Diario La Discusión | La fama ya no basta
El director de Publicidad de UNAB, sede Concepción, Yusef Hadi, abordó las razones del por qué varios famosos postulantes al Parlamento no lograron los votos suficientes.
Las recientes elecciones presidenciales y parlamentarias dejaron una conclusión evidente, la fama, esa visibilidad que antes parecía un pasaporte automático a cualquier escenario público, ya no alcanza.
Varios postulantes provenientes de la televisión, el espectáculo y los medios, que alguna vez habrían sido considerados “cartas seguras”, quedaron fuera.
¿Qué cambió? Mucho más de lo que parece.
Durante décadas, un rostro conocido podía traducirse en una ventaja competitiva.
La gente “sentía que conocía” a la persona, aunque en realidad solo hubiese compartido con ella una pantalla.
Esa ilusión de cercanía funcionó bien en un país donde la política era lejana,
aburrida y, muchas veces, impermeable a la ciudadanía.
El o la “famosa” llenaba ese vacío: era la opción que sonaba familiar. Pero ya no.
Empoderamiento
Hoy, la ciudadanía está en otro lugar. Más escéptica, más desconfiada, más informada y, lamentablemente, también más cansada.
La crisis de credibilidad que afecta a la política no perdona.
Si el político tradicional debe probar cada una de sus credenciales, el famoso que entra a disputar un cargo debe hacer el doble.
Porque si algo aprendió el electorado en el último ciclo es que reconocer a alguien no es lo mismo que confiar en él.
Fama vs política real
La fama es una capa superficial; la credibilidad se gana con propuestas, coherencia y preparación. Y eso, para muchos de los candidatos mediáticos, quedó en evidencia.
No bastó con aparecer en pantalla, ni con tener millones de seguidores, ni con un historial de carisma televisivo.
La gente empezó a preguntarse: “¿Qué sabe realmente esta persona del cargo al que aspira? ¿Qué experiencia trae? ¿Qué entiende de políticas públicas? ¿Está preparada para representar a una región, redactar leyes o fiscalizar al Estado?”.
La respuesta, en varios casos, fue un rotundo “no lo suficiente”.
Este fenómeno revela un marcado giro en las expectativas de la ciudadanía.
Hoy, incluso quienes votan con rabia o desilusión esperan algo más concreto: capacidad técnica, conocimiento, autenticidad y trabajo territorial real.
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