Ex-Ante | Nuevo FIU: ¿Impulso a la Investigación y Desarrollo o engrosar el financiamiento basal para universidades?
En una columna publicada en Ex-Ante, Carolina Torrealba, vicerrectora de Investigación y Doctorado de la Universidad Andrés Bello, analiza el impacto del nuevo Fondo de Investigación para Universidades (FIU) y sus implicancias para el sistema de I+D del país.
El Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (MinCiencia) se creó con el objetivo de velar por el impulso de la investigación y desarrollo (I+D) en Chile. Una agenda determinante para el presente y futuro del país, sin embargo, muchas veces postergada debido a su lejanía de las empatías ciudadanas y los votos, su condición de largo plazo y complejidad. La creación del nuevo ministerio implicó escindirse del Ministerio de Educación (Mineduc) para hacer valer la I+D más allá de las presiones y tensiones del sistema universitario y reconociendo que su expansión solo puede ocurrir si se entreteje con más actores que la academia.
En casi seis décadas de institucionalización desde la creación de Conicyt, los logros del sistema de I+D se han construido en base a un sistema público que ha comprendido que, en un escenario de muy pocos recursos, su principal valor está en la comunidad de investigación nacional, la interacción de sus ideas, su capacidad de estar a la vanguardia en el conocimiento y cuestionar sus supuestos; en su capacidad de construir nuevo conocimiento global y de crear valor en la academia, empresa y sociedad en general.
Este intangible, el de la capacidad analítica, inventiva y creativa de las personas de investigación, tiene un valor que va más allá de las instituciones a las cuales pertenecen. Se basa en su capacidad de búsqueda, cambio y adaptación permanente, se mueve con la agilidad que se mueve el conocimiento y por lo tanto desafía la rigidez de la mayoría de las instituciones que las albergas. Prácticamente todos los programas y políticas públicas en I+D que han construido nuestro sistema han incorporado ese principio.
Por ejemplo, los fondos asociativos de largo plazo (a 10 años), como Milenio y similares, se basan en apostar por el talento y liderazgo investigativo, y han permitido instalar capacidades nacionales flexibles y de alto estándar, formando masas críticas de investigación, con personas distribuidas en instituciones repartidas a lo largo del país, conectadas por sus capacidades y visión compartida más que por instituciones físicas. Esto nos ha permitido -con pocos recursos- abordar complejos desafíos de I+D, mientras internacionalizamos, distribuimos inteligencia en el territorio, avanzamos en adquisición y el desarrollo de equipamientos sofisticados, y reconociendo que la visión y experticia está en los liderazgos de investigación y no en el órgano que las financia.
Por todo ello, es que cuesta entender cómo el nuevo Fondo de Investigación para Universidades (FIU) anunciado por el Presidente Boric, puede ser una herramienta para afiatar la construcción de un sistema de I+D robusto nacional, con ambición de expansión a otros sectores distintos de la academia. Más bien, pareciera una renuncia del MinCiencia a su ambición de desacoplarse de las presiones de financiamiento del sistema de educación superior chileno.
Sin duda la construcción de un sistema académico robusto es esencial para el país, y base del sistema de I+D, y para ello Chile destina cuantiosos recursos. Solo el fondo de Aporte Fiscal Directo (AFD) entrega casi 300 mil millones de pesos como financiamiento estructural para algunas universidades, monto que corresponde a más de la mitad del presupuesto completo del MinCiencia. Esto, en el contexto de un país que destina menos de un 0,4% del PIB en I+D, porcentaje considerablemente bajo en comparación con el 2,7% promedio de la OCDE.
Si bien los principios que inspiran FIU son nobles, proyectar el necesario crecimiento del MinCiencia a través de este fondo no asegura efectividad en el fortalecimiento de nuestro pequeño y frágil sistema de I+D. Nuestro sistema ha recorrido un camino largo y pedregoso, siendo el hermano pobre del Mineduc, del cual se independizó justamente para hacer de esta una agenda propia, no para continuar financiando la operación basal de las universidades, ahora desde otra cartera.
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