03 Junio 2025

Investigación del director del IPE UNAB examina distribución del valor del turismo en Chile y América Latina

Una de las conclusiones de estudio es que cuando un turista visita un país latinoamericano, aproximadamente el 80% del gasto permanece en el país receptor, mientras que el 20% fluye hacia el exterior. En el caso de Chile, esa cifra llega al 22%.

Durante el año 2024, el turismo representó un 9,7% del PIB de Chile, superando con creces la contribución de muchos otros sectores tradicionales. Sin embargo, referirse al “sector turismo” como una unidad homogénea es, en sí mismo, una simplificación. En realidad, el turismo constituye un complejo entramado de actividades económicas —hoteles, restaurantes, transporte, comercio, comunicaciones, servicios a empresas, entre otros— que interactúan y se entrelazan, formando lo que se podría llamar un ecosistema productivo multisectorial. Cada vez que Chile recibe turistas, el impacto económico se difunde a través de esta red de sectores, generando ingresos en múltiples dimensiones.

Sin embargo, existe una dimensión menos visible, aunque crítica, en esta historia: la distribución internacional de ese ingreso. ¿Dónde se registra el beneficio final de las actividades turísticas? ¿Quién captura el valor generado por los turistas que recorren Chile?

Un ejemplo para ilustra esto es que un turista puede reservar un hotel en San Pedro de Atacama a través de una plataforma digital global que no tiene sede en Chile, desplazando parte del ingreso fuera del país. Sin embargo, el fenómeno también opera en la dirección inversa: una agencia de viajes chilena que opera en Argentina podría intermediar un viaje hacia Perú, capturando parte del valor generado fuera de las fronteras nacionales. Así, el turismo muestra una dinámica global de cadenas de valor, donde el flujo de ingresos rara vez respeta las fronteras políticas o geográficas.

En un reciente estudio publicado en la revista Tourism Economics, el profesor Nicolás Garrido, director del Departamento de Economía y Administración de la Facultad de Economía y Negocios de la U. Andrés Bello y del Instituto de Políticas Económicas de la misma facultad, examina precisamente estas dinámicas de distribución del valor agregado en el turismo latinoamericano. A pesar de las limitaciones de información —el estudio se restringe a nueve países, que en conjunto representan más del 80% del turismo regional—, los resultados revelan dos hallazgos particularmente significativos:

  • Primero, cuando un turista visita un país latinoamericano, aproximadamente el 80% del gasto permanece en el país receptor, mientras que el 20% fluye hacia el exterior. Lo notable es que la mayoría de ese 20% termina fuera de América Latina, evidenciando una débil integración regional en las cadenas de valor turísticas. La región, por tanto, no logra capturar internamente los beneficios de su propia industria.
  • Segundo, y más inquietante aún, el estudio revela que los países de la región enfrentan sistemáticamente un déficit en la balanza de ingresos turísticos cuando se abren más al comercio de servicios turísticos con el exterior. Dicho de otro modo, cuanto más integrado está un país al comercio turístico internacional, mayor es su déficit relativo: genera más ingresos para otros países que los que logra capturar de ellos.

El profesor Garrido explica que Chile se presenta como un caso ejemplar de estos dos fenómenos. «Por un lado, del total del ingreso generado por el gasto turístico, un 22% escapa fuera del país, con una ínfima proporción redistribuida en el resto de América Latina. Por otro lado, Chile exhibe el mayor déficit relativo de ingresos turísticos entre los países analizados, un patrón que refleja tanto la estructura de su economía de servicios como su posición en las cadenas de valor globales», dice.

El artículo concluye con una recomendación estratégica: fortalecer las cadenas de valor del turismo regional, incentivando la productividad y la capacidad exportadora de los sectores vinculados al turismo.

«Esta no es solo una cuestión de mejorar indicadores económicos; es una cuestión de redefinir la inserción de la región en la economía global del turismo. El desafío es grande, pero reconocer estas dinámicas es el primer paso», plantea el investigador, cuyo trabajo aporta en esa dirección, iluminando las brechas estructurales que limitan el potencial del turismo como motor de desarrollo regional.