El Mercurio | Columna de Beatriz Mella: ¿Por qué seguimos viviendo en ciudades?
La presencia de la naturaleza en el espacio urbano transforma radicalmente las percepciones de quienes habitamos la ciudad, mejorando la calidad del aire, de vida, fomentando incluso la cohesión social. Sin embargo, esta visión esperanzadora choca con la realidad cotidiana de la vida urbana, donde el caos, la desigualdad y la inseguridad parecen imponerse sobre cualquier intento de armonía.
¿ Por qué seguimos viviendo en ciudades, a pesar del caos, la desigualdad y la inseguridad que muchas veces definen la vida urbana? Más allá de sus problemas, las ciudades nos ofrecen algo que no encontramos en otros lugares: la promesa de conexión, de oportunidades, de una vida que se expande en su complejidad.
Sin embargo, no dejamos de añorar la relación íntima con la naturaleza que experimentamos cuando visitamos ciudades con cuerpos de agua, bosques densos y laderas verdes. ¿Cómo podemos integrar esa naturaleza en el corazón mismo de nuestras urbes y sacar ventajas de ello para nuestra calidad de vida?
En el libro Fitópolis. La ciudad viva, Stefano Mancuso plantea el desafío de transformar nuestras ciudades en entornos vivos donde la acción humana pueda potenciar la naturaleza, sin dañarla. Mancuso dice que las ciudades deben transformarse en fitópolis, lugares donde la relación entre personas, plantas y animales se acerque a la relación armoniosa que encontramos en la naturaleza.
Esta idea que podría parecer utópica en el contexto de nuestras ciudades es una necesidad urgente. La arborización, por ejemplo, es una estrategia crítica para mitigar el cambio climático, reducir las islas de calor urbano, mejorar la salud mental y física.
La presencia de la naturaleza en el espacio urbano transforma radicalmente las percepciones de quienes habitamos la ciudad, mejorando la calidad del aire, de vida, fomentando incluso la cohesión social. Sin embargo, esta visión esperanzadora choca con la realidad cotidiana de la vida urbana, donde el caos, la desigualdad y la inseguridad parecen imponerse sobre cualquier intento de armonía.
A pesar de los desafíos, persiste la pregunta inicial, que atraviesa todas estas reflexiones: ¿Por qué seguimos viviendo en ciudades? La respuesta, quizá, está en una esperanza implícita que todavía no abandonamos: habitamos las ciudades porque, a pesar de sus problemas, (todavía) creemos que nuestra vida es mejor en ellas. Cada desafío urbano es también una oportunidad para cambiar, mejorar, repensar, rediseñar y reconstruir. Y, en última instancia, vivimos en ciudades porque sus problemas son solo solucionables por nosotros mismos..
Lee la columna completa de Beatriz Mella, Directora del Centro de Investigación Urbana para el Desarrollo del Hábitat y la Descentralización (CIUDHAD) de la UNAB, pinchando acá.