VOZ DEL EXPERTO| Nutricionista: ¿Cómo afecta el cambio de hora en la alimentación?
La directora de Nutrición y Dietética de la sede Concepción UNAB, Marías Cristina Escobar, advierte que la modificación horaria puede tener efecto en la calidad del sueño y en las hormonas encargadas de regular el apetito y el estrés y entrega algunas recomendaciones para enfrentarlo.
El próximo 6 de abril está establecido el cambio de hora en nuestro país pasando del “horario de verano” al “horario de invierno”, teniendo que retrasar a medianoche los relojes en 1 hora. Si bien es el horario que muchos expertos recomiendan mantener durante el año, ya que privilegia la luz durante la mañana, el estar en constantes modificaciones horarias genera algunas alteraciones en nuestros organismos. Esto, aseguran los expertos, puede tener consecuencias en el estado anímico, rendimiento, falta de atención, concentración, generando cansancio y somnolencia, pero ¿Tendrá este cambio de horario algún efecto en la alimentación de las personas? ¿En caso de tenerlo, hay alguna forma de mitigarlo?
La nutricionista y directora de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello en Concepción, María Cristina Escobar, explica que, si bien no siempre se relaciona, efectivamente el cambio de hora puede repercutir de distintas maneras sobre la alimentación de las personas, en los adultos por ejemplo puede llevar a un abuso del consumo de estimulantes con la finalidad de combatir el sueño, mientras que en los niños puede provocar alteraciones en el apetito.
“Todos tenemos un reloj biológico interno conocido como ritmo circadiano, siendo el encargado de regular el ciclo de sueño y vigilia, además del apetito y metabolismo, esto último se refiere a cómo el organismo procesa los distintos nutrientes y regula el apetito, el cual se altera con el cambio de hora”, señala la especialista.
Qué pasa en nuestro cuerpo
Con estos cambios, agrega la nutricionista, la calidad de sueño se ve afectada, “influyendo directamente en la leptina y el cortisol, hormonas encargadas de regular el apetito y el estrés respectivamente. Durante el horario de invierno, tenemos menos horas de luz solar junto a temperaturas más frías, combinación perfecta para modificar la preferencia de alimentos más frescos y ligeros como ensaladas por alimentos calientes y preparaciones más calóricas en horarios más tardes de lo habitual, incidiendo en el tiempo en el peso corporal”.
Al comer muy tarde, advierte, “nuestro cuerpo requiere destinar más energía para su proceso de digestión, pudiendo incluso generar acidez o malestar estomacal. Por otra parte, al elevarse los niveles de azúcar en sangre, la liberación de la melatonina disminuye, hormona encargada de regular el ciclo de sueño vigilia, interfiriendo con la conciliación del sueño”.
¿Cómo enfrentar este cambio de hora?
Algunas recomendaciones que podrían ayudarnos a mitigar estos efectos se relacionan con el comer de manera saludable y equilibrada, aumentando la ingesta de alimentos con mayor poder de saciedad, como es el caso de aquellos ricos en proteínas y fibra, como carnes magras, huevo, pescado, frutos secos, alimentos integrales, verduras y frutas.
“Sin duda, incorporar la ingesta de frutas y verduras en la alimentación durante el invierno es un verdadero desafío, ya que la variedad disminuye respecto al verano. Por otra parte, hay regiones donde en esta época es más difícil poder acceder a productos frescos producto de las condiciones climáticas, lo que limita la posibilidad de incorporar diversidad de alimentos. Sin embargo, con la finalidad de poder mantener una ingesta adecuada de vitaminas y minerales, la invitación es a incluirlas dentro de nuestras posibilidades en la alimentación”, señala.
Por otro lado, agrega, se sugiere evitar la ingesta de alimentos estimulantes que poseen sustancias que afectan al sistema nervioso central teniendo acción directa sobre el sueño como el alcohol, café, té, cacao, mate y bebidas cola. Junto a esto, es importante considerar que el consumo de comidas muy condimentadas con especias picantes, generan un aumento de la temperatura corporal lo que repercute en el sueño.
“Por el contrario, existen estudios que han demostrado que una dieta rica en triptófano podría contribuir al establecimiento y mantenimiento del sueño. El triptófano es un aminoácido esencial que podemos encontrar en proteínas de origen animal, como huevos, leche, pescados y carnes, pero también podemos encontrarlo en cereales integrales».
El tener días más cortos sumado a temperaturas más frías, la actividad física es algo que también se ve comprometida, reduciendo así el gasto energético contribuyendo a un aumento de peso. Por lo que realizar actividad física en esta época, sería un gran aliado para mejorar la calidad del sueño y al mismo tiempo regular el apetito.