Ciper | En defensa del barrio Yungay
En esta columna de opinión, el director del Programa de Doctorado en Teoría Crítica y Sociedad Actual de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, Mauro Basaure, define como una "zona de sacrificio político y mediático" lo que ha pasado con el barrio Yungay de Santiago.
¿Cómo es posible que un lugar clasificado hace pocos años entre los barrios más cool del mundo se haya convertido en una zona de sacrificio mediático y político? El Barrio Yungay no es tanto víctima de la delincuencia —como tanto se dice, escucha y cree—, sino que, en primer lugar, del comentario electoral oportunista y el periodismo de pulsión alarmista.
Así, esta zona del poniente de Santiago, de grandes casas antiguas y conocidas plazas para el encuentro de sus vecinos, se ha convertido en peón de una guerra simbólica más grande, un campo de batalla para estrategias y sensacionalismos que solo desvían la mirada sobre su verdadera esencia, generando con ello un daño enorme a sus vecinos.
Quienes hoy viven, trabajan o estudian en el Barrio Yungay han pasado a ser sacrificados.
Sí. En primer lugar, al sector lo han convertido en una zona de sacrificio político. En una curiosa «Carta al Perro Matapacos», el comentarista Cristián Warnken le advierte al can no ir a meterse al Barrio Yungay, pues «se ha vuelto muy peligroso, [y] hasta te puede llegar un balazo».
Son referencias que en el último tiempo vemos repetidas como muletillas, y que no serían importantes si no conllevaran enormes perjuicios para los vecinos y, especialmente, para la valiosa actividad comercial y cultural que allí se desarrolla en sus muchos museos, centros culturales y bibliotecas, bares y restaurantes, ferias y hoteles boutique.
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