01 Abril 2024

La Tercera | Sistema político: ¡Esperen! ¡Esperen!

En esta columna, Gonzalo Valdés y Raúl Figueroa del Instituto UNAB de Políticas Públicas, abogan por una reforma del sistema político para mejorar la gobernabilidad del país.

En la película “Corazón Valiente”, William Wallace lidera al ejército escocés contra los ingleses. Como los escoces no tienen caballería, se preparan para usar la velocidad y fuerza de los equinos ingleses en su contra, con picas especialmente preparadas. Pero para que estas surtan efecto deben levantarse en el momento preciso, un atraso es mortal y un adelanto hace inefectiva la estrategia. Wallace se encarga de ejecutar el movimiento, con sus icónicos: “¡Esperen! ¡Esperen!… ¡Ahora!”.

Respecto al sistema político vivimos un problema similar. Sabemos que es disfuncional: hiperfraccionamiento del Congreso, problemas de gobernabilidad dentro del oficialismo, difícil negociación con la oposición, crisis de representatividad, gobiernos de minoría, renuncias de parlamentarios, etc. Pero también sabemos que cambiarlo significará una batalla.

Cuando pasamos del sistema electoral binominal al proporcional, los técnicos cercanos al poder aseguraron que los pactos no se fracturarían, pero se equivocaron. La distancia entre la expectativa y la realidad fue enorme, y como resultado se redujo considerablemente la confianza en quienes diseñaron las modificaciones. Por esto, nadie será capaz de convencer a los políticos de cambiar el sistema político de raíz.

El único camino realista es preparar una batería de propuestas gradualistas y consensuadas para ser discutidas y aprobadas en el momento preciso. Al no ser una urgencia ciudadana, los incumbentes preferirán que el riesgo de cambio lo vivan los siguientes. Por eso, la presión debe ser ejercida para cuando ese riesgo sea el mínimo. Ese momento sucede cada cuatro años, después de tener los resultados de las elecciones parlamentarias y antes de que los nuevos parlamentarios asuman. En esos meses, los incumbentes que no fueron reelectos no son afectados por la reforma, y los que sí lo fueron tienen cuatro años para adaptarse. Apurar hoy a los incumbentes arriesga sobrecalentar los ánimos, disminuyendo la posibilidad de éxito.

Que exista un piso de votación nacional para llegar al Congreso, y que en casos extremos existan órdenes de partido. Que la elección de senadores se mantenga en la primera vuelta presidencial, pero que la de diputados se decida en la segunda vuelta. Que la papeleta nacional mezcle lo mejor de los sistemas abiertos y cerrados: que solo los primeros dos candidatos sean electos por la ciudadanía de forma abierta, y que el orden de los demás sean elegidos por los partidos de forma pública. Que las papeletas de concejales y consejeros regionales sean cerradas. Que en la papeleta de diputados (segunda vuelta) se ordenen los candidatos según a qué finalista presidencial apoyan, y que en la de senadores (primera vuelta) el orden sea por partido. Que existan exigencias territoriales para ser candidato presidencial, evitando el uso de precandidaturas testimoniales para levantar nuevos partidos, y también más exigencias para mantener activo un partido político. Que los pactos electorales estén formados por un máximo de dos partidos, evitando alianzas ingobernables.

Preparemos las picas que reorganizarán el sistema político de forma controlada, y ejerzamos una presión conjunta y transversal para ganar la batalla de la gobernabilidad.

Por Gonzalo Valdés y Raúl Figueroa, Instituto UNAB de Políticas Públicas

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Escrito por Valeska Muñoz