Macarena Chepo: “Los más vulnerables durante esta pandemia son los migrantes”
Enfermera de profesión, ha cimentado una importante carrera como investigadora tomando como foco la compleja relación entre migrantes en Chile, discriminación percibida y menor acceso a servicios de salud. A juicio de la profesora de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello, una tríada que tiene sus bases en nuestra propia historia, y que se agudiza durante la actual situación sanitaria.
Escrito por: Eliette Angel V.
Según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), en Chile residen casi 1,5 millones de extranjeros, que equivalen al 7,8% de la población (el promedio de la OCDE es de 9,8%). Esta evidente tendencia al alza de ciudadanos de otros países que llegan a Chile en búsqueda de mejores oportunidades lleva unos 10 años, mismo tiempo que Macarena Chepo, profesora e investigadora de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello, comenzó a investigar cómo afecta la discriminación racial a la población migrante en el acceso a la salud en Chile.
“La discriminación hacia personas migrantes está metida tanto en nuestra historia, en las venas, que la gente no se da cuenta y aparece en frases recurrentes cotidianas como ‘estás trabajando como negro o como chino’”, cuenta Chepo, enfermera de profesión, magíster en Salud Pública y actualmente cursando el doctorado en la misma línea en la Universidad de Chile.
Y añade: “Es súper difícil darnos cuenta de que estamos siendo racistas o discriminadores”. Entonces Chepo explica que algunos autores hablan derechamente de racismo mientras que otros, prefieren discriminación racial. “Pero el fin es el mismo: distinguir al otro, pensar que el otro tiene una especie de marca, un estigma, que lo aleja o excluye del resto y lo sitúa en una posición no deseada. Las marcas pueden ser el color de piel, el país de origen o la forma de hablar. Estar en esa categoría no deseada genera restricciones que operan es distintos espacios: eso es la discriminación y es rudo, porque en Chile pasa en todos los niveles sin distinción. En salud lo peligroso es que eso limita accesos y genera inequidades que podrían ser evitables ”, enfatiza.
Entonces da como ejemplo la situación actual del Covid-19 y la escasez de camas para los pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). “Si hay una cama para un inmigrante, que no tiene familia o redes de apoyo o que nadie pregunta por su estado de salud, ¿podemos asegurar que esa persona reciba el mismo trato que un nacional?”, se pregunta Chepo. Justamente, la forma en que la población migrante enfrenta la pandemia será parte de su investigación doctoral.
El primer trasplante a una migrante
La pregunta de Chepo tiene fuertes asideros. El 17 de septiembre de 2018, Clairmathe Maindes, joven haitiana residente en Chile, ingresó de urgencia al hospital por una hepatitis B. Se transformó en prioridad nacional para trasplante de hígado. Una semana después, fue operada.
“Muchas gracias y felicitaciones a todos los chilenos. Quiero agradecerles porque nadie nos discriminó por ser negros. Felicitaciones a todos los doctores de la Universidad Católica (donde fue trasplantada), porque tratan muy bien a los haitianos”, dijo entonces al diario La Cuarta Celius Ector, esposo y único familiar de la joven de 24 años.
Afortunadamente Ector, panadero de oficio, no había leído Twitter (ni los comentarios a las noticias publicadas de la época y que aún se pueden leer por la red). Pero Chepo sí revisó la red social y encontró diversas frases denostando el color de piel de Maindes o enfatizando que un chileno debiese tener prioridad por sobre un migrante en un trasplante.
Así surge la investigación “¿Es Twitter un sensor de opinión pública en salud? Análisis del caso de Claimathe Maindes”, que analizó 339 tuits. Para la enfermera debiese protegerse el libre e igualitario acceso a la salud en Chile, independiente de la condición migratoria. “Al parecer el derecho al acceso a servicios de salud como un derecho humano posee cierta fragilidad, ya que no es para todos”, reflexiona Chepo.
La enfermera agrega: “En Twitter, donde el anonimato de alguna manera salvaguarda las opiniones vertidas, es fácil encontrar comentarios sobre el nulo acceso a servicios de salud que un migrante debiese tener o cómo la llegada de personas migrantes son una invasión al país, que amenaza su estabilidad. Los migrantes parecieran no ser parte de este acuerdo social en salud”.
Entonces Chepo destaca otro concepto: la diferencia entre migrante y extranjero. “Un europeo es extranjero, un migrante es la connotación más latinoamericana o de países vecinos más pobres: el peruano y el haitiano son migrantes. Pero no le decimos migrante al señor alemán que vino a insertarse. Él es extranjero”, explica.
En ese sentido, y de acuerdo a la información entregada por el INE y el DEM en marzo de 2020, la gran mayoría de los extranjeros residentes en Chile provienen de Latinoamérica y el Caribe, liderados por Venezuela (30,5%), Perú (15,8%), Haití (12,5%), Colombia (10,8%) y Bolivia (8%).
El racismo enferma
Cuando alguien dice que el “racismo mata”, la mayoría puede tener en su cabeza la imagen de la pierna del expolicía Derek Chauvin sobre el cuello de George Floyd en Minneapolis (Estados Unidos), que terminó con su vida por asfixia. Sin embargo, el investigador de la Universidad de Harvard, David Williams, usaba la misma expresión -así como “el racismo nos enferma”- para referirse a algo mucho más sutil: al impacto de la discriminación en el acceso a la salud (y desarrolló una escala para medirlo).
“En Chile somos súper sensibles a lo que pasó en Estados Unidos y el #BlackLivesMatter, pero no con lo que está pasando en nuestro país con los haitianos o también con el pueblo mapuche” dice Chepo, cuyos apellidos, justamente, son de origen mapuche.
De hecho, en nuestro país los migrantes viven en una mayor “precariedad social”. Por ejemplo, en 2017 residían 115.225 niños, niñas y adolescentes migrantes en nuestro país, más de un quinto de ellos son pobres en términos de ingresos (22,1% los migrantes versus 13,7% de los chilenos), viven más en condiciones de hacinamiento crítico (6,3% versus 1,4%) y un cuarto de ellos no asistirían a establecimientos educacionales (los chilenos, un 17%).
A mayor precariedad social, menor es el acceso a la salud. Así lo ratifican los estudios de la propia Chepo a partir de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN): si un chileno realiza casi 2 controles o consultas de salud en los últimos 3 meses, en el caso de un migrante es de 1,24. “La discriminación fue la variable que demostró mayor fuerza” en esta brecha de acceso a la salud, explica en una de sus decenas de publicaciones Chepo.
Entonces la enfermera detalla algunas de las razones. Primero si el migrante está en una situación irregular, no querrá asistir a un centro de salud por temor a la estigmatización o la deportación. Luego, al igual que los chilenos (80%), la mayoría de los migrantes pertenecen a Fonasa (67%) y puede que no sea del todo claro para estos últimos cómo opera este sistema. “La sectorización, las derivaciones, la necesidad de controles preventivos pueden ser elementos confusos para una persona que no se ha atendido en Chile. Entonces no sabes cómo navegar en el sistema. Si eres haitiano es más complejo porque no entiendes el idioma”, acota la enfermera, quien ha publicado diversos capítulos de libros sobre la materia.
Pandemia y accesos
Otro problema importante son las limitaciones que tienen los propios profesionales de la salud para atender a un migrante, ya sea por la falta de antecedentes médicos o barreras idiomáticas o administrativas, falta de tiempo o desconocimiento de la cosmovisión propia de algunos colectivos migrantes.
“Por ejemplo, en el caso concreto de los pacientes haitianos, la forma de examinar la piel es distinta. Además, tienen una forma diferente de concebir la salud y enfermedad, la alimentación y aspectos de crianza o de religiosidad”, detalla esta profesional que inició su carrera como enfermera clínica en un centro de salud de Puente Alto (Región Metropolitana).
Y añade que en ese sentido, desde la perspectiva técnica, “si bien se han realizado esfuerzos, Chile aún no está lo suficientemente preparado para realizar atenciones de salud con pertinencia cultural a las personas migrantes”.
Chepo cree que todos estos factores se complejizan aún más durante una situación sanitaria como la que estamos viviendo por el coronavirus. Por ejemplo, las mencionadas barreras idiomáticas “pueden impedir la comprensión de las indicaciones de cómo prevenir el Covid-19. Mi principal hipótesis es que los más vulnerables durante esta pandemia son los migrantes. Eso no se ha visibilizado lo suficiente y es lo que espero hacer en mi tesis doctoral”, detalla Chepo.
Y concluye diciendo: “La salud es un derecho y como sociedad y profesionales de salud tenemos la obligación ética y moral de perseguir ese fin”.