12 Septiembre 2022

El Mercurio | La magia de estudiar los glaciares y viajar en el tiempo

Desde su primera expedición a la Antártica hace 20 años, Francisco Fernandoy no ha dejado de estudiar el hielo, cuya química posee las claves de nuestro pasado climático. Hoy, este avezado investigador y académico de la carrera de Geología en UNAB, busca generar consciencia sobre la importancia de los glaciares, “nuestra cuenta de ahorro hídrica”, dice.

Oriundo de Punta Arenas, acostumbrado al frío, el académico de la carrera de Geología de la Universidad Andrés Bello, Dr. Francisco Fernandoy, llegó a la Antártica por el montañismo. Siendo estudiante de geología en la U. de Concepción, fue invitado a una expedición en busca de fósiles gracias a su experiencia en montaña y su gusto por la investigación. Así partió, sin siquiera adivinar que pasaría casi un mes y medio en el frío continente.

A la emoción de estar explorando en la costa Antártica, rodeado de un paisaje polar impresionante, se sumó la experiencia de observar a lobos marinos y pingüinos, así como las cacerías de orcas en el mar. Finalmente, el barco que debía extraerlos no llegó, y una serie de coincidencias hizo que la estadía se prolongara hasta cumplir casi 45 días en el territorio.

“Fue un punto de inflexión”, dice Fernandoy acerca de esa primera experiencia. Desde entonces, el académico e investigador de UNAB sede Viña del Mar, lleva 20 años estudiando el hielo y en ese tiempo ha realizado 15 expediciones a diferentes puntos de la Antártica, así como a otros lugares de interés científico. Siempre buscando la huella química del hielo para reconstruir nuestro pasado climático, entender nuestro presente, y así advertir un futuro.

Testigos de Hielo

Un glaciar es una gran masa de hielo, formado por capas de nieve que se van acumulando y compactando durante cientos de miles de años. Cada capa representa el registro histórico de las precipitaciones sólidas ocurridas, y aporta valiosa información física y química. Mediante perforaciones verticales en la zona de acumulación de los glaciares, los investigadores extraen “testigos de hielo”. Estos son cilindros de unos 15 cm de diámetro y 20 mt de largo o más, que contienen una muestra de cada capa. Mientras más largo el testigo, más antiguo el registro.

A partir del análisis de los testigos de hielo se puede calcular la acumulación de las precipitaciones en un año y compararlas interanualmente, interpretar la temperatura del ambiente en el momento de cristalización o detectar un evento climático, como una ola de calor. A partir de las impurezas contenidas en el hielo se pueden observar los patrones atmosféricos, mientras que la composición química del hielo entregará información acerca de la actividad humana en el tiempo y cómo esta influye en el ambiente.

En suma, los testigos de hielo cuentan la historia del cambio climático en Chile y en nuestro planeta. Son, además, el principal insumo para las investigaciones que Francisco Fernandoy y su equipo realizan en el Laboratorio de Análisis Isotópico de la Universidad Andrés Bello. Y hoy, estas muestras glaciológicas son el punto de partida del proyecto de divulgación científica “Testigos de Hielo”.

Esta propuesta innovadora, en la que Fernandoy es encargado de contenidos, surge desde un equipo multidisciplinario de científicos, artistas, arquitectos y comunicadores, quienes se unieron para generar una experiencia inmersiva de aprendizaje, basada en estímulos sensoriales e información entregada de manera creativa y didáctica.

Emplazada en el Parque Cultural de Valparaíso, la instalación consistirá en una estructura arquitectónica que alojará una vitrina refrigerada conteniendo testigos de hielo extraídos desde Juncal Norte, un glaciar ubicado en las montañas de la zona central de Chile. En torno a este foco se desplegarán estructuras modulares sustentables que llevarán al visitante en un viaje a través de imágenes, sonidos, luces e ideas para hablar acerca del cambio climático y la importancia que tienen los glaciares como valiosas reservas de agua para la población.

La instalación “Testigos de Hielo”, que próximamente se abrirá a público, está siendo desarrollada por un equipo multidisciplinario compuesto por representantes de Campus Creativo, la Facultad de Ingeniería y el Centro para la Comunicación de la Ciencia de la Universidad Andrés Bello, en alianza con el Parque Cultural de Valparaíso, el Museo de Historia Natural de Valparaíso, las juntas de vecinos Cerro Bellavista y Cerro Yungay y la empresa TecnoFast, con fondos adjudicados a través del Concurso Nacional de Ciencia Pública del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.

¿Cuál es la relevancia de este proyecto de divulgación científica?

Cada vez encontramos más evidencia de la importancia de conocer qué pasa en las montañas y sus reservas de agua acumuladas por cientos de años, en forma de nieve y hielo. El objetivo es poder transmitir este conocimiento –que generalmente los científicos expresamos en publicaciones–, pero esta vez, en un idioma mucho más accesible y que la gente pueda vivenciar que la investigación que hacemos afecta su vida cotidiana: abrir la llave y que salga agua es gracias a esta reserva que tenemos en las montañas. Y esto es especialmente relevante para Valparaíso, una de las regiones más impactadas por la escasez hídrica.

¿Qué investigación están realizando en la cordillera de la zona central?

En un convenio con la Dirección General de Aguas, estamos monitoreando un glaciar muy importante, el Juncal Norte. La cuenca del Aconcagua surte de agua a la parte más poblada de la V Región, y esta agua proviene del derretimiento de la nieve y del hielo, pero como en los últimos 13 años hemos tenido una gran sequía, el agua que está fluyendo proviene principalmente del derretimiento del Juncal Norte. Estamos viendo que la pérdida de masa del glaciar se ha acelerado mucho, y coincide con este periodo de sequía. Pudimos identificar la evolución del glaciar desde 1957, con los primeros registros de imágenes, hasta el 2021. Vimos que antes, el glaciar perdía en promedio un metro de altura al año, pero desde 2010 se ha triplicado. Estamos casi en tres metros por año.

¿Eso quiere decir que la población se está bebiendo el glaciar?

Claro, el glaciar es como una cuenta de ahorro en las montañas. El agua viene principalmente de la precipitación de lluvia y nieve, pero si esta no cae en invierno, entonces el glaciar empieza a tratar de suplir esa falta. Pero el glaciar es un volumen finito, en algún momento puede retroceder tanto que no va a ser capaz de entregar agua y con eso se acaba la cuenta de ahorro.

¿Qué otros riesgos enfrenta Chile con el derretimiento de los hielos?

La zona sur podría verse afectada por eventos GLOF, por sus siglas en inglés. Son vaciamientos rápidos de lagunas que se forman por el derretimiento glaciar. Estas están generalmente represadas por sedimentos que tienen poca cohesión y con el peso de la masa de hielo se rompen y se vacían de manera intempestiva. Si tenemos un poblado muy cerca de un río que está conectado a un glaciar, podría ser eventualmente peligroso. Hoy, hay varios glaciares que se están monitoreando por este tipo de evento y otros que se están comenzando a estudiar.

¿Cuál es el riesgo de que los hielos se derritan y suba el nivel del mar?

Va a afectar de manera distinta al país. Si la Antártica o Campos de Hielo se comenzaran a derretir muy rápido, se producirían dos procesos contrapuestos. Uno es que el hielo, al tener una masa muy grande, está hundiendo la superficie, entonces cuando el hielo se derrita completamente, la superficie se va a elevar. A eso le llamamos rebote isostático. Las zonas más hacia el Polo Sur, como Punta Arenas o Puerto Montt, probablemente se van a elevar y no van a ser tan afectadas por el aumento del nivel del mar, pero las zonas más hacia el Ecuador sí.

¿Eres pesimista u optimista respecto del futuro ambiental de nuestro planeta?

Creo que siempre hay que pensar de manera positiva. De hecho, lo que la investigación científica demuestra es que si tomamos las medidas adecuadas, puede que la situación no mejore de un día para otro, pero sí vamos a tener una perspectiva mucho mejor a que si no tomamos ninguna acción. Y ya se han incorporado varias consideraciones desde la investigación científica en las políticas actuales, sobre todo a nivel local. Como académicos quizás no tenemos el poder de tomar decisiones, pero sí de entregar información. Es urgente poder hacer partícipe a la comunidad, de manera que las futuras decisiones se tomen en base a un conocimiento con sólida evidencia científica.

Ciencia de frontera

Si bien su fuerte siempre ha sido la Antártica, hoy Francisco Fernandoy se encuentra inmerso también en un proyecto de investigación en Campo de Hielo Sur, en el que dirige a un equipo internacional al alero de la prestigiosa National Geographic Society.

¿De qué se trata el proyecto con National Geographic, y cómo es trabajar con esta institución?

Estoy muy honrado de trabajar con National Geographic, que desde sus inicios ha tenido está tradición de la exploración. Ellos entienden que una expedición puede fracasar. Es una forma de hacer ciencia más de frontera, sin la presión de tener un resultado, por lo que te permite hacer cosas más novedosas, de más riesgo.

Con este proyecto buscamos observar el estado de salud de los glaciares de difícil acceso. Sabemos que Campo de Hielo Sur se está derritiendo a tasas muy rápidas, es una especie de ciclo acelerado. Ahora estamos haciendo campañas exploratorias. En abril realizamos la primera expedición al segundo punto más alto de la zona y vimos que, a pesar de estar tan alto, el hielo tiene evidencia de derretimiento. No sabemos si eso es algo que está ocurriendo ahora o si había ocurrido antes, por eso necesitamos volver y hacer un muestreo más extensivo.

¿Cuáles son tus desafíos futuros en investigación?

Justamente, estamos comenzando con un proyecto asociativo entre la USACH, la Universidad Austral y nosotros en UNAB sede Viña del Mar. Dentro del proyecto hay una línea que se va a dedicar a estudiar las causas y consecuencias de los procesos climáticos extremos sobre los glaciares y el riesgo que podrían tener para la población.

Escrito por Pamela Alarcón