La Tribuna | Por qué nos cuesta adaptarnos al cambio de horario
La directora de Enfermería UNAB, Sara Contreras, describió los alcances que supone el adelantamiento de los relojes en una hora, dando al horario de verano en Chile.
En el quiasma óptico, en nuestro cerebro, se encuentran los relojes biológicos que gobiernan nuestros ritmos esenciales. Cada vez que se produce un cambio de horario, este centro neurológico se ve afectado, desencadenando alteraciones que impactan en la vida de muchas personas.
Para comprender por qué nos cuesta adaptarnos a los cambios de horario, resulta crucial entender que las funciones humanas no se rigen estrictamente por un ciclo de veinticuatro horas.
Nuestro ciclo fisiológico, por ejemplo, se completa en aproximadamente veintitrés horas, mientras que el ritmo emocional, que modula nuestro estado de ánimo, se extiende cerca de veintiocho horas.
El ciclo intelectual, por su parte, que influye directamente en nuestras capacidades cognitivas, dura alrededor de treinta y tres horas.
Esta disparidad explica por qué en ocasiones podemos experimentar un rendimiento físico óptimo mientras nuestras facultades intelectuales flaquean, o viceversa.
Cambio de horario: amplio debate
Conocer estos ritmos individuales se convierte, entonces, en una herramienta poderosa para organizar nuestras actividades cotidianas de manera más armoniosa.
La implementación del horario de verano, originalmente concebida durante la Primera Guerra Mundial y ahora vigente en más de setenta países, busca principalmente economizar energía eléctrica aprovechando la prolongada luz solar de los días estivales.
Sin embargo, las consecuencias de esta alteración horaria generan amplios debates, respaldados por estudios epidemiológicos que resultan escasos y, en no pocas ocasiones, contradictorios.
El impacto real del cambio horario depende fundamentalmente de la respuesta individual y colectiva.
Mientras algunas personas desarrollan procesos biológicos y psicoemocionales que facilitan su adaptación a las nuevas circunstancias, otras pueden experimentar estrés significativo ante la misma situación.
La Sleep Foundation ha documentado que las personas duermen en promedio cuarenta minutos menos el lunes siguiente al ajuste primaveral del reloj, y no resulta extraño que las alteraciones del sueño persistan durante días o incluso semanas.