Chile logró una movilidad social multidimensional promedio de 12% en una generación, impulsada por la educación, una mejor habitabilidad y el acceso al consumo
Estos avances, que fueron parte de los hallazgos del primer Estudio Nacional de Movilidad Social Multidimensional UNAB, si bien se explican principalmente por el máximo nivel parental -esto es, el desarrollo alcanzado por la figura materna o paterna-, características individuales como el razonamiento abstracto y el esfuerzo escolar, por ejemplo, mostraron un impacto significativo en los logros alcanzados a nivel educativo y laboral y en el acceso a la salud y el consumo, entre otras.
La investigación del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello propone un innovador modelo para medir los avances sociales y económicos que ha experimentado Chile en las últimas décadas. El nivel educacional (52,4%), la habitabilidad (48%), el acceso al consumo (31,9%), el acceso a la salud (11,5%) y el trabajo u ocupación (10,4%) mostraron avances netos positivos, mientras que los indicadores asociados al interés público (-6,7%), la vivienda propia (-9%) y la seguridad en el barrio (-42,7%) preocupan al empeorar en comparación con la generación previa.
Con el fin de proporcionar un marco que capture de manera integral las distintas dimensiones de la movilidad social e identificar aquellos determinantes que influyen en la construcción de una sociedad más inclusiva y dinámica en Chile, el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello dio a conocer los resultados del primer Estudio UNAB de Movilidad Social Multidimensional 2024.
Según la OCDE, la movilidad social se entiende como la habilidad de los individuos para cambiar su estado socioeconómico durante su vida y entre generaciones, la cual se puede medir a nivel intergeneracional -comparando dos generaciones- e intrageneracional – a lo largo del ciclo vital del individuo-. Así, una sociedad con alta movilidad social se relaciona con una mayor igualdad de oportunidades entre sus ciudadanos, fomentando la innovación, la cohesión social y el crecimiento económico sostenible. En cambio, en contextos de baja movilidad social se observan mayores brechas de acceso a oportunidades entre las personas, lo que restringe el bienestar y el desarrollo de su nación.
En Chile, la movilidad social se ha medido tradicionalmente de forma sectorial principalmente a través de la comparación de quintiles de ingresos y, en menor grado, por el nivel educacional alcanzado o el tipo de ocupación. En ese sentido, el nuevo modelo desarrollado por el Instituto UNAB de Políticas Públicas propone transitar desde un enfoque bidireccional a uno multidimensional de movilidad intergeneracional -en línea con los cambios que se han introducido en la medición de la pobreza- que integra ocho áreas de análisis: nivel educacional, acceso a la salud, vivienda propia, habitabilidad, seguridad en el barrio, trabajo u ocupación, acceso al consumo e interés público.
Otro aspecto innovador del modelo propuesto por la UNAB es que las comparaciones intergeneracionales se realizaron contrastando la situación actual de personas entre 35 y 55 años con la figura paterna o materna que estuvo más presente en su desarrollo, a diferencia de como se ha hecho tradicionalmente que es comparando al hijo o hija con la figura paterna.
El estudio del Instituto UNAB de Políticas Públicas se construyó a partir de una encuesta cara a cara representativa a nivel nacional que recolectó información de 2.124 personas de entre 35 y 55 años a lo largo de las 16 regiones del país mediante un cuestionario de 90 preguntas cerradas, la aplicación del Test de Raven -para medir habilidades del razonamiento abstracto- y una Escala de Capital Social. Para poder realizar el análisis, a los entrevistados se les preguntó por su condición actual y la de sus padres o figuras parentales principales cuando el encuestado tenía 14 años. El trabajo de campo se realizó entre el 22 de marzo y el 27 de junio de 2024 y estuvo a cargo de la empresa CADEM.
Raúl Figueroa, director ejecutivo del Instituto UNAB de Políticas Públicas, destaca el carácter innovador e integral de la investigación. “Este estudio apunta a medir si existe o no movilidad social en un conjunto de dimensiones con una propuesta distinta a la que típicamente se hacía. Nuestro modelo incorpora nuevas dimensiones, complementando la mirada tradicional que se basaba fundamentalmente en los ingresos, y ofrece una perspectiva mucho más amplia que permite hacerse cargo de fenómenos sociales que son más complejos”.
Asimismo, Figueroa menciona que “otro aspecto novedoso es que identifica cuáles son los determinantes, aquellas palancas que generan movilidad, y eso es muy potente porque lo lleva directamente al terreno de la política pública. Esta metodología permite construir una herramienta de focalización nueva que va a facilitar el diseño de las políticas públicas dirigidas a ciertos nichos o grupos de la población que es probable que estén quedando fuera”.
Luces y sombras: cómo se movió Chile en una generación
En primer lugar, el estudio del Instituto UNAB de Políticas Públicas analizó las ocho dimensiones que componen el modelo, dentro de las cuales se observaron casos de movilidad ascendente – porcentaje de personas que se encuentra en una posición mejor que la de sus padres en una dimensión-, nula – quienes se ubican en la misma posición que sus figuras parentales- o descendente -personas que se encuentran en una situación peor -. Finalmente, para cada dimensión se calculó la movilidad social neta, que corresponde a la diferencia entre la movilidad ascendente y descendente.
Así, por ejemplo, el estudio arrojó que es en la dimensión “nivel educacional” donde se produjo la mayor movilidad social neta positiva de todas las variables analizadas, con un 52,4% a nivel nacional. Es decir, la mitad de las personas que en la actualidad tienen entre 35 y 55 años alcanzaron un mayor nivel educacional que sus padres o madres. Para llegar a esta conclusión, se comparó el máximo grado educativo -educación básica, media, técnica, universitaria, entre otras- alcanzado por el encuestado con el más alto logrado entre su figura materna o paterna. Al desglosar los datos, esta dimensión mostró una movilidad ascendente de un 61,1%, cifra que corresponde a 2.767.615 personas. En tanto, un 30,2% tuvo movilidad nula -equivalente a 1.365.725 personas- y un 8,7% -392.584 personas- experimentó una movilidad descendente.
En la segunda dimensión en la que se produjo una mayor movilidad social neta positiva, con un 48%, fue en “habitabilidad”, la cual mide el número de habitaciones por persona disponibles dentro del hogar, es decir, la falta de hacinamiento en las viviendas. Es más, es en esta área donde se observó la mayor movilidad social ascendente de todas las dimensiones analizadas, donde un 61,7% -es decir, 3.013.784 personas- indicó que habita viviendas con menos personas promedio por habitación de que lo que sucedía en su infancia. Por su parte, un 24,6% de la población nacional objetivo -1.201.473 personas- presentó movilidad social nula y el 13,7% restante -666.344 personas- tiene un menor nivel de habitabilidad en su hogar actual que el que tenía en su infancia.
Luego, en el tercer lugar se posiciona el “acceso al consumo”, dimensión que alcanzó un 31,9% de movilidad social neta positiva y que implica la posibilidad de acceder a distintos bienes, ya sea sin crédito, con crédito o si no es posible acceder a ellos de ninguna firma. En esta dimensión, un 51,5% de la población se encuentra mejor que sus padres –2.417.718 personas-, mientras que un 28,9% -1.353.305 personas- se encuentra igual y un 19,6% tiene menor acceso al consumo -919.504 personas-.
La dimensión “acceso a la salud” presentó una movilidad neta de 11,5%, ubicándose en el cuarto lugar. Acá, 2.001.386 personas -es decir un 40,2% de la población nacional- experimentaron movilidad ascendente al poder lograr una atención más rápida y oportuna en su sistema de salud que lo que pudieron sus padres en el pasado. Una movilidad nula alcanzaron 1.545.748 personas -equivalente al 31,1%- y 1.429.969 personas -28,7%- se encuentran en una condición de acceso a la salud peor que sus figuras parentales principales.
La dimensión “trabajo u ocupación” alcanzó el quinto lugar con un 10,4% de movilidad social neta. En ella, un 38,2% de la población, equivalente a 1.283.896 personas, presentó una movilidad ascendente, es decir, se ubica en un mejor grupo o cluster generado a partir de la agrupación de ocupaciones según el Clasificador Chileno de Ocupaciones utilizado por el INE, proveniente de la Clasificación Internacional Uniforme de Ocupaciones (CIUO) de la OIT, y la Encuesta Suplementaria de Ingresos de los años 2023 y 2013. Asimismo, un 34% -1.144.127 personas- tiene movilidad social nula en esta dimensión y, finalmente, 933.947 personas -que equivale al 27,8%- tuvo movilidad descendente.
El “interés público” es la primera variable que presenta un retroceso en la generación actual al compararla con la de sus padres o figuras parentales principales, al mostrar una movilidad social neta negativa de -6,7%. Esta dimensión refleja la disposición a involucrarse en el diálogo político a nivel nacional e internacional y la importancia atribuida a la participación en los procesos electorales del país. Al analizar las cifras en detalle, se observa que un 28,8% de la población nacional entre 35 y 55 años –1.377.679 personas- presenta mayor interés en los asuntos públicos que sus padres, mientras que un 35,8% -1.717.851 personas- muestra el mismo grado y un 35,4% -1.697.297 personas- menor compromiso con la esfera pública y electoral.
Otra variable que mostró una trayectoria negativa entre una generación y otra fue el “vivienda propia”, la cual considera el tipo de propiedad de la vivienda habitada -propia, arrendada, cedida u ocupación irregular-, siendo la “casa propia” el nivel más alto y el uso irregular el más bajo. Esta dimensión mostró una movilidad social neta negativa de -9%, dado que un 17,9% -890.828 personas- presentó movilidad ascendente, un 55,2% movilidad nula -2.745.099 personas- y un 26,9% -1.341.176 personas- movilidad descendente. Dentro de quienes presentaron movilidad nula, el 81% tiene una vivienda propia, por tanto, la inmovilidad se genera en el nivel más alto para esta variable y se puede considerar como un escenario positivo, mientras que el 14% se mantiene en viviendas arrendadas y un 5% restante se conserva en viviendas con un grado de ocupación más informal, ya sea cedida o mediante ocupación irregular. En tanto, entre quienes descendieron en el acceso a la propiedad, el 59% pasó de habitar una vivienda propia a una arrendada, el 30% son personas que vivían en su infancia en un hogar propio o arrendado y que actualmente habitan una vivienda cedida y el 11% pasaron a una situación de ocupación irregular.
Por último, es en “seguridad en el barrio” donde se encontraron los resultados más negativos dentro de las ocho dimensiones estudiadas por el modelo de la UNAB. Acá, se midió la frecuencia con la que los encuestados presencian personas traficando drogas en la vía pública y cuán seguido ocurren balaceras en su barrio. Esta variable, en términos netos, se experimentó una movilidad social descendente de -42,7%. Un 51,3% -2.532.963 personas- presentó movilidad social descendente, es decir, el encuestado vive actualmente en barrios con menor seguridad que los que habitaban sus padres o figuras principales durante su infancia. Un 40,1% -1.978.241 personas- se mantiene en la misma situación que sus padres, y un 8,6% -423.606 personas- vive en un barrio con mayor seguridad.
Por lo tanto, luego de analizar las ocho dimensiones que abarca el Modelo UNAB de Movilidad Social Multidimensional, la investigación concluye que Chile experimentó una movilidad neta positiva de 12% entre la generación actual y la de sus padres o madres, donde el nivel educacional (52,4%), la habitabilidad (48%), el acceso al consumo (31,9%), el acceso a la salud (11,5%) y el trabajo u ocupación (10,4%) impulsaron el avance en sentido ascendente, mientras que el interés público (-6,7%), la vivienda propia (-9%) y la seguridad en el barrio (-42,7%) fueron aquellas dimensiones que empeoraron al comparar la condición de las personas de entre 35 y 55 años en la actualidad con la que tenían a los 14 años.
¿Qué determinantes impulsaron estos cambios y en qué medida?
En una segunda etapa, el estudio de la Universidad Andrés Bello ahondó en los factores que impulsaron la movilidad tanto en sentido ascendente como descendente en cada una de las dimensiones. Para ello, los investigadores realizaron regresiones lineales de mínimos cuadrados ordinarios para identificar aquellos determinantes con impacto significativo en cada una de las ocho dimensiones, aunque solo en cinco áreas -educación, consumo, salud, trabajo u ocupación e interés público- se logró un ajuste adecuado del modelo.
Dentro de las dimensiones donde el modelo tuvo un ajuste adecuado, los determinantes de contexto explicaron entre un 23% y un 31% de los niveles alcanzados en cada dimensión por los encuestados (28,6% en promedio), mientras que los componentes individuales lo hicieron entre un 11% y 21% (17% en promedio) y los factores no considerados por el modelo entre un 48% y un 60% (54,3% en promedio).
El trabajo de la UNAB estableció dos grandes grupos de factores. Los de contexto -que capturan las características del entono del encuestado- y que abarca el máximo nivel parental alcanzado para cada dimensión, la escala de capital social, la infraestructura escolar, el puntaje SIMCE y las situaciones violentas en la infancia. Por otro lado, los determinantes individuales -rasgos, atributos y valores particulares del individuo- contemplaron la valoración por el esfuerzo, el esfuerzo escolar, el razonamiento abstracto y la discriminación de género.
Asimismo, el Estudio UNAB de Movilidad Social Multidimensional profundizó en el impacto de estos determinantes en las cinco variables. Dentro de los componentes de contexto, por ejemplo, la investigación arrojó que el máximo nivel parental impacta en mayor medida en el interés público de los hijos (22%), luego en el acceso al consumo (21%), en el nivel educacional (17%) y, en menor forma, en el trabajo u ocupación (7%).
El capital social, por su parte, explica -de forma decreciente- el acceso a la salud de los entrevistados en un 10%, el interés público en un 9%, el trabajo u ocupación en un 8%, el acceso al consumo en un 5% y el nivel educacional en un 5%.
Luego, el análisis del IPP UNAB determinó que la infraestructura escolar afecta en el nivel educacional (4%), en el acceso a la salud (4%), en el trabajo u ocupación (4%) y en el acceso al consumo (3%). Asimismo, el puntaje SIMCE lo hace, en primer lugar, el acceso a la salud con un 5%; luego, al nivel educacional en un 4% y al trabajo u ocupación en el mismo 4%.
Por el contrario, la investigación estableció que las situaciones violentas sufridas en la infancia impactan negativa y significativamente en el acceso a la salud (-4%) y en el nivel educacional (-2%).
Al analizar los componentes individuales, se infirió que el razonamiento abstracto impacta principalmente en el nivel educacional (11%) y en el trabajo u ocupación (9%), pero también en el acceso a la salud (5%) y en el acceso al consumo (3%).
El esfuerzo escolar afecta positivamente y con la misma fuerza en el nivel educacional (9%) y en el trabajo u ocupación (9%) y, luego, en el acceso a la salud y en el interés público (ambos en un 5%). Complementariamente, la valoración del esfuerzo explica en un 7% el acceso al consumo que en la actualidad tienen las personas entre 35 y 55 años, en un 5% el acceso a la salud, en un 5% el interés público, en un 3% el trabajo u ocupación y en un 2% el nivel educacional.
Por último, y en sentido negativo, la investigación determinó que la discriminación de género impacta con fuerza en el acceso a la salud (-11%), en el acceso al consumo (-9%), en el trabajo u ocupación (-9%), en el interés público (-8%) y en el nivel educacional (-5%) de las mujeres.
Como conclusión, el director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello comenta que “el máximo nivel parental, si bien es preponderante en todas las dimensiones, está lejos de ser el único elemento que explica la movilidad social en cada una ellas. Si se suman los demás factores, estos son, en general, mayores que el nivel máximo de los padres. Por ejemplo, el esfuerzo es un determinante importantísimo de movilidad, tanto en relación con nivel educacional como con el acceso al consumo y el acceso a la salud. Por su parte, el razonamiento abstracto impacta de manera relevante en el nivel educacional, en el acceso a la salud y el trabajo u ocupación”.
Por último, Raúl Figueroa agrega que “a su vez, el estudio demuestra que existen ciertos determinantes que lamentablemente inciden en una dirección contraria, es decir, generan retrocesos en términos de movilidad. Destaca el haber sido víctimas de situaciones violentas en la infancia y, con mucha fuerza, la discriminación de género, la que genera un impacto negativo en todas las dimensiones de movilidad que mide el estudio”.