20 Julio 2020

Doctor Víctor Díaz: “La universidad es la última ventana que existe para formar empáticamente a las personas”

El investigador en bioestadística de la Facultad de Odontología de la UNAB lleva cerca de 40 años dedicado a enseñar y a asesorar a los tesistas en metodología de la investigación y en estadística. Los últimos 12 años de su carrera los ha dedicado a indagar los niveles de empatía de los futuros profesionales de la salud -tanto a nivel nacional como latinoamericano-, un tema que considera “muy complejo”, por la gran cantidad de factores y las particularidades que implica.

Escrito por: Eliette Angel V.

“Está probado que existe una alta correlación entre la calidad lograda por los estudiantes durante el proceso de educación superior y el buen desempeño profesional, cuando dicho proceso está asociado a una participación constante y sistemática en la praxis investigativa. Entonces hay que darle la oportunidad al estudiante para que investigue”, comenta el doctor Víctor Díaz, investigador de la Facultad de Odontología de la UNAB.

Por eso Díaz valora profundamente el enfoque de su formación en ciencias biológicas en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana (Cuba): “Al segundo año de la carrera ya estaba trabajando en un proyecto de investigación y al tercero, enviamos una publicación a un congreso internacional”.

De ahí que a su regreso a Chile se dedicara justamente a enseñar a los futuros profesionales de la salud los dos pilares teóricos fundamentales tras cualquier proyecto de investigación: metodología (el diseño) y estadística. “A veces la gente cree que la metodología de la investigación es también enseñar estadística. Es un profundo error, son dos disciplinas distintas. Si lo viéramos desde el punto de vista jerárquico, la estadística está en función de la metodología de la investigación, y no al revés”, explica este doctor en genética.

Su pasión por ambos temas lo llevó a publicar en 2009 el libro “Metodología de la investigación científica y bioestadística para profesionales y estudiantes de ciencias de la salud”, que ya va en su tercera edición.

Cuando los caminos se cruzan

Y qué mayor proyecto de investigación puede existir en la vida de un estudiante que la realización de su tesis. Por eso, el doctor Díaz también ha dedicado una parte importante de su carrera a asesorar a los futuros profesionales de la salud en las herramientas metodológicas y estadísticas que deben emplear en su investigación de tesis. En paralelo, el doctor Díaz cuenta con una prolífica carrera como investigador en estadística aplicada, con más de 170 publicaciones indexadas en temas vinculados con las ciencias de la salud.

Hasta que un día en 2008 se cruzaron sus facetas de “asesor de tesis” y de investigador.

“Uno de los estudiantes, confiando en mí, me dijo: ‘Profesor, quiero pedirle que usted sea el tutor de mi tesis’. ‘Pero si yo no soy odontólogo’, le respondí. Entonces el alumno me comentó que no se trataba sobre odontología, sino que sobre la empatía de los dentistas con sus pacientes. Me explicó lo que entendía por empatía y me mostró instrumentos para evaluarla. Como a mí me encantan los desafíos, le dije que me diera dos semanas para empaparme del concepto”, recuerda.

Entonces recurrió a su esposa psiquiatra. Hablaron largamente sobre la empatía y se dio cuenta de que había un mundo por explorar. La tesis del alumno se transformó en una publicación conjunta en Scopus. Sería la primera de decenas de papers sobre el tema para Díaz. “Para mí se transformó en un objetivo de vida”, confiesa este investigador que se volvió a sumar el año pasado a la UNAB. En 2012, el doctor Díaz era parte de la Facultad de Ciencias de la Rehabilitación, pero dejó la universidad para asumir otros desafíos profesionales. Dice estar “muy contento” con su retorno. “En la UNAB me han dado la oportunidad de dedicarme a la investigación, de ayudar a los colegas a realizar sus investigaciones y de apoyar a los estudiantes en sus tesis. El año pasado realicé 14 publicaciones y a la fecha de este año, llevo seis, es decir, una por mes, y ya tengo aprobadas muchas más”, comenta.

Ahora, ¿qué es la empatía para los profesionales de la salud? El doctor Díaz explica que es un concepto que involucra tres dimensiones. Primero, el cuidado con compasión del paciente, que tiene un componente emocional y que está asociado a las estructuras del cerebro más antiguas del ser humano. Segundo, contar con una perspectiva del paciente, que es la parte cognitiva. Y tercero, ‘la capacidad de ponerse en los zapatos del otro’ o sea, de entender lo que el paciente entiende, siente y piensa. “Por lo general, la empatía se reduce a este último punto. Pero es mucho más que eso”, acota el investigador en bioestadística.

Tras esta capacidad de empatía, existen diversos tipos y una gran cantidad de conexiones neuronales, “que se forman por acción interna genética y por acciones externas, del medioambiente. Entonces son muy complejos los procesos neuronales implicados en la empatía”, detalla el doctor Díaz.

La empatía es valiosa en la relación profesional de la salud/paciente porque los estudios demuestran que puede repercutir en los resultados clínicos. Una relación empática puede mejorar el diagnóstico, el tratamiento, su adherencia a éste y generar confianzas.

El método más empleado para medir esta capacidad es la Escala de Empatía Médica de Jefferson, desarrollada por uno de los investigadores más relevantes en la materia, Mohammadreza Hojat (que trabaja en la Universidad Thomas Jefferson, de ahí el nombre). La escala consta de un cuestionario de 20 preguntas, de las cuales 10 están asociadas con el cuidado con compasión; siete a la toma de perspectiva y tres a la capacidad de ponerse en los zapatos de los demás. El cuestionario incluye preguntas como si se cree que “la enfermedad del paciente puede ser curada solamente por el tratamiento médico” o si el sentido del humor del profesional de la salud contribuye a tener un mejor resultado clínico.

Cruzando fronteras

A medida que el doctor Díaz avanzaba en su investigación sobre la empatía, se daba cuenta cada vez más que se trataba del producto de múltiples factores, donde desarrollo cerebral y medioambiente se gatillaban mutuamente. Por eso pensó que era lógico medir la empatía en distintas partes. Así que envió una carta junto a su paper original a 25 Facultades de Odontología latinoamericanas diciéndoles que quería hacer un estudio multifactorial. “Me interesa América Latina, porque acá tenemos tanto que investigar”, comenta.

Y añade: “Me contestaron 18 facultades, las cuales se incorporaron al trabajo. Recibí la información e hicimos una publicación de cada uno de los lugares que me llegó. Después las agrupé y comparé y resulta que me dieron diferencias muy grandes entre unos países con otros”.

Estas diferencias lo llevaron incluso a complementar el postulado de la ‘declinación empática’ -propuesto por el reconocido investigador Hojat- y que dice que los estudiantes aumentan su empatía de primero a tercer año, y que luego comienzan un proceso de declinación. El doctor Díaz detalla que esto se debe a múltiples factores, como el acoso a los estudiantes, exceso de materia, sufrimiento por los pacientes, contagio empático o formación de una coraza.

El doctor Díaz demostró por ecuaciones de regresión que además de la declinación empática, existían otros cinco puntos de distribución de la empatía. Por ejemplo, en su estudio con estudiantes de medicina, concluyó que, en una facultad de Argentina, los futuros médicos aumentaban de manera exponencial sus niveles de empatía en cada año de formación. También en El Salvador la empatía crecía exponencialmente, pero sólo entre el primer y segundo año de esa universidad, para luego mantenerse estancada durante tres años y luego recién volver a subir. Mientras que en Colombia ocurría el proceso inverso: tras entrar a la universidad en la cual se realizó el estudio, los estudiantes bajaban sus niveles de empatía, para luego volver a repuntar tras el cuarto año, pero sin lograr ser tan empáticos como cuando ingresaron a estudiar.

Caso a caso

“Esto significa que los factores dentro de la universidad son tan distintos unos con otros que producen estas diferenciaciones”, explica. Por eso el doctor Díaz no cree que exista ni “un método general ni intervención universal” para formar profesionales de la salud empáticos. “Esas intervenciones que duran una semana, que viene un profesional con una pizarra y dice: ‘La definición de empatía es esto, usted tiene que ser empático’, les dan una charla, ven una película, no les va a cambiar la empatía”, opina.

Lo que el doctor Díaz propone es que cada universidad haga lo que él denomina “un diagnóstico empático de su situación”, es decir, “una definición de los factores que explicarían ese comportamiento para, a partir de ahí, reunirse con todos los especialistas y definir qué hacer para elevar los niveles empáticos en esta situación”, comenta. Se trataría de una intervención integral, que abarcaría toda la formación de la carrera e incluso podría incluir a los propios profesores: “Hicimos una investigación, y resultó que, en algunos trabajos, los profesores tenían menos empatía que los estudiantes. Entonces este tema es demasiado complejo”, acota el investigador.

Complejo y con una responsabilidad enorme. “La universidad es la última ventana que existe para formar empáticamente a las personas porque el cerebro se desarrolla hasta los 25 años, después de eso, todas las estructuras y conexiones específicas ya están formadas”, finaliza.

En su última investigación pensó que era buena idea medir la empatía sumando la influencia de un factor externo: la estructura del hogar. También añadió factores internos: la depresión, la ansiedad, el estrés y también la personalidad del profesional de la salud. “Recién vamos a ver los resultados, no sabemos todavía con exactitud si la personalidad puede influir sobre la empatía”, concluye, sabiendo que, en una próxima oportunidad, sumará nuevos factores para lograr comprender cada vez mejor la complejidad de la empatía.