Experto advierte: “Muchos gobiernos van a disminuir las regulaciones ambientales con el pretexto de reactivar la economía”
En el marco de la VII Conferencia de Cultura Científica de la Universidad Andrés Bello, Claudio Azat, especialista referente en zoonosis y enfermedades emergentes, analizó las lecciones que deja la pandemia para prevenir nuevas crisis. “El SARS-CoV3 ya está circulando en alguna parte del mundo”, señala.
El paso del Covid19 ha sido a todas luces devastador: Además de los cerca de 500.000 fallecidos hasta el momento, se estiman más de 500 millones de personas que entrarían a la pobreza, 195 millones de empleos menos, y 82 trillones de dólares en pérdidas acumuladas. Sin embargo, existía advertencia previa.
Según señaló el doctor Claudio Azat en la charla inaugural de la Conferencia de Cultura Científica de la Universidad Andrés Bello, “el Covid19 estaba anunciado hace trece años”, cuando publicaciones científicas reportaban el alto riesgo potencial de reemergencia de coronavirus tipo SARS, debido a su circulación en poblaciones de murciélagos, sumado al hábito de consumirlos.
El SARS-CoV2 es el tercer coronavirus en originar epidemias en los últimos diecisiete años. Antes que él, en 2003 el SARS-CoV causó un brote de síndrome respiratorio agudo severo que se propagó desde China a otros 29 países, mientras que en 2012 el MERS-CoV ocasionó la epidemia de síndrome respiratorio del Medio Oriente.
Los tres casos tienen en común su origen zoonótico, es decir, que se transmiten desde animales (silvestres, principalmente) a seres humanos. Al igual que otras zoonosis como el SIDA, la fiebre del Nilo Occidental (brote epidémico en 1999), la gripe porcina, el hanta, entre muchas otras, todas son parte de la ola de nuevas enfermedades, o enfermedades emergentes, en las últimas décadas.
En el caso del SARS-CoV2, explica el doctor Azat, se ha identificado como reservorios a los murciélagos, y a los pangolines como eventuales intermediarios. Estos últimos, peculiares mamíferos cubiertos por escamas, sólo viven en África y Asia. Debido al valor cultural de sus escamas y su carne, son los animales más traficados del mundo y se encuentran en peligro de extinción. “La evidencia científica es clara y abrumadora: los murciélagos y pangolines mantienen el origen de estos coronavirus. Un virus altamente letal y con alta probabilidad de infectar seres humanos», dice el doctor en Medicina de la Conservación y director de este programa de estudios en la UNAB.
La caza y el consumo de fauna silvestre, agrega, se relacionan con el surgimiento del covid19. “Estos animales muchas veces vienen de áreas remotas, y por ende al ponerlos junto a otras especies con orígenes geográficos distintos, tienen la posibilidad de transmitir patógenos entre ellos que de otra forma no estarían en contacto”.
Las condiciones del cautiverio mantienen a estos animales estresados, inmunosuprimidos y hacinados, lo que favorece que liberen virus. Además, en los mercados se manejan y circulan animales domésticos, lo que, sumado a la manipulación sin bioseguridad, ayuda al traspaso de enfermedades a los seres humanos.
“Si a todo esto le añadimos, más encima, la globalización del transporte aéreo, tenemos todos los ingredientes perfectos para que estas enfermedades puedan surgir en alguna parte del mundo y rápidamente ser dispersadas en todo el mundo”, dice el académico.
Un planeta enfermo
Con todo, plantea Azat, la ciencia es también clara en la importancia de incluir el valor de la naturaleza cuando reconstruyamos las economías una vez superada la pandemia. «Lamentablemente lo que está sucediendo es que muchos gobiernos van a disminuir las regulaciones ambientales con el pretexto de reactivar la economía, promoviendo la destrucción de la biodiversidad«, advierte.
“Nuestro planeta está crisis, nuestro planeta está enfermo”, sentencia, aludiendo a las tres grandes crisis ambientales que atravesamos, y que tienen un origen común. La sexta extinción masiva de especies, el cambio climático, la contaminación por plástico y el surgimiento de enfermedades emergentes, todas ellas ponen en peligro la planetaria, y tienen como denominador común la presión del ser humano hacia los ambientes naturales, la extracción desmedida de recursos naturales y el crecimiento explosivo de la población humana en los últimos 150 años.
«Hoy el 96% de la biomasa de mamíferos somos los seres humanos y nuestro ganado doméstico, en menos de doscientos años hemos dado vuelta la balanza en los equilibrios que existían en el planeta antes de la era industrial”, dice Azat. En el corto tiempo de nuestra especie en la Tierra, hemos producido cambios tan importantes que se ha propuesto el inicio de la era del Antropoceno, la era del ser humano.
“Esto algún día se va a derribar, la sociedad como la conocemos se va a derribar. Es lo que está pasando ahora con el Covid19. Estamos llegando a equilibrios muy finos y que al sacar piezas, el mundo se derriba”, señala Claudio Azat.
La base para quienes estudian la disciplina de la Medicina de la Conservación, cuenta, es el concepto de One Health: reconocer cómo la salud de las personas está conectada con la salud de los animales, y esto a su vez con la salud de los ecosistemas. “La única forma de que podamos combatir de forma estratégica hacia adelante la amenaza de las enfermedades emergentes, es haciendo una aproximación holística a los problemas de salud”.
La solución: decrecimiento económico
La propuesta con la que comulga el doctor Azat dice relación con nuevo movimiento social que plantea la idea de “decrecimiento económico”.
«Lo que ha evidenciado esta pandemia en el mundo, es que tenemos un sistema económico que tiene inseguridad laboral, grandes inequidades y sistemas de salud deficientes», dice Azat, graficando con el caso de empresas multimillonarias que piden asistencia al Estado. El modelo de un crecimiento económico sin límites en un mundo finito, con recursos naturales que se agotan, entra en crisis. En cambio, plantea, “si tenemos un crecimiento más limitado, puede ser más sustentable en el tiempo”.
Esta teoría propone el decrecimiento, sobre todo, de grandes industrias como petróleo, la minería, el gas, la publicidad, no le están entregando beneficios a la humanidad. Según explica el experto, también promueve la agricultura regenerativa basada en la conservación de la biodiversidad, el consumo de productos locales y dietas vegetarianas. Disminuir el consumo, los viajes innecesarios, promover la movilidad en bicicleta y la descentralización.
El temor de Claudio Azat es que, si bien esta pandemia ha originado efectos positivos como el regreso de animales silvestres a las zonas urbanas que antes les pertenecían, la descontaminación y la prohibición en China del consumo y tráfico ilegal de fauna silvestre, estos cambios sean esporádicos y luego se regrese a las mismas acciones que llevaron a esta crisis.
“El Covid19 no será la última pandemia. Está en nuestras manos reducir el riesgo de que surjan nuevas enfermedades. El SARS-CoV3 ya existe: está circulando en alguna parte del mundo y necesitamos investigación para detectar dónde está, y poder reducir la probabilidad de traspasar la barrera especie”.
“Hay que dejar de preocuparnos del crecimiento económico. Debemos cambiar el paradigma y pensar en el crecimiento del bienestar de la sociedad. Si la actual pandemia y crisis no nos hace repensar el modelo global, ¿cuándo lo vamos a hacer?” cuestiona Azat. Iniciativas sociales que promueven la reactivación sostenible, una Constitución ecológica y democracias participativas serían, a su juicio, la clave para influir en las decisiones y generar un cambio.
“Basta de cortoplacismo. Invertir en la protección del medio ambiente es invertir en la salud pública y el bienestar social. La gran lección que nos puede dejar el Covid19 es que la salud de la economía depende, finalmente, de la salud de los ecosistemas”, concluye.