10 Septiembre 2024

El Mercurio | La mayoría de los chilenos vive mejor que como lo hacían sus padres, pero preocupa grave deterioro de la seguridad

La investigación del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello propone un innovador modelo para medir los avances sociales y económicos que ha experimentado Chile en las últimas décadas.

La movilidad social es el fenómeno que explica la dinámica de acceso a oportunidades y desigualdades de una sociedad. En países más desarrollados, un índice elevado es sinónimo de mayores niveles de igualdad de oportunidades, lo que fomenta la integración de los distintos grupos que la conforman y el crecimiento económico sostenible. Por el contrario, cuando es bajo, crece la sensación de injusticia.

Una forma simple de conocer si ha habido movilidad social en la historia de una persona sería preguntar: ¿Vives mejor que como lo hacían tus padres? Es justamente esta pregunta en la que ahondó el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello (UNAB), mediante una medición concreta y directa de los avances y retrocesos que ha experimentado Chile en una generación.

Así, surgió el primer Estudio Nacional de Movilidad Social Multidimensional, al que tuvo acceso El Mercurio, que contempló a ciudadanos entre 35 y 55 años respecto de cuando tenían 14. Para esto, los académicos desarrollaron un modelo que no solo considera los ingresos y la ocupación de las personas en la comparación intergeneracional, sino también la educación, la salud, el acceso a la vivienda propia, la habitabilidad o hacinamiento, el acceso a bienes y servicios, la seguridad del barrio habitado y el interés público de la población.

Si se considera la ponderación de todas estas dimensiones, el análisis permite concluir que la movilidad social promedio a nivel nacional fue de 12%. Es decir, los chilenos hoy tienen un mejor escenario que el de sus padres. Aunque ese incremento neto está compuesto por un 38,5% de movilidad ascendente, 35% nula y 26,5% de personas que están en una peor condición.

«Durante una generación, Chile ha tenido una movilidad social positiva, influenciada fuertemente por el nivel educacional, por la habitabilidad, por el acceso al consumo y la salud, y por otro lado, contrarrestada por el interés público y principalmente por la seguridad en el barrio, que golpea con mucha fuerza», afirma Raúl Figueroa, director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello.

Cuando se observan los resultados por dimensiones, educación es, por lejos, la que presenta un mayor nivel de movilidad, con el 52,4%; seguida por habitabilidad, que es el número de piezas que hay por integrante de un hogar (48%); acceso al consumo (31,9%), acceso a la salud (11,5%) y trabajo u ocupación (10,4%).

El exministro Figueroa señala que «en el ámbito educacional es muy interesante, porque la movilidad ascendente es 61% y la descendente es de solo 8,7%. Esto significa que los chilenos han alcanzado en una generación niveles más altos que los que obtuvieron sus padres, con el consecuente beneficio que esa movilidad ascendente tiene en otras dimensiones».

No todo son resultados positivos, ya que en tres dimensiones la movilidad social fue descendente: interés público (-6,7%), vivienda (-9%) y seguridad en el barrio (-42,7%). Gonzalo Valdés, subdirector del instituto, plantea que «más de la mitad de las personas considera que vive en barrios menos seguros que donde habitaban sus padres. Es muy interesante, porque tiene mucho que ver con la contingencia; pero, por otro lado, habla de una añoranza por una época en que la gente vivía en un ambiente más seguro».

Añade que la caída en vivienda se explica porque «el acceso a ser propietario ha tenido un problema. Se ve que las tasas de interés y el aumento del valor del suelo no han venido de la mano con un aumento de ingresos, y esto ha generado esa movilidad descendente».

Palancas de cambio

Además de la medición de la movilidad social según las distintas dimensiones, el estudio analiza cuáles son las determinantes que explican estos cambios. Para ello se establecieron dos grupos: uno respecto a componentes del contexto en el que se desarrollan las personas, como, por ejemplo, el máximo nivel alcanzado por sus padres en una dimensión, la escala de capital social, situaciones violentas en la infancia o, incluso, el puntaje Simce. Por otro lado, están las determinantes individuales, como la capacidad de razonamiento abstracto o la valoración del esfuerzo.

«Estos determinantes son las principales palancas que encontramos en la literatura que pueden ayudar a aumentar la movilidad social o, en algunos casos, disminuirla», apunta Francisca Espinoza, investigadora del instituto. La economista plantea que «en general, el máximo nivel parental es importante en las dimensiones que evaluamos, pero está lejos de ser lo más importante o lo único que importa. Nos dimos cuenta de que hay otros factores que son súper importantes, como el razonamiento abstracto, el esfuerzo escolar y también la valoración del esfuerzo».

Mientras aquellos son determinantes positivos, también hay otros que generan el efecto contrario, como la violencia en la infancia o la discriminación de género. Este último es uno de los factores que afecta mayormente en todas las dimensiones. Por ejemplo, la movilidad neta para los hombres es de 19%, mientras que para las mujeres es de 13%, y baja a 11% en mujeres que no tienen un trabajo remunerado.

Figueroa destaca que el estudio «es una herramienta de focalización, porque identifica palancas efectivas para generar movilidad y, por lo tanto, orienta a la política pública». Por ejemplo, el exministro de Educación indica que «la valoración del esfuerzo y el esfuerzo escolar son determinantes importantísimos en la movilidad en el nivel educacional, acceso al consumo y acceso a la salud. El razonamiento abstracto explica de manera relevante el nivel educacional, el trabajo u ocupación. Y sabemos que la educación temprana es fundamental para mejorar el razonamiento abstracto».

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