantearlos al menos, entendiendo que no todo cambio pasa por uno. Tengo pendiente certificarme como Acreditadora de Salud, que es un anhelo que a ratos me gustaría concretar, quizás se me dé el espacio, al menos el diplomado ya está hecho.