Luis Araya Castillo, director de postgrado de la Facultad de Economía y Negocios: La educación como herramienta de superación
¿Cómo es la calidad de la educación superior a distancia? Esa pregunta que hoy en medio de la pandemia resuena con fuerza, no parecía de gran relevancia hace casi ocho años, cuando el doctor Araya comenzó a desarrollar modelos para medir su calidad. Sin embargo, el mundo cambia, y la propia vida de este académico es una prueba de ello. Con la convicción de que el estudio es la mejor herramienta para sobrellevar las dificultades, logró dejar atrás una dura infancia y adolescencia.
Escrito por: Eliette Angel V.
Era 2010 y Luis Araya, actualmente profesor e investigador de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la UNAB, cursaba a distancia licenciatura en gestión de calidad total de la Universidad Católica del Norte (UCN, en Antofagasta). Apenas finaliza esos estudios, se suma en 2012 al máster en consultoría estratégica de la Universidad de Valencia (España). Su idea es experimentar él mismo distintos tipos de educación superior a distancia porque está desarrollando modelos para medir su calidad. Quiere tener un conocimiento vivencial, no sólo quedarse con la teoría.
La educación cumple un rol central para Araya: siempre ha considerado que es la mejor herramienta para superarse. Y su vida es una prueba de ello. Gracias a las becas que consiguió por sus excelentes calificaciones en el liceo técnico, logró dejar atrás una infancia y adolescencia difícil en su natal Copiapó para transformarse en el mejor estudiante de cuanta meta se propuso: bachillerato, ingeniería comercial y magíster en marketing en la Universidad de Chile, además de diversos reconocimientos y una pasantía profesional en el Consulado General de Chile en La Paz (Bolivia).
Estudiando su pregrado, Araya es becado en 2005 para realizar estudios de intercambio en la Universidad de Barcelona, en España. Quiere volver a la capital de Cataluña y lo logra pocos años después para cursar el doctorado en empresa en la misma casa de estudios, que paga de su propio bolsillo “porque era accesible al ser una universidad pública”, comenta. En realidad, la beca que recibe es para realizar otro doctorado, el de ciencias de la gestión (Ph.D. in Management Sciences) de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE Business School) de la Universidad Ramón Llull. Cursa ambos doctorados prácticamente en paralelo, obteniendo la máxima distinción, lo que se conoce como cum laude.
Fue en la Universidad de Barcelona donde el ingeniero comercial quiso desarrollar un tema novedoso para su tesis. Hace más de 10 años poca gente en nuestro país estudiaba su carrera universitaria a distancia y si alguien lo hacía, preferentemente era para cursar un postgrado. “En ese entonces en Chile la educación a distancia se percibía de menor calidad, con mayor nivel de desconfianza”, opina Araya. Cómo nos cambiaría la vida en pocos años: hoy, en medio de una pandemia, la mayor parte de la educación se realiza a distancia.
Y de ahí la relevancia de contar con modelos para poder evaluar la calidad de ésta. Además, resulta que “no se pueden replicar modelos de educación superior tradicional (presencial) en educación a distancia porque tienen características distintas. Por ejemplo, el rol más relevante en una educación tradicional es el del profesor; mientras que en la educación a distancia es el alumno”, explica Araya, quien actualmente está finalizando un nuevo doctorado, en ciencias económicas, empresariales y sociales de la Universidad de Sevilla (España).
Los orígenes de la docencia
La utilidad de un modelo de calidad de servicio de educación superior a distancia es diversa. “Si uno lo quiere ver bajo la perspectiva pública, permite tomar mejores decisiones. Y si lo ve de una manera interna, de la universidad, sabe qué dimensiones son las que se tienen que potenciar y cómo éstas impactan en los niveles de satisfacción y, por ende, en la intención de comportamiento de los estudiantes”, opina el doctor Araya. Y añade: “Me gusta la parte de gestión, la parte directiva, pero más aplicada al ámbito social. Por eso investigo el tema de educación”, acota.
De hecho, su amor por la educación partió al poco tiempo de haber llegado a Santiago, cuando estudiaba ingeniería comercial. Fue el primer coordinador del demandado Departamento de Apoyo Académico enfocado en los estudiantes de los dos primeros años de la carrera y que presentaban mal rendimiento. El secreto fue que no sólo se enfocaban en los contenidos, sino que también en la estabilidad emocional de los jóvenes.
“Estamos convencidos de que si el alumno se encuentra bien en su vida personal, también se encontrará bien en su vida como estudiante universitario”, diría Araya en una entrevista de la época, tal vez como una manera de superar sus propios fantasmas de su niñez y adolescencia. Nuevamente la educación era su salvavidas y de una manera u otra, su vida siempre seguiría vinculada con ésta, como académico o investigándola desde su área de expertise (de hecho, otras de sus líneas de trabajo son los grupos estratégicos y la personalidad de marca en la educación superior). En la actualidad, y con el apoyo de otros investigadores (incluyendo académicos de la UNAB), dirige un diploma en emprendimiento e innovación en un colegio para adultos.
Volviendo al desarrollo de un modelo de calidad de educación a distancia, Araya comenta: “Cuando terminé el estudio existían tres o cuatro escalas de calidad de educación a distancia y eran en Europa. Había algunas que se aplicaban a Sudamérica, pero no con la exigencia científica de proponer y desarrollar el modelo, y validarlo a través de ecuaciones estructurales (una metodología estadística)”.
Por eso lo primero que hizo fue identificar las universidades chilenas con programas con educación a distancia con las que trabajaría para poder lograr su misión de desarollar el modelo. Fueron ocho las escogidas, que representaban al norte, centro y sur de nuestro país, tanto públicas, como privadas y privadas con aportes del Estado.
Luego se dio a la tarea de encuestar a más de 600 estudiantes que cursaban en esas universidades algún programa de educación a distancia. Con esa información aplicó ecuaciones estructurales para confirmar la estructura, conformación y relaciones del modelo. Así finalmente logró determinar las ocho dimensiones que debían ser consideradas en éste. Su objetivo siempre fue ser lo más completo posible.
Dos escalas, un objetivo mayor
Por ejemplo, una de esas dimensiones es la plataforma funcional, que incluye, como es de esperar, que la plataforma virtual (el sitio web o portal) opere bien, que sea fácil de usar y que su diseño sea atractivo. Además, que contenga la información sobre trabajos y evaluaciones y que sea fácil la descarga del material de estudio. Araya, además, incluyó la plataforma emocional, es decir, qué provoca ese sitio web o portal en el estudiante. Obviamente, esperaba que le generara bajo nivel de estrés y de ansiedad y que incluso lo entretuviese, que contara con foros de discusión y con monitores dispuestos a responder en estos (también incluyó en esta dimensión el manejo seguro de la información personal).
Las demás dimensiones son profesores y enseñanza, material de estudio y plan curricular, evaluación y retroalimentación, administración y organización, apoyo institucional, y social y laboral. Así surge el modelo “Calidad del Servicio en Educación Superior a Distancia” (DIHESQ, por sus siglas en inglés)».
El doctor Araya no quiso quedarse ahí. Dado que una de sus especialidades es el marketing, también quiso saber qué tan satisfecho estaban los estudiantes con sus cursos. Así surge la escala de “Satisfacción e Intención de Comportamiento en Educación Superior a Distancia” (SIBDHE, por sus siglas en inglés) que considera la intención de comportamiento del alumno en términos de retención, es decir, que siga estudiando en la universidad; lealtad, que significa que recomiende o que vuelva a estudiar en la universidad más adelante, y su disposición a pagar.
“Pensé: ‘Bueno, si el alumno dice sentir o tener una buena percepción del servicio que recibe, entonces se va a sentir satisfecho o feliz con la institución, y eso impacta en su intención de comportamiento’”, comenta Araya, quien también es Director de Postgrado de la Facultad de Economía y Negocios de la UNAB. Uno de esos postgrados es el Magíster en Dirección de Empresas -más conocido simplemente como MBA-, que se realiza de manera presencial y online (Executive).
“Tenemos alumnos en el MBA que trabajan en el sector minero en el norte o en el sector de salud con turnos. También personal de las fuerzas armadas o instituciones policiales que están destinados en el norte o en el sur, que no pueden estudiar presencialmente. La educación a distancia es una tremenda herramienta no solo porque se puede abarcar más alumnos, sino a personas que por razones geográficas o laborales no podrían estudiar. La educación a distancia abre oportunidades para que, como país, tengamos un mayor nivel de desarrollo”, opina Araya.
El doctor Araya tiene otras líneas de investigación que son más ‘tradicionales’, según sus propias palabras: empresa familiar y riqueza socioemocional, calidad de vida y satisfacción laboral, cooperativas y entidades del tercer sector (entidades sin ánimo de lucro).
También estudia la diversificación internacional de las empresas y cómo afecta en su desempeño, realizando el primer estudio en Chile con este foco. Inició esta línea también en España, mientras cursaba su ‘otro’ doctorado en ESADE/Universidad de Ramón Llul, llamada así en honor al beato del siglo XIII apodado el “doctor iluminado” por su sabiduría, la que incluiría la creación de la rosa de los vientos. Esa rosa de los vientos que, en el caso de Araya, nunca más volvió a apuntar hacia Copiapó. Pero que deja abierta la posibilidad de soplar hacia todos los otros rumbos.