Un problema clave de estos productos es que incluyen conservantes, colorantes y edulcorantes que no solo modifican su composición, sino que también pueden provocar efectos negativos en la salud a largo plazo.
Ley de etiquetado
En Chile, la Ley N° 20.606, llamada “ley de etiquetado de alimentos”, se implementó en 2016 para informar a los consumidores sobre los ingredientes de los productos que adquieren. Esta normativa introdujo las etiquetas que alertan sobre el exceso de calorías, sodio, azúcares y grasas saturadas. Sin embargo, Rojas destaca una limitación significativa:
No nos advierte sobre el grado de procesamiento ni sobre la presencia de conservantes, colorantes o edulcorantes en estos productos
Un problema importante es que la normativa no exige a las empresas etiquetar de forma clara la presencia de aditivos industriales, lo cual coloca a los consumidores en desventaja al momento de escoger opciones más saludables.
Rojas insiste en la importancia de leer las etiquetas de ingredientes de los productos más allá de los sellos de advertencia. “Debemos leer los ingredientes que aparecen en el alimento y ayuda muchísimo”, recalca. La nutricionista también señala que muchos productos que se venden como “saludables”, como los frutos secos o las barritas de cereal, en realidad contienen aceites vegetales y grasas saturadas que los hacen menos recomendables para una dieta saludable.
Impacto en la salud
Claudia Rojas, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética UNAB
Ingerir alimentos ultraprocesados de manera habitual puede deteriorar la salud con el tiempo. Investigaciones han demostrado que estos productos están relacionados con un aumento en la obesidad, problemas del corazón y afecciones digestivas.
En esta línea, la Organización Mundial de la Salud ha señalado que consumir carnes procesadas en exceso, como salchichas y embutidos, eleva el riesgo de cáncer colorrectal, una de las formas de cáncer más frecuentes en el mundo.
Estos productos suelen tener bajo contenido de fibra y altos niveles de azúcares añadidos, grasas saturadas y sodio. “La mayoría de los ultraprocesados contienen apenas 0.5 o 1 gramo de fibra, cuando nuestra ingesta diaria debería estar entre 25 y 30 gramos”, señala Rojas.
Gran parte de los ultraprocesados son altos en calorías, grasas saturadas y sodio, lo que nos puede llevar a desarrollar obesidad y enfermedades cardiovasculares.
Los alimentos ultraprocesados contienen aditivos industriales que pueden desencadenar inflamación en el organismo. Colorantes, edulcorantes y conservantes se emplean para mejorar el aspecto y sabor de estos productos, pero pueden tener efectos secundarios perjudiciales. Rojas advierte que algunos de estos aditivos, como los nitritos y nitratos presentes en carnes procesadas, se asocian con un mayor riesgo de cáncer y otras enfermedades crónicas.
La especialista sugiere que los consumidores adopten una postura más consciente al seleccionar sus alimentos. En vez de confiar solo en los sellos de advertencia, recomienda revisar la lista completa de ingredientes y optar por evitar aquellos productos que incluyan numerosos aditivos industriales.
«Como lo hacían nuestros abuelos»
“Deberíamos volver a comer como lo hacían nuestros abuelos, cuando preparaban su propia comida en casa con ingredientes frescos”, sugiere Rojas.
La nutricionista señala que al preparar alimentos en casa, se tiene total control sobre lo consumido, evitando así los conservantes, colorantes y otros aditivos que caracterizan a los ultraprocesados.
Esta “vuelta a lo clásico” no solo beneficiaría la salud, sino también contribuiría a reducir el impacto medioambiental de la producción y el consumo de alimentos ultraprocesados. Los alimentos frescos y mínimamente procesados no solo son más saludables, sino que generan menos residuos y requieren menos recursos industriales para elaborarse.