La Segunda | Columna de Felipe Balmaceda: Capitalismo y democracia
La democracia necesita al capitalismo para generar la prosperidad material que sostiene su legitimidad política. A su vez, el capitalismo necesita de la democracia para garantizar que los mercados permanezcan abiertos, competitivos y socialmente responsables, explica el profesor de la UNAB.
En una columna de opinión escrita para el diario La Segunda, el economista de la UNAB e investigador del Instituto de Políticas Económicas, Felipe Balmaceda, plantea que la relación entre democracia y capitalismo no es casual, sino profundamente interdependiente.
Para sostener su afirmación, cita a Martin Wolf (2023) en The Crisis of Democratic Capitalism. El autor dice que la democracia liberal y el capitalismo de mercado son sistemas que se necesitan mutuamente.
La explicación es que cada uno proporciona el soporte institucional y normativo que el otro requiere para funcionar de manera eficaz. Sin esta alianza, ambos corren el riesgo de caer en la disfunción o el autoritarismo.
La democracia necesita al capitalismo para generar la prosperidad material que sostiene su legitimidad política. A su vez, el capitalismo necesita de la democracia para garantizar que los mercados permanezcan abiertos, competitivos y socialmente responsables.
«Estas características ayudan a evitar que el capitalismo derive en oligarquía o clientelismo. Wolf (2023) advierte que, cuando se debilitan los límites democráticos, las grandes empresas y las élites económicas pueden capturar al Estado, distorsionando los mercados y erosionando la equidad económica», plantea Balmaceda
El investigador agrega que ambos sistemas, además, dependen de normas compartidas: el Estado de derecho, los derechos individuales y la creencia en el mérito.
«Estas normas fomentan la confianza y la legitimidad, esenciales tanto para el gobierno democrático como para el intercambio capitalista», advierte.
Hechas estas definiciones, el profesor Balmaceda opina que la «democracia chilena posterior al estallido no logró ofrecer una gobernabilidad efectiva. Las instituciones políticas se debilitaron, derivando en una parálisis legislativa, una proliferación de promesas populistas, y una creciente pérdida de capacidad estatal. La ciudadanía comenzó a percibir que el sistema democrático no respondía a sus necesidades ni resolvía los problemas fundamentales».
Es por ello que «esta doble erosión —de legitimidad económica y capacidad política— refleja lo que Martin Wolf (2023) identifica como la amenaza principal al capitalismo democrático: cuando el sistema deja de ofrecer justicia, equidad y oportunidades reales, la sociedad pierde la confianza tanto en los mercados como en las instituciones representativas».
Puedes leer la columna completa en este enlace.