CONOCE A TU PROFE | Felipe Marín, al ritmo de la vida, la música y las matemáticas
El profesor Felipe Marín, del Departamento de Matemáticas de la UNAB, ha construido una carrera marcada por la docencia, la investigación y el trabajo con sentido. En esta entrevista nos habla de sus logros y desafíos, y lo que une a sus grandes pasiones: la música y las matemáticas.
Felipe Marín es académico del Departamento de Matemáticas de la Universidad Andrés Bello, unidad en la que comenzó como ayudante hace casi 20 años, en 2006.
Ingeniero mecánico de la USACH y doctor en Educación por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), el profesor Marín ha participado en diversas coordinaciones de cursos en UNAB, como razonamiento matemático y nivelación de matemáticas. Hoy se desempeña como secretario académico y director del Diplomado en Enseñanza Socioafectiva de las Matemáticas, programa cuya creación él mismo dirigió.
Su línea de investigación se enfoca en la experiencia afectiva de estudiantes en contextos de la enseñanza y aprendizaje de las matemáticas, desde un enfoque socio conductual. Sus intereses se centran en las interacciones interpersonales al interior de un aula y su relación con la experiencia de aprendizaje del estudiante, así como sus mecanismos de regulación emocional.
Con una visión centrada en las personas y en la experiencia del aprendizaje, Felipe Marín ha hecho de la docencia una herramienta para conectar, descubrir y acompañar. En esta entrevista, comparte sus motivaciones, desafíos y pasiones.
¿De dónde viene tu gusto por la enseñanza de las matemáticas?
En pregrado tenía una beca que cubría una parte importante de mi mensualidad, pero había una diferencia que se tenía que financiar. Así, empecé a hacer clases particulares de matemáticas. Esto me llevó a conocer muchísimas realidades, capacidades y una gran diversidad en esos estudiantes, lo que me empezó a interesar. Luego comencé a hacer ayudantías, a observar estilos de profesores y rápidamente surgió en mí el deseo de querer enseñar y aportar en los procesos de aprendizaje.
¿Qué es lo que más te gusta de la docencia?
Por lejos, lo que más me gusta es que en cada curso que dicto, aprendo mucho de mis estudiantes. Es una oportunidad de aprendizaje invaluable, entonces es un continuo transitar juntos.
¿Cuál ha sido el mayor desafío que has enfrentado en tu carrera y cómo te transformó?
Lo más desafiante fue estudiar mi doctorado en pandemia -encerrado- y compatibilizarlo con mi cargo, que coincidió con la virtualización de todas las actividades en la UNAB. Fueron años donde literalmente estaba todos los días conectado: estudiaba y trabajaba. Además, todo era absolutamente nuevo, desconocido, no tenía ninguna referencia o consejo. Fue muy desafiante. La gran transformación como persona fue el valorar las cosas simples de la vida; me aportó mucho autoconocimiento.
¿Qué habilidad te gustaría aprender?
A veces hay elementos que uno no puede controlar, ahí es necesario dejar que las cosas sucedan. Pienso que es muy necesario aprender a soltar.
¿Qué consejo les darías a tus estudiantes?
¡Uf! Disfruten la vida: sean felices. Cada momento es una valiosa oportunidad para sentir y conectar, vívanlo. Estudien y aprendan, compartan y sigan firme sus sueños, trabajen con entusiasmo y perseverancia por sus propósitos y metas; disfruten el camino, cada paso que den.
Música y matemáticas, del algoritmo al ritmo
¿Qué intereses te apasionan fuera del trabajo?
Desde algunos años practico meditación. Me he acercado desde diversas corrientes y siempre me trae algo nuevo, me interesa muchísimo. También me gusta mucho el deporte, subo cerros cada vez que puedo. He practicado natación, aikido, yoga.
La música también es algo muy importante para mí. Voy mucho a conciertos (mucho), compro vinilos, escucho mucha música, distinta, todo el tiempo. Toco batería, he grabado discos, he tocado con bandas, he podido ir de gira, también he estudiado clarinete, guitarra (intenté violín, pero es muy difícil). Si hay algo que me apasiona, es la música.
¿Crees que hay un vínculo entre tu pasión por la música y las matemáticas?
¡Definitivamente! Para mí, la música y la matemática están más conectadas de lo que parece. Hay ritmos —como el de “Money” de Pink Floyd o una buena Bossa Nova— que se construyen usando el algoritmo de Euclides, ese mismo que uno veía en clases de matemática. Incluso Pitágoras, el del teorema del colegio, ya exploraba cómo los números se transformaban en sonidos.
Y si nos vamos al rock, riffs como los de Black Sabbath o Rush usan disonancias y tritonos tan precisos que evidencian la relación con fórmulas musicales. Hay bandas y estilos donde es más evidente, desde John Coltrane, hasta King Crimson, Dream Theater o Tool; existe mucha conexión entre patrones musicales con números. Así que sí: para mí la pasión por la música está muy relacionada con objetos matemáticos.
¿Hay alguna obra que te haya marcado?
Cuando era muy chico escuchaba al francés Jean-Michel Jarre y alucinaba con los sonidos de los sintetizadores, su música es de otro planeta. Me impactó mucho por las sensaciones que puede provocar.
Estos últimos años he estado escuchando mucho una banda de rock progresivo, muy técnico, que se llama Cynic. Creo que escuché el Focus durante todo mi doctorado, me marcó mucho. Tuve la suerte de conocer a su vocalista Paul Masvidal y hablar de meditación.
Y este último tiempo he estado escuchando mucho a Ajeet, una compositora que inspira su música en tradiciones sagradas de Irlanda e India. Muchas canciones son mantras. Estuvo este año en Chile, fue un momento de profunda conexión. En libros, “El Árbol del Conocimiento” lo he leído varias veces, siempre encuentro algo nuevo. Y en películas, “El Resplandor”, un clásico.
¿Cómo sería un fin de semana perfecto?
¡Qué difícil! Ir a algún festival tipo Wacken Open Air o ir a tomar fotos en Islandia; encontrarme con Björk y ver a Sigur Rós tocar al aire libre. Sería perfecto.