CONOCE A TU PROFE | Iván Franchi: Inspiración dentro y fuera de la sala de clases
El académico de Ingeniería Ambiental de la Universidad Andrés Bello comparte su historia, sus pasiones y su visión innovadora para inspirar a los estudiantes a transformar el mundo a través de la sostenibilidad.
Iván Franchi, oriundo de la Patagonia chilena, llegó a la Universidad Andrés Bello en 2019 como docente de la carrera de Ingeniería Ambiental. Desde entonces, además de esta labor ha asumido responsabilidades como director de programas de diplomado y como académico del Magíster en Recursos Naturales y del Doctorado en Medicina de la Conservación.
Su trayectoria incluye amplia experiencia en gestión ambiental y en proyectos de alto impacto para instituciones públicas, como el Ministerio del Medio Ambiente, y también privadas. Su pasión por la docencia lo ha llevado a transmitir sus conocimientos con un estilo cercano y dinámico, tal vez heredado de sus padres, ambos profesores de enseñanza media.
En esta entrevista, conocemos más sobre su vida, sus desafíos, y el legado que busca dejar en sus estudiantes.
¿De dónde nace tu interés por el medio ambiente y la gestión de residuos?
“Nací en Puerto Aysén, donde a fines del 2000 existió un conflicto socioambiental por la construcción de una planta refinería que importaría mineral desde Australia y aprovecharía el potencial hidroeléctrico de los ríos para obtener aluminio. El proceso químico de refinación generaría contaminantes que impactarían sobre los fiordos de la Patagonia, y las hidroeléctricas a construir ponían en riesgo a la población. Aquí entendí el vínculo entre las decisiones del Estado, el impacto ambiental del desarrollo y la calidad de vida de nuestra sociedad”.
“Después estudié Ingeniería Ambiental en la Universidad de La Frontera, donde este mismo vínculo explicaba la realidad de comunidades indígenas que convivían con vertederos, y ahí llegué al mundo de la basura”.
¿Qué es lo que más disfrutas de la docencia?
Siempre enseño como me gustaría que lo hubieran hecho conmigo. Producto de mi experiencia en terreno, generando soluciones de ingeniería y de planificación a lo largo de todo Chile, incorporo en el aula experiencias reales, que permiten que los estudiantes comprendan la capacidad de transformación de las herramientas que se les entregan. Empoderarlos de energía, de transformación, es siempre el mejor regalo al final del proceso docente.
¿Cuál ha sido el mayor desafío de tu carrera?
“En mi primera experiencia profesional, en La Araucanía, tuve que representar al Estado frente a las comunidades indígenas que denunciaban racismo ambiental, por la instalación de un vertedero de residuos dentro de su territorio. Tuve que aprender a escuchar, a empatizar con quienes cargaban una historia de conflicto y despojo. Y a su vez controlar las expectativas de las autoridades que requerían soluciones rápidas. Identificar esas tensiones, gestionarlas y llegar a una solución fue un inmenso aprendizaje”.
“También la pandemia exigió que el rol docente se transformara en un miembro más de la realidad de cada estudiante. Desde entonces, le quito peso al desempeño de calificación y más valor al proceso de aprendizaje. Las notas son un accidente. Si a un estudiante le brillan los ojos cuando aprende, es mejor reflejo que una nota máxima. Ahora, si van las dos cosas de la mano, mucho mejor”.
¿Qué mensaje quisieras dejar a tus estudiantes?
“Hagan las cosas con cariño y responsabilidad. Es más importante el proceso que el resultado. Si al final de una tarea, actividad, producto o trabajo te sientes orgulloso, orgullosa, –más allá de lo que digan los demás—, es un buen resultado”.
Iván Franchi, compromiso y consecuencia
Fuera de la sala de clases el profesor Franchi mantiene su pasión por el medio ambiente. Participa como activista en Alianza Basura Cero Chile, que promueve la transición a nuevos modelos de gestión de residuos. “La idea es que a través de procesos ciudadanos se reconozcan las particularidades de los territorios para reducir al máximo los vertederos e impedir la instalación de falsas soluciones”, explica.
También disfruta mucho de la música, “desde trova hasta heavy metal, pasando por la rumba o el folklore. Es una forma de vínculo y de compartir historias con la familia y amigos”.
Y por supuesto, ha integrado este aspecto en el aula. “Mis estudiantes saben que el primero que llega a la sala tiene derecho a poner una canción antes que comience la clase. Claro que tiene que explicar el por qué de su elección”.
¿Cómo sería un fin de semana perfecto?
“Con mi hija y mi esposa paseando por la ciudad, en un concierto o alentando a la U en el estadio. Y con una cerveza artesanal”.
¿Cuál es tu comida favorita?
“Tengo una mezcla de gustos. Mi origen en la Patagonia: el cordero y la papa. Mi paso por La Araucanía: un guiso de mote. Y mis siete años en Barcelona: el salmorejo, que es una crema fría de tomate”.
¿Hay alguna película, libro o canción que haya tenido un impacto significativo en ti?
“Difícil elección, tengo una lista larga. Pero de lo más reciente, la serie “This is Us”. Ahí se ve la importancia de la familia y el legado, la herencia emocional, la posibilidad de cambio de nuestra realidad –conductual y emocional—, y el valor del presente”.
“La película “Requiem for a Dream”, el impacto de las adicciones, la salud mental, la alienación social. Obliga a hacerse cargo de la realidad propia y la de tu entorno”.
“Y creo que el momento en que escuché por primera vez el disco negro de Metallica; cambió mi percepción de la música. La capacidad de transmitir fuerza, energía, emoción, calma, con sólo cuatro instrumentos. Simplemente sublime”.