La Segunda | Columna de Mauro Basaure: candidaturas y mérito
El consenso temático entre las candidaturas es claro en seguridad, migración, empleo y salud; pero hay un desacuerdo profundo en torno al significado del mérito y el rol del Estado.
El muy probable triunfo de la derecha se explica por su mayor credibilidad en seguridad, migración y crecimiento. Bien probable, pero insuficiente. Bajo esa superficie opera un movimiento tectónico en la cultura política: crece la intuición de que el progreso depende más del esfuerzo personal que del amparo estatal.
En juego está el concepto de mérito. Ese giro no solo reordena prioridades; alinea el clima de época con las ofertas que prometen competencia, poda de trabas y sanción a la ineficiencia y al nepotismo.
La lectura de los programas muestra dos «familias» del mérito. La familia USA entiende la justicia como abrir la cancha, matar el pituteo, remover obstáculos y premiar resultados; la familia europea pone el acento en garantizar derechos-piso y nivelar la partida antes de medir rendimientos. Es una disputa sobre qué consideramos justo.
En el extremo USA se ubican Kast y Kaiser y, con matices, Matthei; en el europeo occidental, hoy en crisis, Jara y Enríquez-Ominami; Artés remite al socialismo real; Parisi y Mayne-Nicholls tantean un equilibrio tecnocrático cuya inscripción en este mapa no es del todo clara.
Los vientos soplan sin duda al polo USA. La Encuesta Bicentenario 2025 muestra que el 42% atribuye hoy el bienestar al esfuerzo personal y el 28% al Estado; en 2021, en pleno proceso constitucional, era al revés: 42% Estado versus 27% esfuerzo.
Si más personas creen que «salir adelante» depende ante todo de ellas, gana tracción la oferta USA, que pone el foco en libertad para emprender, eficiencia y reglas procompetencia; no solo la que promete «orden». La ventaja de la derecha no se explica únicamente por seguridad, migración o crecimiento: sintoniza con un clima meritocrático a la americana, que quiere al Estado como árbitro contralor, no como jugador.
En este contexto, caben dos advertencias para quien apueste por el modelo USA a ultranza. No hay mandato «antiEstado». La encuesta muestra también una preferencia por el universalismo que no solo castiga la burocracia ineficiente y los cuoteos, sino que también demanda derechos básicos.
Una derecha que confunda esto con «sálvese quien pueda» chocará con esa fibra. Segunda: el mérito requiere pisos creíbles y resultados perentorios; de otro modo, la promesa meritocrática se percibe rápidamente como mera retórica.
El consenso temático entre las candidaturas es claro en seguridad, migración, empleo y salud; pero hay un desacuerdo profundo en torno al significado del mérito y el rol del Estado. Hoy, una mayoría quiere que el esfuerzo cuente de verdad y desconfía de que el Estado, tal como funciona, lo garantice.
La oferta de la derecha parece hoy cubrir mejor esta sensibilidad y demanda, pero olvidar que ello supone equilibrios e intervención estatal correctiva puede traer rápidamente decepción cuando el tema securitario deje de ser la gran demanda y la cuestión igualitaria vuelva a recibir viento en popa. «La ventaja de la derecha sintoniza con un clima meritocrático a la americana, que quiere al Estado como árbitro contralor, no como jugador».
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