29 Septiembre 2025

La Segunda | Carta al director de Juan Pablo Catalán: recordatorio

El recordatorio aquí es que el Premio Nacional a Casassus no es, entonces, un homenaje nostálgico. Es una advertencia: si no escuchamos su llamado, si no damos el salto hacia una educación que cuide tanto como enseñe, seguiremos condenando a nuestros niños a crecer en aulas frías y vacías.

Un recordatorio importante de realizar es que el Premio Nacional de Ciencias de la Educación otorgado a Juan Casassus no es solo un reconocimiento a una vida académica ejemplar. Es, en realidad, un espejo incómodo que desnuda las deudas históricas de Chile con su sistema educativo. Porque mientras celebramos al pionero de la educación emocional, seguimos construyendo escuelas donde la emoción es la gran ausente.

Casassus nos advirtió, mucho antes que la UNESCO o la OCDE, que sin vínculos, sin ternura y sin confianza no hay aprendizaje verdadero. Pero el país prefirió mirar hacia otro lado. Prefirió los rankings, las pruebas estandarizadas, las planillas de resultados. Se aplaudió el SIMCE, se midió a los profesores como si fueran piezas de una máquina, se confundió calidad con números. ¿Y el resultado? Aulas que hoy se vacían, docentes agotados y estudiantes que viven la escuela más como carga que como oportunidad.

El legado de Casassus es inmenso: más de diez libros, ochenta artículos, el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación de la UNESCO, la creación de instituciones dedicadas a la formación socioemocional. Y, sin embargo, este país que ahora lo aplaude no escuchó sus advertencias cuando más lo necesitábamos. ¿Cuántas crisis de convivencia escolar, cuántos episodios de violencia, cuántos docentes desertando podrían haberse evitado si hubiéramos tomado en serio lo que él proclamaba hace décadas?

La UNESCO (2023) insiste: el bienestar emocional es un pilar tan esencial como los contenidos. La OCDE (2021) lo ratifica: los sistemas más equitativos son aquellos que sitúan el cuidado en el centro de la política educativa. Pero en Chile, lo socioemocional se sigue reduciendo a un plan complementario, a una unidad transversal que nadie evalúa, a un discurso para inaugurar seminarios. ¿No es acaso un acto de hipocresía premiar al gran maestro de la educación emocional, mientras seguimos tratando las emociones como un apéndice?

Los discursos tras el premio fueron bellos: la rectora Rosa Devés habló de un “legado ético”; el rector Carlos González pidió “espacios de aprendizaje amorosos”; el ministro Nicolás Cataldo valoró miradas no siempre prioritarias. Pero los profesores saben que la realidad dista mucho de esas palabras: en las salas de clases abundan la sobrecarga, la desafección y la falta de apoyo real. ¿Hasta cuándo el país seguirá conformándose con la retórica mientras abandona a sus maestros y estudiantes?

El reconocimiento a Casassus debería ser un punto de quiebre. O seguimos honrándolo con ceremonias solemnes, o decidimos convertir su legado en política pública. Eso significa integrar de verdad la educación emocional en la formación inicial docente, en la carrera profesional, en el currículo escolar. Significa entender que la ternura y la dignidad no son un lujo, sino una urgencia pedagógica.

Hoy Chile vive una crisis docente, con 460 programas de pedagogía cerrados en la última década y con jóvenes que no eligen la docencia por falta de prestigio y condiciones dignas. ¿No es esta la mayor prueba de que hemos construido un sistema que olvida lo humano y asfixia la vocación?

El Premio Nacional a Casassus no es, entonces, un homenaje nostálgico. Es una advertencia: si no escuchamos su llamado, si no damos el salto hacia una educación que cuide tanto como enseñe, seguiremos condenando a nuestros niños a crecer en aulas frías y vacías.

La pregunta final no admite evasivas: ¿seremos capaces de honrar este legado con hechos concretos, o nos contentaremos con un discurso que aplaude lo que nunca nos hemos atrevido a hacer?

Esta carta de Juan Pablo Catalán, académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB fue publicada en La Segunda.