El Mercurio | El científico de 36 años que hoy hace noticia a nivel mundial
Por seis años, el Dr. Rodrigo Aguilar, investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. Andrés Bello, lideró un trabajo colaborativo con pares internacionales que descubrió una familia de drogas para tratar moléculas (ARNs) fallidas, lo que en palabras simples es un primer paso para, desde la farmacología, combatir diversas y complejas enfermedades.
La ciencia no es fácil. Son pocos los científicos chilenos que han publicado en prestigiosas revistas como Nature como autores principales de un trabajo y menos conseguirlo a sus 36 años. El Dr. Rodrigo Aguilar, profesor de UNAB, es de los que hace historia.
El bioquímico y PhD en Biociencias Moleculares, completó su doctorado bajo la supervisión del Dr. Martín Montecino en la Universidad Andrés Bello (UNAB), graduándose en 2015. Al año siguiente, se unió al laboratorio Jeannie Lee en el Hospital General de Massachusetts (MGH) y la Escuela de Medicina de Harvard como investigador postdoctoral. Su formación posdoctoral fue financiada por el Programa Pew Latin American Fellows en Ciencias Biomédicas y por un premio del Comité Ejecutivo de Investigación del MGH. Allí se formó en el control epigenético de la expresión génica en el cromosoma X mediante ARN largos no codificantes y participó en un programa de descubrimiento de fármacos dirigidos a ARN, este último en colaboración con la farmacéutica Merck.
El profesor de la Facultad de Medicina de UNAB e investigador de su Instituto de Ciencias Biomédicas, inscribe su nombre a nivel mundial tras su publicación en la revista Nature, quien destacó su trabajo de años y que podría ser el primer paso para tratar múltiples enfermedades neurológicas.
- ¿Cómo nació esta investigación que se publicó en Nature?
El laboratorio de mi mentora Jeannie Lee en Harvard había estudiado por años unas moléculas llamadas ARNs, siendo líderes mundiales en el tema. Se sabía que algunos ARNs participan en enfermedades, pero hasta 2015, no había fármacos que corrijan un ARN fallido. Jeannie se acercó en 2015 a una gran farmacéutica (Merck) para ver si estaban dispuestos a tomar el desafío. Después habló conmigo para ver si deseaba liderar el proyecto. Yo, como bioquímico de profesión, podía hacer el nexo entre los farmacéuticos y los biólogos para hacer las pruebas en células.
- ¿Cómo podría usted explicar el impacto de esta investigación en nuestra sociedad?
Los seres vivos estamos formados por moléculas. Una familia de moléculas se llama “proteínas” y, cuando ellas fallan, tenemos fármacos disponibles en farmacias. Otra familia se llama “ARNs” y cuando ellas fallan, hay apenas un par de drogas que combaten ese fallo. Descubrir drogas que se unan a los ARNs ha sido muy complicado. Con este trabajo demostramos que estamos en condiciones de empezar a generar drogas contra casi cualquier ARN y esperamos que eso aumente las opciones al combatir enfermedades.
- ¿Cuál es el aporte que esta investigación proporciona a la ciencia mundial?
La investigación en torno a los ARNs ha aumentado significativamente en la última década. Con esta investigación, nosotros le decimos a los científicos que si detectan que un ARN participa de una enfermedad, ahora está la oportunidad de generar una terapia. Ya no sólo necesitan enfocarse en proteínas que fallan, sino que tienen todo un nuevo mundo de molecular para apuntar. Hay múltiples enfermedades originadas por ARNs fallidos, entre ellas muchas neurológicas (por ejemplo, el síndrome de Rett y el síndrome de X frágil) e incluso el cáncer. Si bien éste es un trabajo muy temprano y faltan años de investigación, es una nueva vía que se abre desde la farmacología.
- ¿Cómo recibió la noticia que su investigación se publicaría en la prestigiosa Revista Nature?
Nosotros contactamos a Nature a fines del 2019 para saber si estaban interesados en publicar nuestra historia. Nature es muy exigente y puso a cuatro expertos a revisar nuestro trabajo. Convencer a esos expertos no fue fácil, pero después de dos años de ir y venir, finalmente la editora de la revista nos avisó que el trabajo cumplía con los estándares para ser publicable. Recibimos muy emocionados la noticia en febrero de este año.
Juventud y ciencia
- ¿En qué momento sintió el interés por la ciencia?
En la enseñanza media, cuando era alumno del Liceo Ignacio Carrera Pinto de San Vicente de Tagua Tagua, tuve muy buenos profesores de química y biología. Ahí participé de talleres, usé instrumental de laboratorio por primera vez y descubrí que tenía facilidad para aprender sobre esos temas. Anecdóticamente, de los 400 alumnos en 4º medio, solo 12 “valientes» estábamos en el electivo de química. Uno de ellos es ahora geólogo y otro es investigador FONDECYT en el área de la química.
- ¿Cómo aborda en lo personal que siendo un científico tan joven ya tenga esta connotación internacional?
Son muy poquitos los científicos chilenos que han publicado en Nature como autores principales de un trabajo y conseguirlo a mis 36 años me hace preguntarme si este es el tope de mi carrera. El año pasado participé de un artículo en Cell, otra revista top mundial. Pero yo no lo abordaría sólo desde el punto de vista de la edad, sino de los recursos a los que tuve acceso: Fui aceptado para trabajar en Boston en un laboratorio top en el mundo, a minutos de las mejores universidades y farmacéuticas. Además, pude acceder a fondos gubernamentales, de la fundación Pew (que apoya a científicos latinos), del Hospital General de Massachusetts y de privados que invierten en ciencia. Ahora que retorné y abrí mi laboratorio en la UNAB, pienso en cómo poder emular, aunque sea un poco, esa experiencia desde Chile. El Instituto de Ciencias Biomédicas de la UNAB está formado por científicos que son líderes en diferentes áreas de la biomedicina, desde la microbiología y virología hasta la neurociencia y la psiquiatría. Todo el equipo es muy entusiasta, y se respira un ambiente de mucha colaboración y apoyo entre los investigadores, porque los estudios se complementan. Lamentablemente esto no es común en otras instituciones nacionales. Unirse a esta máquina bien aceitada ha hecho que me pueda enfocar en la ciencia rápidamente, encontrar apoyo con mis propios colegas y que los estudiantes del laboratorio aprendan el valor de la colaboración.
- ¿Cómo cree que se puede motivar a la juventud para inmiscuirse en el área científica?
Tenemos que salir de los laboratorios a las escuelas y la sociedad para que se enteren que hay científicos trabajando en el país y que se han hecho descubrimientos en astronomía, botánica, medicina, etc. Yo fui jurado de ferias científicas escolares en Estados Unidos, donde los niños son incentivados a crear proyectos desde el primer ciclo. En Chile ya hay programas similares, pero siento que aún participan unos pocos alumnos motivados por profesores con pocos recursos. Por cierto, hay notables ejemplos de divulgadores científicos, como Gabriel León o José Maza que tienen libros y podcasts que ayudan también a entender lo importante que es la ciencia en el día a día y llegan a públicos jóvenes.
- Y ¿cómo transmite esa sed por la ciencia a tus estudiantes?
Hago clases en pregrado a alumnos de los primeros años de las carreras de Química y Farmacia y de Medicina. A ellos trato de encantarles con la ciencia para que, desde temprano, en su formación, vean la contribución que podrían hacer como profesionales mejorando la salud humana. Los grandes descubrimientos no están siendo realizados sólo en laboratorios extranjeros, sino también por muchos investigadores chilenos. Con los estudiantes del Doctorado en Biomedicina y del Magister en Biotecnología y Ciencias de la Vida de la UNAB revisamos los últimos hallazgos y los discutimos para que ellos los apliquen en sus respectivas investigaciones.
- ¿Cuáles son los próximos desafíos en esta línea investigativa?
Mi equipo en Chile está explorando ARNs que participan en enfermedades relevantes para nuestra población. Comenzamos con cáncer gástrico y lo queremos expandir a otros cánceres y enfermedades neurodegenerativas.