El Mercurio | Contaminación química en nuestras aguas: el enemigo invisible
En un artículo publicado en El Mercurio, el académico de la Facultad de Ciencias de la Vida de UNAB, Dr. Gustavo Chiang, habla acerca de los principales resultados obtenidos en sus investigaciones, las que dan cuenta de la alarmante presencia de sustancias químicas en ríos, lagos y la zona costera de Chile, así como sus efectos en los organismos acuáticos que allí habitan.
Si bien los químicos han contribuido de forma positiva a la salud, la seguridad alimentaria y la calidad de vida a lo largo de la historia, su uso excesivo y el mal manejo han generado un riesgo crítico para la salud de las personas y el medio ambiente. Así lo indican la Organización Mundial de la Salud y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
“Si digo contaminación acuática, ¿qué es lo primero que se viene a la mente?”, pregunta el Dr. Gustavo Chiang, profesor de la Facultad de Ciencias de la Vida e investigador del Centro de Investigación para la Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello (UNAB). La mayoría de las personas responde “plástico”, ya sea flotando en el mar, semienterrado en la arena de la playa o enredado en algún animal marino.
El académico reconoce que los plásticos son un problema, y grave, sin embargo, asegura que “hay una tremenda cantidad de contaminantes químicos más letales que el plástico, que están siendo liberados y se están acumulando, pero que nadie ve porque son invisibles tanto a la vista como al marco regulatorio”.
Chiang –biólogo marino y doctor en Ciencias Ambientales de la UdC– lleva cerca de 20 años investigando la presencia y distribución de estos contaminantes y sus efectos en organismos acuáticos en ríos, lagos y la zona costera de Chile.
Contaminación al fin del mundo
Según un informe de PNUMA, emitido en 2019, los seres humanos hemos sintetizado más de 140.000 químicos o mezclas de químicos, aunque se cree que esa cifra ya ronda en 350.000. De acuerdo con datos recabados en 2018 por la Agencia Europea de Medio Ambiente, cerca del 62% de las 345 millones de toneladas de químicos consumidos por la Unión Europea el 2016 eran peligrosos para la salud.
Existen contaminantes orgánicos y metales que han sido liberados al medio ambiente o cuyos ciclos naturales han sido alterados por la actividad humana, por ejemplo, cadmio, arsénico, plomo y mercurio, cuyos efectos nocivos están bien documentados. Por otro lado, explica el Dr. Chiang, “tenemos una cantidad enorme de sustancias sintéticas, 100% antropogénicas, de las cuales un porcentaje muy mínimo ha sido evaluado toxicológicamente, es decir, no se sabe qué efecto están teniendo”.
Entre los compuestos antropogénicos se encuentran los pesticidas, refrigerantes, aquellos que hacen que la ropa sea impermeable o ignífuga, los químicos utilizados en la producción de computadores, autos o incluso el teflón que ocupamos día a día. “Lamentablemente existe un gran grupo de estos compuestos que son persistentes, no se degradan ni por acción física o biológica y muchos tienen la capacidad de volatilizarse, es decir, a altas temperaturas se elevan y recorren largas distancias para luego precipitar en lugares más fríos”.
En una investigación pionera en Chile, iniciada en 2012, el Dr. Gustavo Chiang y su equipo lograron detectar en cetáceos que habitan las costas de Patagonia y la Antártica, altas concentraciones de DDT –el primer insecticida sintético que tuvo su auge en la Segunda Guerra Mundial y que luego EE.UU. prohibió en 1972–, además de endosulfan y endrina. Este último fue prohibido en el Convenio de Rotterdam, mientras que el DDT y endosulfan se encuentran en la Lista Internacional de Químicos de Alta Preocupación elaborada por el Convenio de Estocolmo.
La lista también incluye PCBs, pesticidas organoclorados, lindano y mercurio, todos los cuales fueron detectados por los investigadores en muestras de biota, al igual que el cadmio y el tántalo. A través de biopsias detectaron altas concentraciones de PCB en dos especies de cetáceos: el calderón gris y la ballena minke, mientras que la ballena jorobada fue la que acumuló la mayor concentración de pesticidas organoclorados.
Río Itata y Bío Bío
Otra línea de investigación del Dr. Chiang tiene que ver con los efluentes de aguas servidas o de las plantas de tratamiento industrial. “Los efluentes son mezclas tan complejas que químicamente es difícil saber qué contienen. Entonces nosotros buscamos la respuesta biológica de los organismos que están viviendo en esos ambientes. ¿Están sanos o no? Y lamentablemente hemos visto que no lo están”, señala.
En las investigaciones que ha realizado en el río Itata y el río Bío Bío, el Dr. Chiang ha encontrado evidencia de disrupción endocrina en algunas especies de peces. “Esto hace que las hembras maduren antes de tiempo, y por otro lado los machos se feminizan, haciendo inviable al individuo y a la población que está viviendo ahí”.
Asimismo, detectaron altas concentraciones de numerosos contaminantes emergentes tales como farmacéuticos de medicina humana y veterinaria, entre ellos antiinflamatorios, analgésicos, antibióticos, reguladores de lípidos, hormonas esteroides y fungicidas.
“Aunque en Chile hay muy buen tratamiento de aguas, las plantas están acotadas al marco regulatorio, que no incluye una serie de compuestos químicos que permanecen en el agua”, explica. “Las plantas están obligadas a bajar la carga de materia orgánica y disminuir coliformes para evitar infecciones, pero no están diseñadas para eliminar pastillas anticonceptivas, antidepresivos o cafeína, ni un montón de otros productos farmacéuticos y de cuidado personal que usamos diariamente y toda esa mezcla llega al río”, concluye.
El escenario en el río Mapocho
Actualmente el académico de la Facultad de Ciencias de la Vida UNAB está investigando los contaminantes de las aguas del río Mapocho y sus efectos en los peces.
Uno de los resultados preliminares es que efectivamente hay peces nativos en el río Mapocho. “Aunque pueda no creerse, sí los hay, sobre todo bagre pintado lo cual es buena noticia”, adelanta. También indica que los peces aguas arriba de la ciudad están en mejores condiciones que los que están aguas abajo.
Los investigadores observaron que en todos los sitios de pesca del río los peces son más delgados y hay menos abundancia que en el sector de El Arrayán, evidenciando un problema de crecimiento y posiblemente de reproducción.
En el río, a la altura de Las Hualtatas, hay bastantes bagres, pero muy delgados, mientras que a la altura de Pudahuel encontraron pocos peces y únicamente de tallas intermedias. La presencia del pez mosquito a la altura del Trapiche prendió las alarmas, ya que es un pez exótico invasivo y altamente resistente a los ambientes contaminados.
En el sector en que el río Mapocho se une al río Maipo aparecieron más bagres, así como carmelitas (Percilia gillissi), otro pez nativo, pero en edades menos diversas que lo observado en el sector de El Arrayán.
El profesor Chiang cuenta que fue a pescar cerca de las plantas de tratamiento El Trebal y La Farfana. “Lamentablemente no encontramos nada visible que estuviera vivo por varios kilómetros aguas abajo de la descarga de aguas servidas, lo que es preocupante”.
“Estamos en esta problemática por la primera ley de la termodinámica: Nada se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Lo que sacas de un lado va a terminar en otro. La botellita de agua que te tomaste y luego botaste se va por el río, se convierte en pedacitos, llega al mar y se lo come un pez, luego tú te comes el pez y el plástico volvió a ti. Lo mismo pasa con los contaminantes químicos, vuelven a nosotros”, sentencia Chiang.
Para el investigador es necesario dejar de producir las cantidades siderales de contaminantes que hoy se liberan al medio ambiente y a la vez encontrar alternativas que realmente se degraden. Pero por mientras, dice, “el conocimiento es poder de decisión. Como ecotoxicólogos traemos puras malas noticias, pero en el fondo es tener el poder de saber qué estamos botando, qué estamos consumiendo y así ver cómo podemos arreglarlo”.